miércoles, 23 de octubre de 2013

Hugo Mujica. Selección de poesía

Hugo Mujica
Hugo Mujica nació en Buenos Aires en 1942. Estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Esta gama de estudios se refleja en la variación de su obra que abarca tanto la filosofía, como la antropología, la narrativa como la mística y sobre todo la poesía.
Entre sus principales libros de ensayos se cuentan Kyrie Eleison (1991), Kénosis (1992), La palabra inicial (1995), Flecha en la niebla (1997), Poéticas del vacío (2002), Lo naciente (2007), La casa y otros ensayos (2008) y La pasión según Georg Trakl (2009). Solemne y mesurado (1990) y Bajo toda la lluvia del mundo (2008), son sus dos libros de cuentos.

Su obra poética, iniciada en 1983, ha sido editada en Argentina, España, Italia, Francia, México, Estados Unidos, Chile, Eslovenia y Bulgaria. En 2005 Seix Barral la publicó en Poesía completa. 1983-2004, en 2011 se editó su último libro de poesía: Y siempre después el viento. Su vida y sus viajes han sido el material principal de su obra, hitos como el haber vivido y participado de la década de los 60 en el Greenwich Village de Nueva York, como artista plástico, o el haber callado durante siete años en el silencio de la vida monástica de la Orden Trapense, donde comenzó a escribir, son algunos de los mojones de su historia.


Serie: poetas latinoamericanos

HUGO MUJICA


ALBA

Quieto,
como no moviéndose
para que la sangre no rebase 
la boca
Quieto,
como sintiendo un pájaro 
herido
en la palma de la mano
sin cerrar la mano
sin abrir los ojos.
hay una fe que es absoluta:
                         una fe sin esperanza.


HAY PERROS QUE MUEREN DE LA MUERTE DE SU AMO
Hay perros
que mueren de la muerte de su amo
cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo 
que no se agitan,
                     tiemblan. 
Y hay hombres 
en los que muere dios
como una gota de lacre 
sobre el pecho
          de un torso de mármol,
son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche. 
Hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
                   donde morir de carne, 
pero no llora como quien lo hace 
solo,
llora como quien llora abrazado a un niño.


HACE APENAS DÍAS
Hace apenas días murió mi padre,
hace apenas tanto. 
Cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna. 
Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
                  sobre el mármol de su tumba. 
Bajo cada lluvia
podría ser yo quien yace, ahora lo sé,
                              ahora que he muerto en otro.


ORILLAS
Afuera ladra un perro 
a una sombra, a su eco
o a la luna 
para hacer menos cruel la distancia. 
Siempre es para huir que cerramos 
una puerta,
es desierto la desnudez que no es promesa 
la lejanía 
de estar cerca sin tocarse
               como bordes de la misma herida. 
Adentro no cabe adentro, 
no son mis ojos
los que pueden mirarme a los ojos,
son siempre los labios de otro
                           los que me anuncian mi nombre.


NOCHE ADENTRO Y NO DUERMO
A lo lejos, en un atardecer
en que el otoño
es un lugar en mi pecho,
comienzan a encenderse las ventanas, 
mi nostalgia
por estar donde bien sé que al llegar
volvería a estar afuera. 
Duelen los ojos de soñar tan a lo lejos 
la frente de pensar
lo impensable de tanta vida
que no he abrazado,
tanta deuda de lo que no he nacido. 
Poco a poco se apagan las luces, 
es el lindero de una noche y otra noche, 
la frágil vecindad
             del miedo y la esperanza. 
El último día podría ser éste que termina,
esta noche
en la que aún escribo 
igual, pero sin una ausencia nueva
                                       para seguir esperando.


HASTA EL FINAL
Vi un perro negro muerto
en la calle, 
aplastado en medio de la acera, manchado,
porque nevaba. 
Vi la vida, allí mismo,
y no había más que eso: la coartada
del inocente: pagarlo todo. 
Sentí en la nieve la vida y me vi morir
como un animal que se resiste
hasta lo último 
hasta el deseo de ser rematado,
hasta el gemido final,
el que pide perdón por todo crimen ajeno:
                                             el que perdona a dios.


UN PEDAZO DE HAMBRE, UN VASO DE AGUA
Fiel a lo humano, 
al tamaño de lo que los brazos
mecen,
a la fiesta
de lo que en las manos cabe, 
a la callada esperanza
que es no apretar los labios. 
Fiel a un vaso de agua
y al pedazo de hambre
                   que otro cuerpo nos trae, 
fiel sorbo a sorbo, hambre a hambre.
Fiel al pudor de apenas una seña,
apenas el abismo
del otro
cuando el silencio
calla la piel que nos separa. 
Fiel al límite de morir hombre,
de haber abrazado el vacío
                               que ese mismo abrazo llenaba.


LO ABIERTO
Cae quieta la lluvia, 
                 lo abierto mana.
Cae la lluvia, cae sobre
la espera,
en la caída la lluvia es su camino
                                 y el camino su llegada.
Hay que osar lo abierto y la caída:
                                      el desierto de la sed
                                                         no la sed del desierto.


EN PLENA NOCHE
También en plena noche 
la nieve 
se derrite blanca
y la lluvia 
cae
sin perder su transparencia.
Es ella, la noche, 
la que nos libra de los reflejos,
la que nos expande 
las pupilas.
Lo que busca con su bastón 
                         el ciego es la luz, no el camino.  


EL ANUNCIO
Raro relámpago del 
instante, 
brilla y ciega sobre 
                  un plato blanco y vacío.
Hay que acoger el fulgor de la ausencia,
reflejar
el don de lo que no está 
                                  en cada cosa que creamos.


AFUERAS
Puerta en medio del campo:
          lindero y puente entre dos afueras. 
El borde del salto no es una orilla, es la vida,
                                                  al borde de cada vida.


SED ADENTRO
La boca abierta bajo la lluvia
                                  y el agua buceando el alma.
Sed adentro
hasta donde el mar se seca noche,
                                       hasta donde la sed amanece playa.


PARTIDA A PARTIDA
I
Sin ropa se nace, 
se brota
desnudo se llega:
               partida a partida.

II
No tener adónde ir 
             no es que nadie nos espere,
es no tener dónde regresar:
                      la muerte es nacer afuera.


BAJO LOS TECHOS
Bajo los techos
se oyen respirar los sueños
               en el callar de la noche; 
en la calle 
un niño,
sin sombra ni rumbo, 
recorre el vacío de dios, paso a paso
                                 desanda su esperanza.


INFANCIA
Llueve 
y al árbol le pesan sus hojas, 
                            a los rosales sus rosas. 
Llueve 
y el jardín huele a infancia, 
a cercanía de todos los milagros,
                                 a ausencia de todas las memorias.


INSTANTE
Unas hojas, 
unas pocas hojas sacudidas 
                               por el viento. 
Un temblor en oscuro bosque,
                                   un destello de vida, 
                                                        un instante de niño.


RESPLANDOR
Ya noche, 
        caminando, 
vi el instante de un relámpago
                                sobre el charco de una calle, 
cerré los ojos 
y, blanca e inmensa, y a la vez serena, 
                                                   se encendía un alba. 


NIEVE AL VIENTO
Copos de nieve al viento,
                   caen desde su ahora,
                                            caen sobre su aquí.
Cuando no hay ayer, cuando 
hoy es olvido, 
no hay con qué imaginar mañanas:
                                     hay sólo lo que siempre hay,
                                                                  hay este estar naciendo.


(CONFESIÓN
El poema, el que anhelo, 
al que aspiro,
es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga.
Es ese imposible el que comienzo cada vez,
                     es desde esa quimera 
                                                  que escribo y borro.)


AMANECE Y CALLO
Amanece y 
callo;
callo todo miedo, callo cualquier 
                                             presagio,
        busco un alba virgen de mí,
                     busco el nacer de la luz, 
                                                  no su alumbrarme.


SÓLO AL FINAL
Las dos orillas
son siempre una, pero se sabe sólo al final,
                                   después, después de naufragar entre ellas.


EN LA PIEL
A lo lejos, afuera,
cae 
una lluvia 
que tan sólo huelo, una lluvia 
                                que aún no ha llegado.
Aquí 
en la piel, como en una página 
en blanco, 
espero que el agua, la lluvia, 
                           lo que vive y tiembla, 
                                                    me sea alguna vez revelado.


DE PIE
Anochece y el aire 
                   se demora espera,
anochece
y la arboleda, 
desnuda, 
parece alzarse escuchando,
                          parece humana 
                                            bajo el silencio estrellado.


NACE EL DÍA
Nace el día
bajo un cielo despejado,
            la claridad en la que todo 
            se muestra,
            lo que hacia ella brota 
                                       y lo que su misma luz marchita.
Todo nacer pide desnudez,
                                  como la pide el amor,
                                                           como la regala la muerte.


TODO
Anochece rojo brasas,
                        anochece 
                                 y pasa el viento,
pasa sobre el llano 
                     que se abre noche, 
                                         que se despliega vientos.
Todo cabe en las manos vacías
                                       y ese vacío es el don 
                                                          y ese don es también todo.


INSOSLAYABLE
Apenas una brisa,
un estremecimiento en las hojas del roble,
                                           un temblor que la piel acoge.
También la ausencia es huella,
                                 pasos sin pisadas y, no obstante,
                                                                            insoslayable camino.


ALTO, LEJOS
Alto,
lejos, por apenas 
un instante
la nervadura de un relámpago 
                                    incendia de blanco mis ojos,
después todo regresa a lo oscuro,
                                      pero ya no es sólo sombras:
                                                                   son huellas de lo perdido.


DESMESURA
Cuando el alma ya es carne,
                             cuando se vive desnudo,
todo el afuera es la propia hondura,
                                           desde cada otro 
                                                              se escucha el propio latido.


EN ESTE VALLE
La noche 
ya se escucha grillos
y ahora es el 
viento 
el que aleja o arrima el temblar 
                                     de lo que se inclina.
Hoy, en este valle, 
bajo esta luna,
supe que el viento no pasa, 
                            supe que siempre está llegando.


AÚN NO
Agitar las alas todavía no es volar,
                                              aún no es afuera.
Cuando el alma cabe por dentro
                             es que aún no es el alma, 
                                                              es que aún no es de carne.


AL INICIO
Al inicio fue la herida,
                        el latido resonó después.
              Después la carne que la alberga,
                                                      después los cuerpos que la abren.


ENTREGA
Sin ecos, 
en una tierra sin nombre,
un arroyo 
murmura su paso, 
                   transparenta su huella.
Ajena a sí nace la entrega, 
                    adentrándose en la noche
                                                    se borra la propia sombra.


OSADÍA
Ver no es abrir los ojos,
                es arrojar a un lado el bastón blanco:
                                               osar andar 
                                                            sobre el saberse perdido.


EN SÍ MISMA
Siempre 
titubea una luz
que sólo se ve cuando 
                            no enciende nada,
como una desnudez 
                     que se revelara en sí misma, 
                                                   no en los ojos de quien la mira.


TODA SOMBRA
                     En la noche
                     toda sombra es también la noche
y cada relámpago 
un tajo
que abre un horizonte en la carne,
                                              en la carne 
                                                            donde se nace el alma.


HEREDAD
Se pone el sol
y el camino se va aunando 
con la noche.
       De regreso, 
       cada hombre encorva 
                            su espalda
       lleva el peso de la vida, 
                            carga el miedo a la muerte
                            (la carga que nos hiere, 
                                                     la herida que nos hermana).


MÁS HONDO
Hay vidas 
en las que el alma 
                    se abre 
                    más hondo 
                    que donde esas vidas laten,
se abre como un relámpago 
sin cielo ni trueno,
              como una herida sin pecho
                                         o un abismo
                                                       donde la belleza es alba. 

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