Antonio Tabucchi (1943-2012):
Una
despedida
Por
Martín F. Yriart
Quienes
lo conocíamos sólo por sus obras esperábamos seguir leyendo nuevas narraciones
de Antonio Tabucchi (1943-2012) por muchos años más. Mirar sus últimas fotos,
sin embargo, es suficiente para saber que hacía algún tiempo que la Muerte lo
estaba aguardando para llevarlo consigo en el Viaje-Sin-Retorno.
Despedirse de Tabucchi –como de
cualquiera que representa algo para nosotros– es decidir con qué imagen suya
nos quedaremos para siempre. En el penúltimo capítulo de Return to Centro Histórico, el mexicano-estadounidense Ilan Stavans
(Ver Ómnibus VIII: 38) reflexiona
acerca de qué representa nuestra cara y acaba concluyendo entre otras cosas que
es el mapa de nuestra vida.
La cara de Tabucchi, en sus últimas
fotos, es la de alguien que ha luchado mucho en su vida, alguien que sabe que
morirá pronto y le duele dejar a quienes sienten afecto por él, alguien que deja
algo más sólido y duradero que un mero cuerpo humano putrescible.
Pocas cosas son tan abominables como la
lectura autobiográfica de la ficción narrativa. Pero también es verdad que
–recordando nuevamente a Stavans– las obras son el verdadero rostro de los escritores,
la contraseña por la que los reconocemos.
Esa contraseña, en las narraciones más
interesantes de Tabucchi, no reside en lo que dice sino lo que calla. El
ejemplo mejor conocido de esto es su novela Sostiene
Pereira (1994) y comienza por el mismo título. Esas dos palabras son una
muletilla que se repite desde la primera página hasta el final, enmarcando el
relato con una incógnita: ¿Ante quién o para quién “sostiene Pereira” lo que
desarrolla la narración?.
Los lectores más inclinados a lo fácil
(y equivocado) interpretan que se trata de un interrogatorio policial.
Difícilmente podría ser así, cuando “lo sostenido por Pereira” es una larga
rememoración de una vida en la que poco o nada de lo que se dice (salvo el
repentino y brutal desenlace) puede ser motivo de interés para una causa
judicial. Los mismos hechos horribles protagonizados por la propia policía
política portuguesa de los tiempos del dictador Oliveira Salazar lo eximen de
toda sospecha.
¿Quién es el interlocutor ante el cual
Pereira recuerda y narra todos estos hechos de su vida? ¿Por qué, para qué lo
hace? Aunque la novela está sembrada de indicios, la respuesta corre por la
exclusiva cuenta del lector, porque Tabucchi no ofrece ninguna como tal. No
tampoco tiene sentido especular aquí acerca de una posible solución a este
enigma, que afortunadamente quedará abierto mientras Tabucchi tenga lectores.
Algo parecido sucede en Los trenes que van a Madrás, un cuento
ni corto ni largo de Tabucchi, apenas diez páginas, que muchos lectores, dada
su aparentemente límpida lectura, pasarán rápidamente, aunque pide a gritos una segunda mirada.
En él, el narrador coincide en un
compartimento de un tren que realiza un viaje nocturno, con un viajero
enigmático. Poco a poco van surgiendo indicios si no de la identidad, al menos
del origen de este viajero, probablemente judío, probablemente sobreviviente de
los campos de concentración nazis de la II Guerra Mundial, probablemente objeto
de alguno de los monstruosos “experimentos” realizados allí por los
“científicos” de las SS. Al llegar a Madrás los dos hombres se separan. Al día
siguiente un médico argentino que vive desde hace tiempo recluido en un lugar
de las afueras de la ciudad aparece muerto con una bala en la cabeza.
¿Qué relación guarda el encuentro
casual de estos dos pasajeros en el tren de Madrás con la muerte del médico
argentino? Toca al lector (gran parte de lo dicho en el párrafo anterior es en
realidad conjetura) imaginarlo.
No todos los relatos de Tabucchi son
una invitación tan abierta al lector para que complete con su imaginación la
historia narrada o, más bien, implicada en el relato. Pero seguramente esos son
los más interesantes y originales: un verdadero ejercicio de complicidad, que
implica activar lo que Paul Grice llamó “el Principio de Cooperación” en la
comunicación interpersonal, cuya vigencia se extiende a la lectura literaria
como a la periodística, o informativa en general.
Como los viajeros de su tren a Madrás,
los lectores de Tabucchi nos despedimos de él en esa estación por la que
pasaremos todos algún día. Tabucchi, en su maleta, se lleva todas las
incógnitas que dejó abiertas en sus narraciones. Al despedirnos, nosotros le
agradecemos justamente que nos deje este vacío, esta apertura sin cierre, que
son esas narraciones suyas.
Madrid, abril 2012
______
Notas
Sostiene Pereira y Pequeños equívocos sin importancia (que incluye Los trenes que van a Madrás) están
traducidos al español (Editorial Anagrama). Return
to Centro Histórico será publicado próximamente en español por el Fondo de
Cultura, de México. H. Paul Grice desarrolló su teoría del Principio de
Cooperación en varios trabajos; los más importantes están incluidos en su Studies in the Way of Words (Cambridge
MA: Harvard University Press: 1989). M.F.Y.
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