GIMFERRER: EL POETA QUE NUNCA MUERE
POR PEDRO GARCÍA CUETO
Ahora, el poeta, cinéfilo, ensayista y tantas cosas más, nos deja dos
libros que desvelan el gusto por el poema bien hecho, como demuestra Per riguardo,
aparecido en la Fundación José Manuel Lara, donde Gimferrer utiliza la lengua
italiana con maestría, tal es su don de lenguas, sus múltiples lecturas, la
sabiduría que impregna a su mirar en el mundo.
Per
rigurardo se ilustra con la estupendo traducción de Justo Navarro, escritor que
traduce los doce poemas en italiano del autor, su título castellano “Con cuidado”,
ya nos dice mucho de este ejercicio meticuloso de hacer del verso un espacio
donde el destello ilumine al lector, ávido de la savia de este poeta siempre
intelectual que ha ido germinando una obra sólida y poderosa.
En
este libro está el gozo por la vida, el ir muriendo manriqueño, la idea de
nombrar aquello que es inefable, en la mejor tradición de la mística española,
un esfuerzo que se va colmando en estos doce poemas, dibujos y tapices que se
hilvanan para constituir el lienzo que Gimferrer tiene pensado en su interior y
que, luminoso, traspasa al lector, con la certidumbre de la vida que se va y
que debe dejar su huella en las palabras para siempre.
El
otro libro, El castillo de la pureza, se deriva del final del Igitur de
Mallarmé. El libro ha sido editado por Tusquets y nos habla de esa frontera que
es el lenguaje, donde todo está y no hay nada en realidad, es un castillo el
vivir, un ir construyendo un mundo que nos salve de la muerte, la palabra es
esa fortaleza, donde nos vamos resguardando, pero la muerte siempre nos hace
sombra, está allí, detrás o enfrente nuestro.
Hay
detrás de Gimferrer un mundo que se ve pero que no está escrito, el universo
del silencio que late en cada poema, diáfano y transparente, como la línea en
blanco, pero que debemos completar, como en estos poemas en catalán e italiano,
tan llenos de lucidez y amor por la poesía. Gran Gimferrer que fue novísimo y
ahora es ya un clásico de nuestro tiempo.
Como nos deja en estos versos del poema “Fin de trayecto”, el poema es
siempre un puzle que se hace y se deshace, donde la idea del tiempo pesa, donde
vemos el culturalismo latente en Gimferrer, pero también su deseo de decir lo
que no llegamos a ver, ese silencio de la página, capaz de hacer del lector un
segundo poeta, en la idea que siempre ha sido el leit motiv del gran Paco
Brines:
“Esta noche que llega horrorizada, / codiciada de tanto basilisco, / el crepitar del agua en el andén de plata, / en la estación del aire desconchado, / la ferrovía de la juventud, / guardabarreras de la sonata de los espectros…”
El
poeta catalán sabe que el agua se humaniza ante el andén, porque todo se
materializa, somos seres a la deriva, que vemos cómo las cosas nos completan,
nos dejan la huella de su presencia, tal es el aire desconchado, el del tiempo,
el del inevitable paseo por la vida, donde nos vamos disolviendo, seres que
desaparecemos tras nuestros actos y tras nuestras palabras, nos vamos borrando
ante la vida que pasa, que se va, que se escapa para siempre, dejando solo el
legado de los poemas, sus ecos, ya inmortales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario