miércoles, 7 de septiembre de 2016

Poemas de Carina Sedevich

BREVE ANTOLOGÍA POÉTICA


Carina Sedevich 




Con una gota de agua puede empezar el invierno

*

Un hombre pasa a mi lado.
Se te parece.
Fuma.
Es de piedra mojada
el paño gris de su saco.
Huele a sombra de pino
su barba pura.  
  
*

Sonrío en mi falaz evocación.
La escarcha vive cuando el sol la tornasola.




La eufórica luz de los membrillos



1

Alcancé tu mano por primera vez
como una niña
tocaría un membrillo entre las ramas.
Cítrica, cruda,
era la ofrenda de tu mano muda.


2

Porque esa noche pude tocar tu mano
hoy que vuelve la escarcha
yo me amparo
en la eufórica luz de los membrillos.


3

Quiero abrazar un arpa y que sus cuerdas
dejen caer las voces de los pájaros
que merodean el árbol de membrillos.


4

-Y si un membrillo por azar se cae
podré mirarlo como miré tu mano:
aquella dulce materia sobrehumana.-


5

Existe una manera limpia
en cada gesto de tus manos finas.
Miro con pena como el aire oxida
la carne dura del membrillo roto.


6

Tarde de octubre. Fascinada 
-bajo el lapacho que arrasó el granizo-
en una oración por el membrillo
repito el fragor del amarillo.



Poemas del libro Un cardo ruso (Ediciones del Movimiento, Maracaibo, Venezuela, 2016 /  Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2016)





Canción de cuna
                                                                                                                                                                                 Para Isabella


Escuché los latidos en el vientre de mi hermana.
Fueron corcheas, apenas: do, do, do.

Afuera ya se dormían los tordos entre los álamos.
Dormía el calor de mayo. Pero nuestra sangre no.

Un silencio rodó lento, como ruedan los destinos.
Rodó como rueda un canto: sol, sol, sol.



Amor



De una materia turbia y demorada
son los días.

La ternura es posible
y la tristeza
un pan administrado con justicia.



Poemas del libro Klimt  (Suburbia Ediciones, Gijón, España, 2015 / Club Hem Editores, 
La Plata, Argentina, 2015)






Unas láminas de sarro se desprenden

y golpean las paredes de mi jarra.

Pienso en brillantes filamentos de mica
ocultos en la arena de los ríos.

Pienso en las mangas mojadas
que los poetas chinos
prefieren nombrar para no hablar
de sus lágrimas.



Poema del libro Gibraltar (Dínamo Poético Editorial, Córdoba, Argentina, 2015) 





Antonia era mi abuela

Tu mujer quiere llamar a tu hija Antonia
y no sabe que Antonia era mi abuela
que además heredaba el nombre de su madre
 para dárselo también a la menor de sus hijas.

Antonia era mi seudónimo
en los concursos de poemas.

Te recuerdo que mi abuela Antonia
se murió de tristeza
el año antes de que yo naciera.
Te recuerdo que era pobre y era enferma.

Te recuerdo que yo escribo desde mi caverna
como un hombre viejo:
que sólo el vino me anima
y la soledad me da paz.

Te recuerdo que perdimos a Mateo
y que cuando sangré tu última hija
Antonia era uno de sus nombres.
Te recuerdo que me dejaste sola
con mi sangre de Antonia
una mañana.

Llamala Antonia como en una novela.
Y acunala. Llamala Antonia en la plaza
y en la escuela. Y retala: “¡Antonia, no hagas eso!”
“¡Comé, Antonia!”, “¡Antonia, se hace tarde!”.
Tengo toda su vida en mi cabeza.

Porque Antonia era mía: era bisnieta
de aquella Antonia que bordaba.
Era nieta de mi madre, que te extraña
todavía.
Era hija de la loca que escribía.

Llamala Antonia, que será justicia.
Justicia de mis muertos que la esperan.
Justicia de la vida que la trajo.
Justicia para este pobre poema.

 Poema del libro Escribió Dickinson (Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2014)