viernes, 11 de septiembre de 2009

Homenaje a Julio Ramón Ribeyro




El día 9 de septiembre, como ya os anunciamos, se celebró un emotivo homenaje a uno de los narradores hispanoamericanos más significativos del siglo XX, Julio Ramón Ribeyro. Con la inauguración del reciente embajador de Perú en España, D. Jaime Cáceres Sayán, la lectura por parte del colectivo Arte Total del emblemático cuento "Los gallinazos sin plumas", el trabajo crítico de M. Ángeles Vázquez, la emisión de un breve documental acerca de Ribeyro y como colofón la extraordinaria adaptación del citado cuento en Caídos del cielo de Lombardi, film que causó entre el numeroso público asistente, una intensa conmoción. Si hay algo que criticar por nuestra parte, es la falta de puntualidad acostumbrada y la ausencia de otros críticos especializados en literatura peruana. M. Ángeles Vázquez, como pudo, tuvo que resumir en breve espacio de tiempo, la extensisima obra de Ribeyro.

Nuestro amigo Carlos Meneses, escritor y periodista peruano, quiso participar en el homenaje desde la distancia. Extraemos parte de un largo artículo que fue publicado en el número 9 de la revista Ómnibus http://www.omni-bus.com/ y que puedes leer íntegramente en http://www.omni-bus.com/n9/conversaciones.html


Conversaciones en París 1961 con Julio Ramón Ribeyro

A Julio Ramón Ribeyro lo conocí en Lima pero sin ninguna duda las conversaciones más sustanciosas con él las tuve en París. Fue en 1961 cuando nos encontramos en un calle del barrio latino, ambos vivíamos en el mismo cartier, posiblemente separados por unas diez cuadras. Y a partir de esa fecha que debería ser el mes de abril nos vimos casi a diario, por lo general en su casa de la calle Saint Severin. Él trabajaba en la Agencia de noticias France Presse, había semanas que su horario era nocturno, en otras de mañana y también le tocaba a veces trabajar en las tardes. En su departamento breve pero cómodo conocí a varios peruanos que vivían desde hacía tiempo en la capital francesa, a otros latinoamericanos y a algunos franceses amigos de él. Pero la mayoría de las veces sólo estábamos él y yo y la comunicación resultaba muy fluida y gratificante para mí.
... Cuando menos me esperaba me empezó a hablar de sus días desesperados por la falta de tabaco. El, un fumador empedernido, se había quedado sin cigarrillos. Esto había ocurrido posiblemente en el segundo o tercer año de su residencia en París. Sus trabajos de ese tiempo eran precarios. Sus gastos muy limitados pero en esos mínimos presupuestos no había sitio para su apreciado vicio. La necesidad tiene cara de hereje, dicen, y debió haberlo pensado así Ribeyro. No podía pasar un día mas sin fumar. Se aposentó en una esquina no muy concurrida del barrio Latino. Fue observando a los transeúntes hasta que halló uno que le pareció era el hombre que él necesitaba. Era un señor bien vestido, de rostro amable, daba la impresión de ser un ejecutivo bien considerado por su empresa. Fue tras él. Apresuró el paso y lo adelantó LO miró de frente haciendo un esfuerzo que rompía su habitual timidez y tras el saludo correspondiente y con la mayor educación posible, así como con una sonrisa le pidió un cigarrillo. El hombre elegante, el ejecutivo con aspecto de amable y condescendiente, lo miró con gran desprecio y siguió su camino. El escritor se quedó decepcionado de sus malas artes para mendigar tabaco. Y pensando qué hacer en el futuro para satisfacer su descomunal deseo.
Dentro de la variedad de temas que tocábamos la literatura tenía preferencia, aunque no siempre se trataba de hacer crítica de una obra, de enjuiciar la tarea de un escritor o cosas de ese tipo.
... Recuerdo que Julio Ramón estaba muy dolido porque su obra de teatro Santiago el pajarero, (1960) no obtuvo el premio Nacional de Teatro del Perú en 1960, cuando él vivía entre Lima y Huamanga. Esta obra sólo mereció el calificativo de "mención honrosa" y, probablemente la ayuda económica parcial o total, no recuerdo bien, para su escenificación.
Quedó tan contento con el resultado de su primera incursión en el arte dramático que tuvo posteriores tentativas que merecieron aplauso y lo confirmaron como un buen autor teatral. En ese 1961 al que aludo basaba su protesta por no haber alcanzado el galardón buscado en que la buena escenificación de la obra y el aplauso recibido de parte de la crítica habían confirmado un buen nivel y por lo tanto, era inexplicable el fallo dado por el jurado.
... El grupo Histrión, encabezado por los hermanos Velásquez, fue el encargado de dar a conocer los valores de Santiago el pajarero. Recuerdo una buena puesta en escena. La obra era de diálogo muy fluido y se apreciaba una fina captación del ambiente virreynal. Por supuesto, la poesía que nunca debe estar ausente estaba representada por el personaje protagonista. Un ser delicioso, todo ilusión, todo ingenuidad, estrictamente ideal. La obra fue bien recibida por crítica y público y eso mitigaba la amargura de mi amigo, aunque su resentimiento por no haber recibido el premio esperado y la verdad que merecido, continuó durante un tiempo.

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