miércoles, 1 de abril de 2015

La geografía creativa de una diáspora: Sobre Los Viajes de la música

Los Viajes de la Música de Fabio Martínez:

La Geografía Creativa de  una Diáspora


Crítico literario colombiano

Fiel compañera de toda empresa humana,  en la música han viajado  los versos canónigos, las letanías religiosas,  los cantos tribales y los lenguajes del cosmos.  Desde  el rugido gutural que celebraba la presa en manos del primate y se iluminó con la tea en el paleolítico; hasta el canto melismático y  las danzas medievales;  pasando por el  jadeo incesante de los hombres montaraces de estas tierras equinocciales;  ya sea con el laúd o el tambor, en la música  se han reinventado los alfabetos para feliz ventura del ingenio humano.

En El Odio a la Música, Pascal Quinard, en uno de sus  luminosos  fragmentos,  afirma que su propósito es interrogar los lazos que tiene el arte de Euterpe con el sufrir sonoro. Si la música es un testimonio de época, y al igual que las otras artes se nutre de lo adverso y aciago que ha padecido la especie humana; hemos de ver ella algo más que un divertimento.  El aforismo del escritor francés, parece haber obrado como divisa en las búsquedas esenciales del ensayo de Fabio Martínez.

Viajar implica mudanza, cambio de piel y transmutación de códigos. Fueron once millones de  esclavos, nos recuerda el autor, los que llegaron al nuevo mundo.  Un arribo impelido por el látigo y bañado por la sangre que  en las ancestrales ceremonias de la tradición Yoruba solo era vertida como  tributo y regocijo;  nunca como sojuzgamiento y genuflexión. La llaga más lacerante, la del alma, se cicatrizaría con el canto lastimero y un acezante golpe en el tambor Batá que provocaría en las nuevas tierras la invención de las músicas del Caribe.

Las resonancias secretas de los rituales africanos, la readaptación instrumental y una inescrutable mixtura de saberes y universos sensoriales, catalizarían un sincretismo bañado de asombro en los parajes tropicales de la nueva tierra.

Los Viajes de la Música (Editorial La Mirada Malva, 1ª edic., 2015) de Fabio Martínez explora las coordenadas  en las que se  engendraron las fusiones musicales. De estos fértiles encuentros eclosiona, entre muchos otros ritmos, el son cubano, que en palabras del autor, es una síntesis maravillosa del romance español, los areítos indígenas y el tambor africano.

Las pieles musicales que irán a cubrir los cuerpos vejados de los esclavos que arribaron a esta parte del mundo, no sólo contaron con la  frenética expresión instrumental. El romancero español, profundo legado de la lírica ibérica, condimentó con las formas sonoras de los versos de Jorge Manrique, Lope de Vega y Luis de Góngora y Argote, los sones, guarachas y montunos.  De esta manera surge una singular poética en quienes se aventuraban a componer y cantar.

Fabio Martínez celebra con este libro el periplo de  la música que ya sea como canto de vida, de trabajo, de muerte, de carnaval y rumba, ha hecho parte del torrente sanguíneo de los hombres de América.  En las fiestas del San Pacho del Pacífico Colombiano, en el santoral de la Regla de Ocha de Cuba o en los ritos de festejo en cualquier latitud,  la poesía de Afroamérica restaña el dolor y esfuma las penas.


El Viaje ensayístico de Fabio Martínez, es también una indagación a los nuevas vertientes del hispanismo. El español, esa lengua que se rehace en cada hablante y que hoy configura una fraterna comunidad de hombres itinerantes, bebe de la savia de las músicas populares que se crean en los barrios de latinos en Nueva York  y en las estribaciones andinas de Suramérica.  Es la lengua de inmigrantes que guardan en sus entrañas los rescoldos del África negra, las endechas de la guitarra española y los frenéticos ritmos de litoral.  Los géneros urbanos como el calipso, el reggae, el zouk, y lo que de manera genérica se denomina salsa,  se escuchan en las calles de cualquier capital Latinoamericana,  y dan cuenta, lo explica el autor, de la apertura del firmamento musical de un continente que no sólo ha revestido de policromía un idioma, sino que lo ha hecho música y celebración. 

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