sábado, 26 de abril de 2014

Presentación en Cali de El desmemoriado. Reseñas

Presentación de la novela El desmemoriado de Fabio Martínez.
Santiago de Cali, 23 de abril de 2014


Textos de presentación de Medardo Arias y Omar Ortíz

Omar Ortíz, Fabio Martínez y Medardo Arias. copyright foto Gabriel Ruiz (NTC)



Estamos en el año 2068
      Por Medardo Arias Satizábal

La primera sorpresa al leer El desmemoriado, tuvo que ver con el intento del autor, -valiente y de muchísimo riesgo-, de situar la literatura colombiana en el campo de una ciencia ficción hasta hoy inexistente en nuestras letras.
Fabio Martínez de manera juvenil y risueña, asume el reto de imaginar un mundo bogotano que transcurre en el año 2068, con taxis urbanos que cruzan el cielo de Monserrate, gentes que se afanan por ir a Marte, entonces un destino común, y vidas que él conoce bien, la de profesores enamorados, una pareja inserta en la aridez de una ciudad, Pitty y Manzana quienes, como en el resto de la tierra, se defienden de los riesgos de la lluvia ácida.
El paisaje de aquella ciudad nos hace pensar de todos modos en esos mundos desolados que imaginaron Ray Bradbury, el creador de las Crónicas Marcianas, Isaac Asimov, Herbert Georges Wells, -autor de La Máquina del Tiempo y de El Hombre Invisible-, o  George Orwell con su “1984”, novela que prefiguró la atroz realidad de hoy. Si alguien quiere leer hoy “1984”, encontrará esta presentación entre comillas: “Tres grandes potencias se dividen el mundo y luchan entre ellas, en un conflicto que parece no acabar nunca. Todo está controlado por la sombría y omnipresente figura del Gran Hermano, el jefe  que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo dispone. La historia reciente se falsea alterando los registros escritos, la policía del Gran Hermano vigila incluso en el interior de las casas, gracias a una televisión en dos sentidos; el amor está prohibido y el sexo es un acto político. La opinión personal se neutraliza con lavados de cerebro y la vida es un infierno del que no se puede escapar…”
En El desmemoriado abundan, todavía en el 2068, las referencias a un pasado que comparte las ternezas de la vida campirana, el chocolate espumoso, los roscones dulces, las changüas, ciertos parques del pasado, las liturgias del ayer expresadas en el deseo del abrazo en lugares que ya no existen. Bogotá tiene un techo que la protege de la lluvia ácida, el río Bogotá ha sido pavimentado por un tal Goyeneche, y desde Monserrate se emite la voz unánime de  un dictador que ha logrado uniformar el pensamiento y las costumbres. Gentes que ahora logran vivir más de 150 años, gracias a las dietas elaboradas por una avanzada tecnología médica que ha reemplazado los “steaks” por pastillas de colores, recuerdan, por ejemplo al Goce Pagano, y a las viejas luchas de obreros y estudiantes, cuando el mundo era ese amasijo de humanidad que  pervive todavía, en la novela, en la llanura prosaica.
El desmemoriado copyright Gabriel Ruiz (NTC)
En El desmemoriado abundan los homenajes literarios; Bogotá es la montaña mágica, centro del poder que ha visto pasar las guerras de la coca, del petróleo, del agua, y el resto de la república es una amalgama de pueblos atrasados, aferrados al pasado, reconocidos por  Fabio Martínez como “la llanura prosaica”. Thomas Mann, Cervantes, Schopenhauer, hablan desde la intertextualidad, así como Foucault, desde su péndulo, pionero también de una modernidad literaria que insertó en el imaginario el nuevo lenguaje de los computadores.
Y con los clásicos, el autor emplea el humor y coexiste en la novela con personajes literarios como los poetas Juan Pablo Rocky, un antiguo boxeador, campeón del Caribe, y Harold Almorranas, así como una enigmática portalira, por él llamada Piedad Revlon.
Es claro que esta novela sólo pudo ser escrita por quien habitó la urbe capitalina, y reconoce sus rincones, calles, costumbres. A través de esta apretada narración que nos lleva por las avenidas del futuro, el autor nos advierte acerca de una realidad que se expresa ya en nuestros días: la pérdida de la memoria, el desánimo por los apoyos humanísticos que hicieron la vida hasta hoy, la dependencia extrema de la tecnología cibernética, el olvido de los libros y la lectura, la conformación de un mundo de nuevos esclavos prosternados ante la voz única de Wikipedia. Para Fabio Martínez, esa voz que engulle todo el conocimiento humano, se llama Babel, metáfora de aquella torre que pintara sobre roble Pieter Brueghel El Viejo en el siglo XVI. Cada ser humano tiene un chip inserto debajo de la piel, un número de contraseña, que lo identifica como amigo del Amo y del Estado; no pertenecer a ese rebaño ahora vigilado por el Gran Ojo del poder, es sinónimo de disidencia, de guerrillerismo. Ese el drama de Pitty y de Manzana, protagonistas de la novela. Se quedan por fuera del sistema que ordena las mentes, las costumbres y el destino de millones, por una razón que se comprende; Pitty es en estas páginas un reducto de las viejas guardias humanísticas, un romántico perdido, un marihuano irredento que continúa en el 2068 adicto a la sativa congolesa, ahora sintética. Familia y amigos huyen de ellos como de la peste; están en la mira de ese gran ojo vigilante que hoy para imperceptible, pero que fue avizorado por Orwell en “1984”, como arúspice de lo que hoy se llama NSA, la  misma organización que acaba de ser denunciada, la que conoce en detalles tus fondos bancarios, tus gustos gastronómicos, tus preferencias sexuales y musicales, a través de Facebook y Twitter, los Grandes Hermanos que atisban desde las avenidas cibernéticas, desde los chips y deltas de espionaje agazapados en los Iphones. Babel sabe dónde estás, qué piensas, para dónde vas.
Estar por fuera de esos circuitos en el 2068, es como no tener cédula o pasaporte; para entonces ya la dependencia informática es obligatoria. Se han extinguido los supermercados, la comida llega a casa vía internet, tanto como el sexo, el orgasmo, el conocimiento y los sueños.
El desmemoriado nos describe el paisaje humano de un mundo que de pronto estalla en su diseño tecnológico y se enfrenta al desastre; trenes paralizados, aviones que no pueden despegar, ciudades apagadas. En el espacio se han confundido las lenguas, todos los códigos y contraseñas. Pitty, como otros, entregó parte de su vida a ese nuevo diseño universal, y su memoria, otro día rica y fecunda, se ve de pronto supeditada al breve misterio de una USB; vivimos un mundo, el de ahora, en el que Google todo lo sabe; Martínez se pregunta para qué leer grandes clásicos, poesía, si todas las preguntas guardan ahí una respuesta. Para qué husmear en los huesos de los de los muertos de Pompeya, en el harem de Topkapi, en los remos de las viejas barcas de Samos, o en el polvo que corre detrás de las pirámides; todo esfuerzo parece vano. Se acabaron las bibliotecas; a tiro de click, todo se sabe, llega a casa, en una pantalla que viene el envoltorio de imágenes e información,  referencias que comparadas con el pasado siglo, hacen de la investigación un juego de niños. Cortar, pegar, distraer, fusionar, empobrecer, enriquecer un texto, hace sabios a los tunantes y banaliza a quienes otro día fraguaban en su cerebro parte de la historia humana.
Manzana recibe la lección en Patio Bonito, un barrio del sur de Bogotá: “Usted señora sabe que hoy en día el mundo se mueve gracias a la memoria de Babel. En la ciudad no cae al suelo una pepa de eucalipto si no es accionada por la diosa de Babel. Es la tragedia global del siglo...”
Para entonces, en ese orbe donde Harold Almorranas es Director de la Biblioteca Nacional y su imagen es repetida en grandes pantallas, existe ya un museo de antiguallas cubierto por el polvo indulgente del pasado: (Lectura de la Página 45).
Mutantes que bailan boleros en salones iluminados por la luz verdes que emana del poder de Monserrate, muchachas del servicio clonadas, ecos de un mundo extinto expresado por indias de trenza y ojos rasgados que todavía sirven sopas calientes entre montañas azules que guardan  la visión del mar, serán recordados quizá dentro de 54 años en esta primera saga colombiana de ciencia ficción. Muchos de los tópicos aquí descritos por Fabio Martínez, serán, sin duda, una irrevocable realidad. Celebremos pues  este arrojo de la imaginación, esta suerte de privilegio, desde esta, nuestra llanura prosaica.

   

jueves, 24 de abril de 2014

Poetas peruanos en Madrid. Recital poético solidario por Renato Sandoval


 Nota de prensa

 Los poetas peruanos Miguel Cabrera, Lawrence Carrasco, Sylvia Miranda y Martín Rodríguez Gaona, presentados por Julio Ortega, se reúnen en este recital en un acto solidario con el poeta, traductor, editor y activista cultural peruano Renato Sandoval, como parte de la Campaña Internacional dedicada a recaudar fondos frente a la emergencia de su grave estado de salud.

Renato Sandoval Bacigalupo (Lima, 1957) es un conocido y estimado poeta, traductor, editor y activista cultural, cuya obra es un referente para las jóvenes letras peruanas. Sus poemarios Singladuras, Pértigas, Luces de Talud, Nostos, El revés y la fuga y Suzuki Blues, los tres últimos recogidos en Trípode (2010) son testimonio de su sincera entrega al trabajo poético desde las honduras del propio lenguaje (http://tenordebrumas.blogspot.com.es/2014/03/normal-0-21-false-false-false-es-pe-x.html). En el campo de la traducción son conocidas sus versiones de Pavese, Tabucchi, Rilke, Kafka, Södergran, Dinesen, Drummond de Andrade o Sylvia Plath entre tantos otros. Dirige la Editorial Nido de Cuervos y las revistas Evohé y Fórnix. En la PUCP dicta, alternadamente, Literatura alemana, Literatura nórdica y Literatura francesa medieval. También enseña en la Facultad de Humanidades y Lenguas modernas de la Univ. Ricardo Palma. Ha sido coordinador del Fondo Editorial del Ministerio de Cultura del Perú. Es Director del Festival Internacional de Poesía de Lima (FIPLIMA) y de la Asociación Fórnix Poesía que lo organiza.

La lectura de poemas se realizará el día lunes 28 de abril, en el Centro de Arte Moderno (C/. Galileo, 52), a las 20:30 horas. Al final del acto se recaudarán los donativos y se servirá un vino de honor.

Los donativos recaudados se enviarán a la cuenta abierta en la Campaña Internacional:

Jorge Renato Sandoval Bacigalupo
Banco Continental del Perú
Cuenta en dólares:
011-186-000100033596-46
Código Swift: BCONPEPL

“Y vuelvo el rostro y estoy en la ventana a los diez años
apenas si hay lugar para algún sueño no surgido
                de pronto en la mañana,
y otros hay que van y vienen a mi espalda, desde lejos
el sol ya no recuerda ese estío donde los espejos eran
                la noche de los ojos,
y entonces yo te miro, madre, con los dos ojos
                tan altamente cantando (…)”

De: Nostos.

Gracias por el apoyo en la difusión de este acto.
Julio Ortega y Sylvia Miranda
Coordinadores.


Renato Sandoval
Renato Sandoval Bacigalupo (Lima, 1957). Estudió Lingüística y Literaturas Hispánicas en la Pontificia Universidad Católica del Perú y completó estudios doctorales en Filología Románica en la Universidad de Helsinki de Finlandia. Ha publicado, en poesía, Singladuras, Pértigas, Luces de talud, Nostos, El revés y la fuga y Suzuki Blues, los tres últimos recogidos en Trípode (2010). Tiene en prensa: Cámara esférica: 24 x 1.Poemas suyos han sido traducidos al francés, alemán, italiano, danés y finlandés. En ensayo, El centinela de fuego, libro dedicado al poeta simbolista José María Eguren, y Ptyx: Eielson en el caracol. En el campo de la traducción, son conocidas, entre otras, sus versiones de Pavese, Quasimodo, Tabucchi, Arnaut Daniel, Tieck, Rilke, Kafka, Södergran, Ågren, Haavikko, Saarikoski, Dinesen, Boberg, Drummond de Andrade, Lêdo Ivo, Paulo Leminski, Sylvia Plath, así como un par de piezas de teatro escritas en francés por César Vallejo y una antología de cuentos de Quebec (Canadá) bajo el título La mano de dios. En 1988 obtuvo el primer premio de “El cuento de las mil palabras”, del semanario Caretas. Dirige la editorial Nido de Cuervos y las revistas Evohé y Fórnix. En la Pontificia Universidad Católica del Perú dicta, alternadamente, Literatura Alemana, Literatura Nórdica y Literatura Francesa Medieval. También enseña en la Facultad de Humanidades y Lenguas Modernas de la Universidad Ricardo Palma. Ha sido coordinador del Fondo Editorial del Ministerio de Cultura del Perú. Es director del Festival Internacional de Poesía de Lima (FIPLIMA y de la Asociación Fórnix-Poesía, que lo organiza.

martes, 22 de abril de 2014

García Márquez, un escritor para la historia


GARCÍA MÁRQUEZ, UN ESCRITOR PARA LA HISTORIA

POR PEDRO GARCÍA CUETO

   
Gabriel García Márquez. Cuadro de David Ortíz
El gran escritor colombiano nos ha dejado el jueves 17 de abril, a los ochenta y siete años, después de una larga y fructífera trayectoria de novelista, una de las más reconocidas y prestigiosas de la literatura contemporánea. El universo del escritor estaba repleto de una portentosa imaginación, de una búsqueda de lo maravilloso en un ámbito lleno de luces y sombras.
   Nació en 1927, en Colombia, hombre de imaginación prodigiosa, hay que destacar, de sus primeros libros, La hojarasca (1955), novela corta que explora el mundo de la niñez del autor, en el pueblo de Aracataca, en este relato hay lirismo emocionado, una búsqueda del mundo infantil, de la infancia como universo irrecuperable, lugar donde las fantasías son espejo de todo, donde las huellas de los antecesores del escritor cobran especial resonancia. Aparece por primera vez Macondo, trasunto de su infancia en Aracataca, donde el escritor nos ofrece ya la magistral capacidad de combinar la imaginación y la realidad, en forma de recuerdo.
   En ese tiempo, García Márquez dejó Barranquilla para trabajar en Bogotá, lugar en que su pluma dio lugar a artículos de gran interés.
    Fue enviado como corresponsal en París, surgió allí La mala hora (1961), novela de gran calado, que ya anticipa los logros del escritor: poderosa narrativa, lenguaje brillante y una imaginación que va calando en el lector, ensimismado ante el universo del narrador, repleto de historias y de relatos que son leyendas del pasado familiar.
  En este ámbito de gran belleza, la ciudad de la luz, surgió una magistral novela corta llamada El coronel no tiene quien le escriba, de gran talento, donde el escritor plasma el tema de la soledad, el arrinconamiento del hombre que espera, infructuosamente, el reconocimiento de sus derechos para la jubilación, todo está vendido, no les queda nada, tan solo el gallo de pelea que fue de su hijo y a quien quieren matar las fuerzas del Gobierno.
    La soledad, el desprecio a un hombre que ha prestado sus servicios a su país, representan una radiografía de la abulia y el marasmo de una sociedad que desprecia a los ciudadanos, mientras la clase política se enriquece cada vez más, ahíta de poder.
  En La mala hora, también circulan personajes que ya habían aparecido en La hojarasca, dato que nos señala la influencia de Galdós y Balzac en la obra del escritor colombiano. En esta obra tenemos el aviso de un aguacero que sirve de símbolo del poder represor, va aniquilando las aspiraciones de libertad del pueblo, que empieza a enviar pasquines nocturnos con proclamas de independencia. Todo está escrito, la maldad es intrínseca al ser humano, además, una dictadura pesa sobre todos, en el poder del ejército que reprime siempre a los ciudadanos.
García Márquez. Cuadro de Carlos Jacanamijoy 
   Llegó Cien años de soledad, como un auténtico mosaico de la vida humana, la novela no está inmersa en la línea realista de la narrativa hispanoamericana, como lo hace Vargas Llosa, pero tampoco en la fantasía intelectual de Borges, hay una libertad total en la novela, es un retorno al mundo infantil, a una forma de leer el universo, ya que no es solo la historia de una familia, los Buendía, sino también una representación del mundo entero, como si de una Biblia se tratase, el origen del mundo, cómo surge la familia, como institución santa y sacrílega a la vez, cómo surge el deseo y la ambición del ser humano, en un relato que debe mucho al cuento y a las historias que contaban los abuelos a los hijos en la penumbra de la noche, frente al fuego de la chimenea, la capacidad de trasladar la narración oral a la escrita es uno de los grandes logros de esta novela, que tendrá luego discípulas aventajadas, pero con cierta distancia en calidad, como Isabel Allende y su Casa de los espíritus.
    Llegan otros libros, La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), sigue existiendo un mundo infantil detrás, no profanado por el adulto, una forma de leer el mapa de la vida sin el desencanto del hombre ya maduro, sin el desengaño de nuestros grandes del Barroco, como Cervantes y Quevedo.
    García Márquez quiere retomar el tiempo del niño, para que la literatura vuelva a ser virgen, no mancillada por el tiempo ni por el mundo de las palabras que ya están manipuladas por la política o por la religión, en un lenguaje que vuelva al paraíso de la infancia, notable esfuerzo que se siente presente en cada página de Cien años de soledad, su obra maestra.
   Novelas como El coronel no tiene quien lo escriba, Crónica de una muerte anunciada o El amor en los tiempo del cólera, maravillosa historia que nos hace sentir en nuestra carne el amor de los personajes, su angustia ante la ausencia, un relato que hace de esta novela río un inmenso tratado del amor y de sus sombras y luces, son gran parte  de su legado literario que ha quedado para la historia. Gran conocedor del alma humana, el escritor se pone en la piel de Florentino Ariza y Fermina Daza, seres unidos por un amor, que en la línea del gran poema de Quevedo, va más allá de la muerte, recordando aquel polvo enamorado del gran poeta barroco.
    Luego llegan libros de menos calado como Memorias de mis putas tristes o su autobiografía, Vivir para contarla, que también dejan claro la singularidad de este premio Nobel de las Letras, de este universal narrador contemporáneo.
    Como colofón, hay que recordar Relato de un náufrago, como ese superviviente en el mar, como si el escritor, luchador ante la muerte y ante el cáncer que le venía rondando desde hace tiempo, que, ahora, lo ha vencido, no hay batalla que no pueda vencer el gran escritor, que ha hecho de la imaginación todo un mundo, un regalo para sus lectores, pero la muerte siempre es negra e invencible y se ha llevado al hombre, pero no su legado, uno de los más grandes de la literatura contemporánea, deudor de Cervantes o Balzac, pero también de Faulkner o Melville, porque su fuerza reside en las poderosas imágenes que traducen sus palabras, siempre tan cerca de las del lenguaje original, esas que no debemos olvidar, porque son lo mejor de nuestra infancia ya perdida.

miércoles, 9 de abril de 2014

De Blanco Nocturno o de la ficción paranoica pigliana

De Blanco Nocturno [1] o de la ficción paranoica pigliana

Por Mario Wong



« Basta un brillo fugaz en la noche y un hombre se 
quiebra como si estuviera hecho de vidrio. »

« Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica.
Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. »
R. Piglia



Ricardo Piglia
El asesinato de Tony Durán, un norteamericano (originario de Puerto Rico), en un pueblo de la provincia de Buenos Aires suscita la investigación policial para intentar reconstruir o, acaso, « entender » lo que había sucedido. La compleja investigación -a cargo del comisario Croce- tiene un falso asesino, el Ponja Yoshio, en esta novela de Ricardo Piglia, y penetra en la historia de una familia, los Belladona, que se superpone con la historia del poblado, fundado por Bruno Belladona, en un lugar desierto de la pampa argentina: « -Lo fundó mi abuelo -dijo con desprecio Sofía- no había nada cuando él llegó, sólo la tierra pelada, los ingleses levantaron la estación de ferrocarril y lo pusieron a cargo. » (p. 55) Emilio Renzi, periodista del diario « El Mundo » (de B.A.) averigua los pormenores de este crimen, ayudando al comisario caído en desgracia; este personaje -que aparece en toda la obra narrativa de Piglia-, a partir del sonado crimen de Durán, nos permite entrar en la historia de la familia Belladona y conocer, sobre todo, la vida de Luca Belladona.

Blanco Nocturno alude a una cacería nocturna. Es la historia de una familia y un pueblo en tiempos confusos; el centro de la intriga de esta novela lo ocupa Luca Belladona, quien vive solo, atrincherado en su fábrica que se halla en paro forzado, viviendo como un fantasma, obsesionado por sus invenciones y resistiendo a los que complotan contra él para despojarlo de los extensos terrenos de su propiedad, con fines especulativos


1.- Del asesinato de Tony Durán y del inicio de la investigación

El capítulo 4 de Blanco Nocturno comienza con estos párrafos: « Encontraron a Durán muerto en el piso de su cuarto en el hotel, con una cuchillada en el pecho. Lo descubrió la chica de la limpieza porque se oía sonar el teléfono del otro lado de la puerta cerrada, sin que nadie lo atendiera, y ella pensó que la pieza estaba vacía. Eran las dos de la tarde.»
« Croce estaba tomando un vermut con Saldías (su asistente) en el bar del hotel, así que no tuvo que moverse para empezar a investigar. » (p. 57). Y en la páginas siguientes: « El cuerpo de Durán, vestido con un pantalón negro y camiseta blanca, estaba tendido en el piso sobre un charco de sangre. Parecía a punto de sonreír y tenía los ojos abiertos con una mirada a la vez helada y aterradora.»
« Croce y Saldías se pararon frente al cadáver con esa extraña complicidad que se establece entre dos hombres que miran juntos a un muerto.»
« -No hay que tocarlo -dijo Croce-. Pobre Cristo… » (pp. 58-59).
     La investigación policial empieza siempre por la víctima; ese es el primer rastro, la luz oscura. Desde el inicio de la novela, el capítulo 1 da cuenta de ella: « Tony Durán era un aventurero y un jugador profesional y vio la oportunidad de ganar la apuesta máxima cuando tropezó con las hermanas Belladona. Fue un ménage à trois que escandalizó al pueblo y ocupó la atención general durante meses. Siempre aparecía con una de ellas en el restaurante del Hotel Plaza pero nadie podía saber cual era la que estaba con él porque las gemelas eran tan iguales que tenían idéntica hasta la letra. Tony casi nunca se hacía ver con las dos al mismo tiempo, eso lo reservaba para la intimidad, y lo que más impresionaba a … » (p. 13). Las murmuraciones y rumores se propagan por todo el poblado y dan pie a distintas versiones y conjeturas; habladurías, decires provincianos que incrementaron su prestigio.


2.- Del dispositivo [2] bloqueado de la fábrica abandonada y de Luca Belladona

     El mismo día de su asesinato y a la misma hora (2 pm), Tony Durán recibió una llamada telefónica, que provenía de la fábrica abandonada de Luca Belladona. Ahí, desde que la fábrica entró en paro, vivía encerrado él con sus inventos y sus sueños. Cito, seguido, la parte final del diálogo del comisario con las hermanas Belladona (un par de páginas antes se ha señalado que Croce, las habría descartado, desde el principio, como autoras del crimen):
« -¿Podemos irnos?-preguntó Sofía.
-¿O somos sospechosas?-dijo Ada.
-Todos somos sospechosos -dijo Croce-. Mejor salgan por atrás y hagan el favor de no comentar lo que han visto aquí ni lo que hemos hablado. » (p. 70)
     A esa misma hora, tres personas (dos huéspedes del hotel y una de las mucamas de limpieza) habían visto a Yoshio Dazai. Y Promo, el encargado de la seguridad, lo acusó: « Fue el Japo -dijo con la voz nasal de un actor de una película argentina de pistoleros-. Una pelea de maricas. » (p. 71-72). Los demás, que se apresuraron a testimoniar, parecían coincidir con él, y al comisario Croce le pareció rara tanta unanimidad; algunos de ellos se habían creado problemas con su testimonio: « … La mucama que dijo haber visto a Yoshio salir apurado de la pieza de Durán no pudo explicar qué hacía en el pasillo a esa hora cuando ya debía estar de franco. » (p. 72)
     La muerte de Tony Durán no se puede entender sin asomarse al « costado oscuro » de la historia familiar de los Belladona, sobre todo de la historia de Luca (él había traido 100,000 dolares en un bolso de cuero, para reflotar la fábrica parada; herencia de la madre de Luca, una irlandesa, que abandonó a su padre, el viejo Belladona, con dos hijos pequeños). Aquí, Sofía le cuenta a Emilio Renzi todo sobre su familia y su medio hermano, Luca, y del pueblo confabulado contra él. Cito: « -Cuando la fábrica se vino abajo, mi hermano no quiso transar. Ni siquiera habría que decir « no quiso », más bien no pudo, ni siquiera imaginó la posibilidad de abandonar o rendirse. ¿Te das cuenta? Imaginate un matemático que descubre que dos más dos son cinco y para que no crean que se ha vuelto loco tiene que adaptar, a su fórmula, todo el sistema matemático donde, por supuesto, dos más dos no son cinco, ni tres, y lo consigue. -Se sirvió otro vaso de vino y le puso hielo y se quedó quieta un momento, y después miró a Renzi, que parecía un gato, en el sillón-. Parecés un gato -dijo ella-, tirado en ese sillón, y te digo más -dijo después-, no fue así, no es tan abstracto, imaginate un campeón de natación que se ahoga. O mejor, pensá en un gran maratonista que va primero y que cuando está a quinientos metros de la meta le da un ataque, un calambre que lo paraliza, pero avanza igual porque no piensa, de ningún modo, abandonar, hasta que al fin, cuando pisa la raya, ya es de noche y no queda nadie en el estadio.
-Pero ¿qué estadio? -dice Renzi-. ¿qué gato? No hagas más comparaciones, contá directo. » (p. 74-75)
     Y al final, de este capítulo de la novela, sobre las peleas por la herencia: «… El único que se mantuvo ajeno y no aceptó ningún legado y se hizo solo fue mi hermano Luca… Porque no hay nada que heredar, salvo la muerte y la tierra. Porque la tierra no debe cambiar de mano, la tierra es lo único que vale, dice siempre mi padre, y cuando mi hermano se negó a aceptar lo que era de él, empezaron los conflictos que llevaron a la muerte de Tony. » (p. 75).
     En medio del dispositivo bloqueado de la fábrica (en la segunda visita, creo, que hace Renzi) -en que « todo parecía estar a la espera, como si un sismo -o la lava gris e imperceptible de un volcán en erupción- hubiera dejado inmóvil un día cualquiera de la fábrica, en el momento de su congelación. Año 1971: 12 de abril. Los almanaques con chicas desnudas de unas gomerías de Avellaneda, la vieja radio con caja de madera enchufada a la pared, los diarios que cubrían los vidrios, todo remitía al momento en que el tiempo se había detenido… » (p. 254)-, donde aparecen los inventos de Luca Belladona, él le muestra un objeto cónico e inquietante (que corresponde a las invenciones artlíanas de Los siete locos y Los lanzallamas, futurista en esta era de la innovación tecnológica en las comunicaciones y la información), el mirador (también muy borgiano, en la línea del Aleph, aunque se trata de una máquina aérea, y de los laberintos de espejos), al que han pensado en llamar « Nautilus ». Cito in extensium, seguido, dos fragmentos: « La construcción terminaba en un ojo de vidrio de dos metros de diámetro, rodeado de pasillos de metal, al que se ascendía por una escalera de caracol que desembocaba en una sala de control con grandes ventanales y sillones giratorios. Desde ahí, en lo alto, la vista era magnífica y circular. Por un lado se podía ver, según Luca, la esfera celeste, pero adaptando una serie de espejos colocados sobre placas cuadradas y movidos por brazos mecánicos se podía vigilar también el desierto. A lo lejos se veía el destello de las grandes lagunas del sur de la provincia y los campos… » (p. 256); y: « Frente a los sillones había un tablero con instrumental eléctrico que permitía hacer girar los espejos y también provocar una leve oscilación en la pirámide. Sobre tres grampas sostenidas sobre las paredes de acero había colocado tres televisores Zenith conectados entre si por una compleja red de cables y de antenas móviles. Las pantallas, al encenderse, conectaban con canales simultáneos y permitían seguir al mismo tiempo imágenes distintas.
« -Hemos pensado llamarla Nautilus a esta máquina, que es la réplica de una nave espacial, no es un submarino, es una máquina aérea que sólo produce movimientos en la perspectiva y en la visión de lo que se ve venir. Éste es el anuncio de la nueva época: vehículos quietos que traerán el mundo hacia nosotros en lugar de tener que viajar nosotros hacia el mundo. » (p. 257). Excelente e inquietante prosa ésta la de Ricardo Piglia en Blanco Nocturno.
     Concluyo esta parte señalando que para R. Piglia, y esto es muy importante, « la literatura trabaja con los límites del lenguaje »; que él construye sus relatos « a partir de lo no dicho, de cierto silencio que debe estar en el texto y sostener la tensión de la intriga. »; ¿quién llamó desde la fábrica? ¿esta implicada Ada, una de las gemelas Belladona, que es amante del fiscal Cueto (que es quien mueve los hilos del « complot » para despojar de la fábrica a Luca)? En la obra de Piglia no se trata de ningún enigma (aunque pudiese tener esa forma), sino de algo que es, según su poética, más esencial. « Lo no dicho puede tener relación con el « secreto » -sostiene Rosa Pellicer- más que con el « enigma »: mientras que éste puede descifrarse por oculto que sea, aquél sigue escondido, no depende de la interpretación. « No se trata de un elemento que el crítico atribuye al funcionamiento de la literatura, que siempre es polivalente y abierto, sino que el relato está construido sobre un punto ciego a partir del cual es muy difícil estabilizarlo. » [3].


3.- Autopsia de Blanco Nocturno como « novela policial paranoica »

     Constatando las particularidades físicas y la delicadeza de Yohio Dazai, el amante Japo de Tony Durán, el inspector Croce y Saldías intercambian opiniones:
« -Viste las manitas de ese hombre. ¿Qué pulso ni qué corazón va a tener para clavar esa puñalada? Como si lo hubiera matado un robot.
-Un muñeco dice Saldías.
-Un Gaucho, hábil con el cuchillo. » (p.87)
     Aqui la deducción policial se hace presente, imponiéndosele al comisario la hipótesis conspirativa: « …que el crimen había tenido un instigador. Es decir, descartada la hipótesis pasional, que hubiera resuelto el caso, tenía que haber otros implicados. Todos los crímenes son pasionales, dijo Croce, salvo los que se hacen por encargo. Hubo un llamado de la fábrica. Qué raro. Luca no habla nunca con nadie. Y menos por teléfono. No sale a la calle. Odia el campo, la quietud de la llanura, los gauchos dormidos, los patrones que viven sin hacer nada, mirando el horizonte bajo el alero de las casas, en la sombra de las galerías, tirándose a las chinitas en los galpones, entre las bolsas de maíz, jugando toda la noche al pase inglés. Los odia. Croce vio el alto edificio abandonado de la fábrica con su luz intermitente como si fuera una fortaleza vacía. La fortaleza vacía. No es que oyera voces, esas frases le llegaban como recuerdos. Lo conozco como si fuera mi hijo. Parecían frases escritas en la noche. Sabía bien qué querían decir pero no cómo entraban en su cabeza. » (Ibid.).
     En torno a Luca Belladona y a la fábrica abandonada se desarrolla toda la intriga de Blanco Nocturno. Él es el objeto y terminará suicidándose, siendo otra de las víctimas (al ser acorralado por el fiscal Cueto, en el comparendo ante el juez que dirime el conflicto por el dinero que había traido Tony Durán, y tomar la decisión de salvar a la fábrica, levantando la hipoteca, pero perdiéndose él, al permitir que se cerrase el caso, con lo que se aceptaba la culpabilidad de Yoshio Dazai, parando asi la investigación del comisario, que tenía otra versión de lo sucedido, que a nadie convenía) de la conspiración puesta en marcha para despojarlo. Cito (Renzi visita a Croce, después del comparendo): « Parecía abatido. Luca iba levantar la hipoteca y salvar la fábrica pero el costo era demasiado alto; estaba seguro de que iba a terminar mal. Croce tenía una capacidad extraordinaria para captar el sentido de los acontecimientos y también para anticipar sus consecuencias, pero no podía hacer nada para evitarlos y cuando lo intentaba lo acechaba la locura. La realidad era su campo de prueba y muchas veces era capaz de imaginar una serie de hechos antes de que ocurrieran y anticipar su desenlace, pero sólo podía dejar que los acontecimientos sucedieran para probar su experimento y demostrar que tenía razón. » (p. 282-283) Y el comisario dice: « …trabajo a partir de los hechos consumados y luego imagino sus consecuencias, pero no puedo evitarlas. Lo que sigue a los crímenes son nuevos crímenes. Luca ahora piensa no sólo que condenó a Yoshio sino también a mí. Si no hubiera aceptado la propuesta de Cueto y se hubiera negado a cerrar el caso, yo habría tenido chance contra Cueto… » (p. 283) Es como si estuviésemos aquí frente al « punto ciego » del relato policial paranoico, en la argumentación teórica de Piglia, que lo inestabiliza e impide cerrarlo.
     Y ante la pregunta de Renzi que quiere saber, en definitiva, cuál es la verdad, le responde con una chispa de ironía cansada (« que ardía siempre en sus ojos »):
« Vos leés demasiadas novelas policiales, pibe, si supieras cómo son verdaderamente las cosas… No es cierto que se pueda restablecer el orden, no es cierto que el crimen siempre se resuelve… No hay ninguna lógica. Luchamos para restablecer las causas y deducir los efectos, pero nunca podemos conocer la red completa de intrigas… Aislamos datos, nos detenemos en algunas escenas, interrogamos a varios testigos y avanzamos a ciegas. Cuanto más cerca estás del centro, más te enredas en una telaraña que no tiene fin. Las novelas policiales resuelven con elegancia o con brutalidad los crímenes para que los lectores se queden tranquilos. Cueto tiene una mente tortuosa, hace cosas extrañas, asesina por procuración. Deja a propósito cabos sueltos. ¿Por qué hizo dejar la bolsa con la plata en el depósito del hotel? ¿El viejo Belladona tuvo algo que ver? Hay más incógnitas sin resolver que pistas claras… (p. 283-284) No estamos, pues, frente al relato policial clásico sino ante la narrativa pigliana, entendida como « ficción paranoica », que se asienta en « redes marcadas por el complot; es decir, en la práctica de la sospecha, la variabilidad de las interpretaciones de los hechos sociales e individuales, el miedo ante el acecho del mal. » [4]

    La « ficción paranoica », « es un modo de definir -sostiene Piglia, en una entrevista- el estado actual del género policial. » Éste se entrelaza con la figura del complot; así, « el sujeto no descifra un crimen privado sino que se enfrenta a una combinación multitudinaria de enemigos. » Aquí, la idea de la conspiración se conectaría con una duda: « ¿cómo ve la sociedad al sujeto privado? Bajo la forma de un complot, argumenta Piglia, destinado a destruirlo, o en otras palabras: la conspiración y la paranoia están ligadas a la parcepción que un individuo diseña en torno a lo social. El complot, entonces, ha sustituido a la noción trágica de destino… Estos serían los dos polos de la ficción paranoica: por una parte, es el estado del género policial; por otra, la manera en que la literatura nos dice cómo el sujeto privado lee lo político, lo social. » [5]
     Sobre esta reflexión de R. Piglia, la crítica Sonia Mattalia señala que ella apunta a que « más allá de los juegos disciplinares con los que la sociedad panóptica moderna configura sujetos constreñidos en el ejercicio de la libertad, los habitantes urbanos traman redes discursivas donde florecen relatos orales o escritos que afectan la interpretación y la producción de la verdad. » [6] Aunque Blanco Nocturno, novela esta que mereciera el premio internacional Rómulo Gallegos el 2011, ficcionaliza el crimen que remueve las capas arqueológicas de un pueblo y de una familia, los Belladona, las voces están ahí, en las cartas anónimas del comisario Croce y en los escritos de Renzi (y hay muchas más, la de Sofía Belladona, la de la bibliotecaria del pueblo que ha creado un archivo histórico, que ha consultado Renzi).
     Termino este artículo, ya bastante largo, citando un pasaje del capítulo 18, de un poco antes de que Emilio Renzi tome el ferrocarril, para retornar a Buenos Aires: « Mientras Croce siga en pie, Cueto nunca va a estar tranquilo, pensó Renzi mientras bajaba por la calle. La historia sigue, puede seguir, hay varias conjeturas posibles, queda abierta, sólo se interrumpe. La investigación no tiene fin, no puede terminar. Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. El criminal ya no es un individuo aislado, sino una gavilla que tiene el poder absoluto. Nadie comprende lo que está pasando; las pistas y los testimonios son contradictorios y mantienen las sospechas en el aire, como si cambiaran con cada interpretación. La víctima es el protagonista y el centro de la intriga; no ya el detective a sueldo o el asesino por contrato. Anduvo pensando en esos desvíos mientras caminaba -quizá por última vez- por las calles polvorientas del pueblo. » (p. 284-285)

París-Montmartre, 21 de marzo del 2014.




[1] Ricardo Piglia, Blanco Nocturno, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2011 (las páginas en el texto mío corresponden a esta novela).

[2] Utilizo éste término tal como lo define el filósofo italiano Giorgio Agamben: « En donnant une généralité encore plus grande à la clase déjà très vaste des dispisitifs de Foucault, j’appelle dispositif tout ce qui a, d’une manière ou d’une autre, la capacité de capturer, d’orienter, de déterminer, d’intercepter, de modeler, de contrôler et d’assurer les gestes, les conduites, les opinions et les discours des êtres vivants. »; ver Qu’est-ce qu’un dispositif? , París, Éds. Payot & Rivage, 2007, p. 30-33.

[3]  R. Piglia, Crítica y ficción, Barcelona, Anagrama, 2001, p. 54 y 210. Ver Rosa Pellicer, « Ricardo Piglia y el relato del crimen »; in: Daniel Mesa Gancedo (Coord.), Ricardo Piglia. La escritura y el arte nuevo de la sospecha, Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Univ. de Sevilla, 2006, p. 96-97.

[4]  « Si el modo central de narrar en la modernidad es la proliferación de la suspicacia no es extraño que sea el género policial el mejor modelo para representar la vida urbana. La locura y el delirio serán las figuras donde anida la verdad. No es casual que la narrativa de Piglia esté suspendida en varios precursores de la ficción paranoica. Por lo pronto Quiroga, Arlt, Borges, Kafka, Joyce son los referentes que lo sostienen. Ensayos sobre todos ellos jalonan la tarea crítica de Piglia. » (Sonia Mattalia, « La ficción paranoica: el enigma de las palabras », in: D. Mesa Gancedo, Ob. Cit., p. 114-115)

[5] R. Piglia, « De la tragedia a la conspiración. Entrevista con Mauricio Montiel Figueiras, La Nación, Buenos Aires, 18/5/2003; Cit. de S. Mattalia, ensayo citado, in: D. Mesa Gancedo, Ob. Cit., p. 111-112. En 1997, varios años antes de esta entrevista, Piglia dictó un seminario en la Univesidad de Princeton sobre la ficción paranoica.

[6] Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1976, p. 91-140; ver S. Mattalia, ensayo cit., p. 112. Ella sostiene que: « En el despunte de la ficción paranoica, tal como la propone Piglia, el entramado de los hechos del relato policial se basa en la ley de máxima coherencia; la tarea del investigador se convierte en una caza de indicios y hechos ligados en una cadena fatal que concluye con la revelación del enigma. La hiperbólica causalidad del relato policial clásico se asienta en el pensamiento paranoico: todo es plausible de ser analizado, todo es plausible de ser interpretado; todo se acopla en el efecto final produciendo una verdad consistente e incuestionable. Esta hiperbolización de la causalidad desestructura el realismo mimético, lo apabulla, lo tensa y hace evidente su carácter artificial. » Por lo que expongo, en la parte final de este artículo, todo esto de la « verdad consistente e incuestionable » me resulta bastante cuestionable.

De Blanco Nocturno o de la ficción paranoica pigliana

De Blanco Nocturno [1] o de la ficción paranoica pigliana

Por Mario Wong



« Basta un brillo fugaz en la noche y un hombre se 
quiebra como si estuviera hecho de vidrio. »

« Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica.
Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. »
R. Piglia



Ricardo Piglia
El asesinato de Tony Durán, un norteamericano (originario de Puerto Rico), en un pueblo de la provincia de Buenos Aires suscita la investigación policial para intentar reconstruir o, acaso, « entender » lo que había sucedido. La compleja investigación -a cargo del comisario Croce- tiene un falso asesino, el Ponja Yoshio, en esta novela de Ricardo Piglia, y penetra en la historia de una familia, los Belladona, que se superpone con la historia del poblado, fundado por Bruno Belladona, en un lugar desierto de la pampa argentina: « -Lo fundó mi abuelo -dijo con desprecio Sofía- no había nada cuando él llegó, sólo la tierra pelada, los ingleses levantaron la estación de ferrocarril y lo pusieron a cargo. » (p. 55) Emilio Renzi, periodista del diario « El Mundo » (de B.A.) averigua los pormenores de este crimen, ayudando al comisario caído en desgracia; este personaje -que aparece en toda la obra narrativa de Piglia-, a partir del sonado crimen de Durán, nos permite entrar en la historia de la familia Belladona y conocer, sobre todo, la vida de Luca Belladona.

Blanco Nocturno alude a una cacería nocturna. Es la historia de una familia y un pueblo en tiempos confusos; el centro de la intriga de esta novela lo ocupa Luca Belladona, quien vive solo, atrincherado en su fábrica que se halla en paro forzado, viviendo como un fantasma, obsesionado por sus invenciones y resistiendo a los que complotan contra él para despojarlo de los extensos terrenos de su propiedad, con fines especulativos


1.- Del asesinato de Tony Durán y del inicio de la investigación

El capítulo 4 de Blanco Nocturno comienza con estos párrafos: « Encontraron a Durán muerto en el piso de su cuarto en el hotel, con una cuchillada en el pecho. Lo descubrió la chica de la limpieza porque se oía sonar el teléfono del otro lado de la puerta cerrada, sin que nadie lo atendiera, y ella pensó que la pieza estaba vacía. Eran las dos de la tarde.»
« Croce estaba tomando un vermut con Saldías (su asistente) en el bar del hotel, así que no tuvo que moverse para empezar a investigar. » (p. 57). Y en la páginas siguientes: « El cuerpo de Durán, vestido con un pantalón negro y camiseta blanca, estaba tendido en el piso sobre un charco de sangre. Parecía a punto de sonreír y tenía los ojos abiertos con una mirada a la vez helada y aterradora.»
« Croce y Saldías se pararon frente al cadáver con esa extraña complicidad que se establece entre dos hombres que miran juntos a un muerto.»
« -No hay que tocarlo -dijo Croce-. Pobre Cristo… » (pp. 58-59).
     La investigación policial empieza siempre por la víctima; ese es el primer rastro, la luz oscura. Desde el inicio de la novela, el capítulo 1 da cuenta de ella: « Tony Durán era un aventurero y un jugador profesional y vio la oportunidad de ganar la apuesta máxima cuando tropezó con las hermanas Belladona. Fue un ménage à trois que escandalizó al pueblo y ocupó la atención general durante meses. Siempre aparecía con una de ellas en el restaurante del Hotel Plaza pero nadie podía saber cual era la que estaba con él porque las gemelas eran tan iguales que tenían idéntica hasta la letra. Tony casi nunca se hacía ver con las dos al mismo tiempo, eso lo reservaba para la intimidad, y lo que más impresionaba a … » (p. 13). Las murmuraciones y rumores se propagan por todo el poblado y dan pie a distintas versiones y conjeturas; habladurías, decires provincianos que incrementaron su prestigio.


2.- Del dispositivo [2] bloqueado de la fábrica abandonada y de Luca Belladona

     El mismo día de su asesinato y a la misma hora (2 pm), Tony Durán recibió una llamada telefónica, que provenía de la fábrica abandonada de Luca Belladona. Ahí, desde que la fábrica entró en paro, vivía encerrado él con sus inventos y sus sueños. Cito, seguido, la parte final del diálogo del comisario con las hermanas Belladona (un par de páginas antes se ha señalado que Croce, las habría descartado, desde el principio, como autoras del crimen):
« -¿Podemos irnos?-preguntó Sofía.
-¿O somos sospechosas?-dijo Ada.
-Todos somos sospechosos -dijo Croce-. Mejor salgan por atrás y hagan el favor de no comentar lo que han visto aquí ni lo que hemos hablado. » (p. 70)
     A esa misma hora, tres personas (dos huéspedes del hotel y una de las mucamas de limpieza) habían visto a Yoshio Dazai. Y Promo, el encargado de la seguridad, lo acusó: « Fue el Japo -dijo con la voz nasal de un actor de una película argentina de pistoleros-. Una pelea de maricas. » (p. 71-72). Los demás, que se apresuraron a testimoniar, parecían coincidir con él, y al comisario Croce le pareció rara tanta unanimidad; algunos de ellos se habían creado problemas con su testimonio: « … La mucama que dijo haber visto a Yoshio salir apurado de la pieza de Durán no pudo explicar qué hacía en el pasillo a esa hora cuando ya debía estar de franco. » (p. 72)
     La muerte de Tony Durán no se puede entender sin asomarse al « costado oscuro » de la historia familiar de los Belladona, sobre todo de la historia de Luca (él había traido 100,000 dolares en un bolso de cuero, para reflotar la fábrica parada; herencia de la madre de Luca, una irlandesa, que abandonó a su padre, el viejo Belladona, con dos hijos pequeños). Aquí, Sofía le cuenta a Emilio Renzi todo sobre su familia y su medio hermano, Luca, y del pueblo confabulado contra él. Cito: « -Cuando la fábrica se vino abajo, mi hermano no quiso transar. Ni siquiera habría que decir « no quiso », más bien no pudo, ni siquiera imaginó la posibilidad de abandonar o rendirse. ¿Te das cuenta? Imaginate un matemático que descubre que dos más dos son cinco y para que no crean que se ha vuelto loco tiene que adaptar, a su fórmula, todo el sistema matemático donde, por supuesto, dos más dos no son cinco, ni tres, y lo consigue. -Se sirvió otro vaso de vino y le puso hielo y se quedó quieta un momento, y después miró a Renzi, que parecía un gato, en el sillón-. Parecés un gato -dijo ella-, tirado en ese sillón, y te digo más -dijo después-, no fue así, no es tan abstracto, imaginate un campeón de natación que se ahoga. O mejor, pensá en un gran maratonista que va primero y que cuando está a quinientos metros de la meta le da un ataque, un calambre que lo paraliza, pero avanza igual porque no piensa, de ningún modo, abandonar, hasta que al fin, cuando pisa la raya, ya es de noche y no queda nadie en el estadio.
-Pero ¿qué estadio? -dice Renzi-. ¿qué gato? No hagas más comparaciones, contá directo. » (p. 74-75)
     Y al final, de este capítulo de la novela, sobre las peleas por la herencia: «… El único que se mantuvo ajeno y no aceptó ningún legado y se hizo solo fue mi hermano Luca… Porque no hay nada que heredar, salvo la muerte y la tierra. Porque la tierra no debe cambiar de mano, la tierra es lo único que vale, dice siempre mi padre, y cuando mi hermano se negó a aceptar lo que era de él, empezaron los conflictos que llevaron a la muerte de Tony. » (p. 75).
     En medio del dispositivo bloqueado de la fábrica (en la segunda visita, creo, que hace Renzi) -en que « todo parecía estar a la espera, como si un sismo -o la lava gris e imperceptible de un volcán en erupción- hubiera dejado inmóvil un día cualquiera de la fábrica, en el momento de su congelación. Año 1971: 12 de abril. Los almanaques con chicas desnudas de unas gomerías de Avellaneda, la vieja radio con caja de madera enchufada a la pared, los diarios que cubrían los vidrios, todo remitía al momento en que el tiempo se había detenido… » (p. 254)-, donde aparecen los inventos de Luca Belladona, él le muestra un objeto cónico e inquietante (que corresponde a las invenciones artlíanas de Los siete locos y Los lanzallamas, futurista en esta era de la innovación tecnológica en las comunicaciones y la información), el mirador (también muy borgiano, en la línea del Aleph, aunque se trata de una máquina aérea, y de los laberintos de espejos), al que han pensado en llamar « Nautilus ». Cito in extensium, seguido, dos fragmentos: « La construcción terminaba en un ojo de vidrio de dos metros de diámetro, rodeado de pasillos de metal, al que se ascendía por una escalera de caracol que desembocaba en una sala de control con grandes ventanales y sillones giratorios. Desde ahí, en lo alto, la vista era magnífica y circular. Por un lado se podía ver, según Luca, la esfera celeste, pero adaptando una serie de espejos colocados sobre placas cuadradas y movidos por brazos mecánicos se podía vigilar también el desierto. A lo lejos se veía el destello de las grandes lagunas del sur de la provincia y los campos… » (p. 256); y: « Frente a los sillones había un tablero con instrumental eléctrico que permitía hacer girar los espejos y también provocar una leve oscilación en la pirámide. Sobre tres grampas sostenidas sobre las paredes de acero había colocado tres televisores Zenith conectados entre si por una compleja red de cables y de antenas móviles. Las pantallas, al encenderse, conectaban con canales simultáneos y permitían seguir al mismo tiempo imágenes distintas.
« -Hemos pensado llamarla Nautilus a esta máquina, que es la réplica de una nave espacial, no es un submarino, es una máquina aérea que sólo produce movimientos en la perspectiva y en la visión de lo que se ve venir. Éste es el anuncio de la nueva época: vehículos quietos que traerán el mundo hacia nosotros en lugar de tener que viajar nosotros hacia el mundo. » (p. 257). Excelente e inquietante prosa ésta la de Ricardo Piglia en Blanco Nocturno.
     Concluyo esta parte señalando que para R. Piglia, y esto es muy importante, « la literatura trabaja con los límites del lenguaje »; que él construye sus relatos « a partir de lo no dicho, de cierto silencio que debe estar en el texto y sostener la tensión de la intriga. »; ¿quién llamó desde la fábrica? ¿esta implicada Ada, una de las gemelas Belladona, que es amante del fiscal Cueto (que es quien mueve los hilos del « complot » para despojar de la fábrica a Luca)? En la obra de Piglia no se trata de ningún enigma (aunque pudiese tener esa forma), sino de algo que es, según su poética, más esencial. « Lo no dicho puede tener relación con el « secreto » -sostiene Rosa Pellicer- más que con el « enigma »: mientras que éste puede descifrarse por oculto que sea, aquél sigue escondido, no depende de la interpretación. « No se trata de un elemento que el crítico atribuye al funcionamiento de la literatura, que siempre es polivalente y abierto, sino que el relato está construido sobre un punto ciego a partir del cual es muy difícil estabilizarlo. » [3].


3.- Autopsia de Blanco Nocturno como « novela policial paranoica »

     Constatando las particularidades físicas y la delicadeza de Yohio Dazai, el amante Japo de Tony Durán, el inspector Croce y Saldías intercambian opiniones:
« -Viste las manitas de ese hombre. ¿Qué pulso ni qué corazón va a tener para clavar esa puñalada? Como si lo hubiera matado un robot.
-Un muñeco dice Saldías.
-Un Gaucho, hábil con el cuchillo. » (p.87)
     Aqui la deducción policial se hace presente, imponiéndosele al comisario la hipótesis conspirativa: « …que el crimen había tenido un instigador. Es decir, descartada la hipótesis pasional, que hubiera resuelto el caso, tenía que haber otros implicados. Todos los crímenes son pasionales, dijo Croce, salvo los que se hacen por encargo. Hubo un llamado de la fábrica. Qué raro. Luca no habla nunca con nadie. Y menos por teléfono. No sale a la calle. Odia el campo, la quietud de la llanura, los gauchos dormidos, los patrones que viven sin hacer nada, mirando el horizonte bajo el alero de las casas, en la sombra de las galerías, tirándose a las chinitas en los galpones, entre las bolsas de maíz, jugando toda la noche al pase inglés. Los odia. Croce vio el alto edificio abandonado de la fábrica con su luz intermitente como si fuera una fortaleza vacía. La fortaleza vacía. No es que oyera voces, esas frases le llegaban como recuerdos. Lo conozco como si fuera mi hijo. Parecían frases escritas en la noche. Sabía bien qué querían decir pero no cómo entraban en su cabeza. » (Ibid.).
     En torno a Luca Belladona y a la fábrica abandonada se desarrolla toda la intriga de Blanco Nocturno. Él es el objeto y terminará suicidándose, siendo otra de las víctimas (al ser acorralado por el fiscal Cueto, en el comparendo ante el juez que dirime el conflicto por el dinero que había traido Tony Durán, y tomar la decisión de salvar a la fábrica, levantando la hipoteca, pero perdiéndose él, al permitir que se cerrase el caso, con lo que se aceptaba la culpabilidad de Yoshio Dazai, parando asi la investigación del comisario, que tenía otra versión de lo sucedido, que a nadie convenía) de la conspiración puesta en marcha para despojarlo. Cito (Renzi visita a Croce, después del comparendo): « Parecía abatido. Luca iba levantar la hipoteca y salvar la fábrica pero el costo era demasiado alto; estaba seguro de que iba a terminar mal. Croce tenía una capacidad extraordinaria para captar el sentido de los acontecimientos y también para anticipar sus consecuencias, pero no podía hacer nada para evitarlos y cuando lo intentaba lo acechaba la locura. La realidad era su campo de prueba y muchas veces era capaz de imaginar una serie de hechos antes de que ocurrieran y anticipar su desenlace, pero sólo podía dejar que los acontecimientos sucedieran para probar su experimento y demostrar que tenía razón. » (p. 282-283) Y el comisario dice: « …trabajo a partir de los hechos consumados y luego imagino sus consecuencias, pero no puedo evitarlas. Lo que sigue a los crímenes son nuevos crímenes. Luca ahora piensa no sólo que condenó a Yoshio sino también a mí. Si no hubiera aceptado la propuesta de Cueto y se hubiera negado a cerrar el caso, yo habría tenido chance contra Cueto… » (p. 283) Es como si estuviésemos aquí frente al « punto ciego » del relato policial paranoico, en la argumentación teórica de Piglia, que lo inestabiliza e impide cerrarlo.
     Y ante la pregunta de Renzi que quiere saber, en definitiva, cuál es la verdad, le responde con una chispa de ironía cansada (« que ardía siempre en sus ojos »):
« Vos leés demasiadas novelas policiales, pibe, si supieras cómo son verdaderamente las cosas… No es cierto que se pueda restablecer el orden, no es cierto que el crimen siempre se resuelve… No hay ninguna lógica. Luchamos para restablecer las causas y deducir los efectos, pero nunca podemos conocer la red completa de intrigas… Aislamos datos, nos detenemos en algunas escenas, interrogamos a varios testigos y avanzamos a ciegas. Cuanto más cerca estás del centro, más te enredas en una telaraña que no tiene fin. Las novelas policiales resuelven con elegancia o con brutalidad los crímenes para que los lectores se queden tranquilos. Cueto tiene una mente tortuosa, hace cosas extrañas, asesina por procuración. Deja a propósito cabos sueltos. ¿Por qué hizo dejar la bolsa con la plata en el depósito del hotel? ¿El viejo Belladona tuvo algo que ver? Hay más incógnitas sin resolver que pistas claras… (p. 283-284) No estamos, pues, frente al relato policial clásico sino ante la narrativa pigliana, entendida como « ficción paranoica », que se asienta en « redes marcadas por el complot; es decir, en la práctica de la sospecha, la variabilidad de las interpretaciones de los hechos sociales e individuales, el miedo ante el acecho del mal. » [4]

    La « ficción paranoica », « es un modo de definir -sostiene Piglia, en una entrevista- el estado actual del género policial. » Éste se entrelaza con la figura del complot; así, « el sujeto no descifra un crimen privado sino que se enfrenta a una combinación multitudinaria de enemigos. » Aquí, la idea de la conspiración se conectaría con una duda: « ¿cómo ve la sociedad al sujeto privado? Bajo la forma de un complot, argumenta Piglia, destinado a destruirlo, o en otras palabras: la conspiración y la paranoia están ligadas a la parcepción que un individuo diseña en torno a lo social. El complot, entonces, ha sustituido a la noción trágica de destino… Estos serían los dos polos de la ficción paranoica: por una parte, es el estado del género policial; por otra, la manera en que la literatura nos dice cómo el sujeto privado lee lo político, lo social. » [5]
     Sobre esta reflexión de R. Piglia, la crítica Sonia Mattalia señala que ella apunta a que « más allá de los juegos disciplinares con los que la sociedad panóptica moderna configura sujetos constreñidos en el ejercicio de la libertad, los habitantes urbanos traman redes discursivas donde florecen relatos orales o escritos que afectan la interpretación y la producción de la verdad. » [6] Aunque Blanco Nocturno, novela esta que mereciera el premio internacional Rómulo Gallegos el 2011, ficcionaliza el crimen que remueve las capas arqueológicas de un pueblo y de una familia, los Belladona, las voces están ahí, en las cartas anónimas del comisario Croce y en los escritos de Renzi (y hay muchas más, la de Sofía Belladona, la de la bibliotecaria del pueblo que ha creado un archivo histórico, que ha consultado Renzi).
     Termino este artículo, ya bastante largo, citando un pasaje del capítulo 18, de un poco antes de que Emilio Renzi tome el ferrocarril, para retornar a Buenos Aires: « Mientras Croce siga en pie, Cueto nunca va a estar tranquilo, pensó Renzi mientras bajaba por la calle. La historia sigue, puede seguir, hay varias conjeturas posibles, queda abierta, sólo se interrumpe. La investigación no tiene fin, no puede terminar. Habría que inventar un nuevo género policial, la ficción paranoica. Todos son sospechosos, todos se sienten perseguidos. El criminal ya no es un individuo aislado, sino una gavilla que tiene el poder absoluto. Nadie comprende lo que está pasando; las pistas y los testimonios son contradictorios y mantienen las sospechas en el aire, como si cambiaran con cada interpretación. La víctima es el protagonista y el centro de la intriga; no ya el detective a sueldo o el asesino por contrato. Anduvo pensando en esos desvíos mientras caminaba -quizá por última vez- por las calles polvorientas del pueblo. » (p. 284-285)

París-Montmartre, 21 de marzo del 2014.




[1] Ricardo Piglia, Blanco Nocturno, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2011 (las páginas en el texto mío corresponden a esta novela).

[2] Utilizo éste término tal como lo define el filósofo italiano Giorgio Agamben: « En donnant une généralité encore plus grande à la clase déjà très vaste des dispisitifs de Foucault, j’appelle dispositif tout ce qui a, d’une manière ou d’une autre, la capacité de capturer, d’orienter, de déterminer, d’intercepter, de modeler, de contrôler et d’assurer les gestes, les conduites, les opinions et les discours des êtres vivants. »; ver Qu’est-ce qu’un dispositif? , París, Éds. Payot & Rivage, 2007, p. 30-33.

[3]  R. Piglia, Crítica y ficción, Barcelona, Anagrama, 2001, p. 54 y 210. Ver Rosa Pellicer, « Ricardo Piglia y el relato del crimen »; in: Daniel Mesa Gancedo (Coord.), Ricardo Piglia. La escritura y el arte nuevo de la sospecha, Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Univ. de Sevilla, 2006, p. 96-97.

[4]  « Si el modo central de narrar en la modernidad es la proliferación de la suspicacia no es extraño que sea el género policial el mejor modelo para representar la vida urbana. La locura y el delirio serán las figuras donde anida la verdad. No es casual que la narrativa de Piglia esté suspendida en varios precursores de la ficción paranoica. Por lo pronto Quiroga, Arlt, Borges, Kafka, Joyce son los referentes que lo sostienen. Ensayos sobre todos ellos jalonan la tarea crítica de Piglia. » (Sonia Mattalia, « La ficción paranoica: el enigma de las palabras », in: D. Mesa Gancedo, Ob. Cit., p. 114-115)

[5] R. Piglia, « De la tragedia a la conspiración. Entrevista con Mauricio Montiel Figueiras, La Nación, Buenos Aires, 18/5/2003; Cit. de S. Mattalia, ensayo citado, in: D. Mesa Gancedo, Ob. Cit., p. 111-112. En 1997, varios años antes de esta entrevista, Piglia dictó un seminario en la Univesidad de Princeton sobre la ficción paranoica.

[6] Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1976, p. 91-140; ver S. Mattalia, ensayo cit., p. 112. Ella sostiene que: « En el despunte de la ficción paranoica, tal como la propone Piglia, el entramado de los hechos del relato policial se basa en la ley de máxima coherencia; la tarea del investigador se convierte en una caza de indicios y hechos ligados en una cadena fatal que concluye con la revelación del enigma. La hiperbólica causalidad del relato policial clásico se asienta en el pensamiento paranoico: todo es plausible de ser analizado, todo es plausible de ser interpretado; todo se acopla en el efecto final produciendo una verdad consistente e incuestionable. Esta hiperbolización de la causalidad desestructura el realismo mimético, lo apabulla, lo tensa y hace evidente su carácter artificial. » Por lo que expongo, en la parte final de este artículo, todo esto de la « verdad consistente e incuestionable » me resulta bastante cuestionable.