Elena Poniatowska |
ELENA PONIATOWSKA: UN NUEVO PREMIO CERVANTES
POR PEDRO
GARCÍA CUETO
Nació en 1932 en París, pero con la sangre
mexicana en las entrañas, también de su familia polaca, llegando a México a los
nueve años, en un barco de refugiados que salió de España, la primera etapa de
su vida la pasó junto a su abuela materna, mientras su padre luchaba en el
frente.
Elena ya vivió el mundo de las imágenes,
portentosas en su imaginación, porque la escritura, como si fuera un tapiz
donde sentir la vida, iba conformando sus espejos invisibles, donde la
escritora empezó a sentir la llamada de la palabra, en la línea de los grandes
escritores hispanoamericanas, palabra llena de savia, germinal, desveladora,
como un crisol donde pervivían múltiples llamadas de los siglos pasados.
A los 19 años comenzó a escribir crónicas
sociales en el diario mexicano Excelsior,
lo que le ha llevado a cultivar el periodismo toda su vida, como un poderoso
influjo donde denunciar las arbitrariedades de los gobernantes, la corrupción
de su país y de toda Latinoamérica, en esa búsqueda de la verdad, que ha hecho
de ella una mujer íntegra y de gran ética en nuestro tiempo.
Fue una activista convencida de la
izquierda, cuando escribió la impactante La
noche de Tlatelolco, novela que narra la matanza de los estudiantes
ocurrida el 2 de octubre en la ciudad de México, la escritora nos narra con
pluma ágil, pero con verbo profundo para desvelar las oscuridades de un mundo
donde prevalece la ignorancia y la violencia.
Vinculada al líder de la izquierda López
Obrador, la escritora ha defendido los derechos de los oprimidos en múltiples
ocasiones, ha denunciado el poder de la derecha y el capitalismo atroz que
defiende, donde los hombres y mujeres no son nada comparados con los bancos y
el mundo de los poderosos.
La
piel del cielo (2001) es una novela que merece reseñar, poderosa, llena de
influjos, donde vive el espíritu alucinado de un hombre, Lorenzo de Tena, que
busca en Fausta, una entidad monstruosa que encuentra el protagonista en su camino
de investigador, pero que representa el omnipotente mundo del cosmos, en una
estrecha relación con su insignificancia como ser humano, donde el cuerpo de
Lorenzo representa el vacío existencial, como si nos hablara Carlos Fuentes en
su magistral La muerte de Artemio Cruz
o el gran Sábato en la inolvidable El
túnel.
La escritora acumula premios, el Rómulo
Gallegos con la excelente El tren pasa
primero (2005) o el Seix Barral con Leonora
(2011), donde la vida de Leonora Carrington es diseccionada por la mirada
femenina de la escritora, donde la pulsión de la vida corre pareja a la pulsión
de la muerte, en un entrecruzamientos diabólico que la novela va logrando y que
demuestra la gran calidad de Poniatowska para entender al ser humano y sus
eternas contradicciones.
El Premio Cervantes logra reconocer su
sentido de la prosa, que se enlaza con la de otros grandes, García Márquez,
gran amigo, Sergio Pitol o el que fue uno de sus mejores compañeros de
literatura, el escritor Carlos Monsivais, ya fallecido y que mostró en su vida
y en su obra una calidad de pensamiento muy difícilmente comparable.
Nos viene el sonido del universo, cuando
leemos La piel del cielo, que fue
Premio Alfaguara de novela, como si el mundo fuese uno y bailase con nuestras emociones,
como nos trasmite estas líneas de esta gran novela:
“Millón
de aventuras se movían y apresuraba, así como dentro de un cuerpo tejían una
red de circuitos que retenía su vida sobre la Tierra, la textura de su cuerpo.
Él era su propio Universo y mucho más. La unidad desierta, nada se movía sobre
la Tierra. El silencio venía de las estrellas”.
Poniatowska se pregunta lo que somos y en
su búsqueda se encuentra con el hombre, solo ante sus interrogantes, en el
difícil sendero de la vida, donde vamos desgastando nuestras fuerzas, pero la
escritora, en un ejemplo de ética y de amor por la literatura, nos ofrece el
misterio de la vida en las páginas de sus libros, merecedores de los mayores
elogios, porque su lectura invita a vivir más la vida.
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