Los Viajes de la Música
de Fabio Martínez:
La Geografía Creativa de una Diáspora
Crítico literario colombiano
Fiel compañera de toda
empresa humana, en la música han
viajado los versos canónigos, las
letanías religiosas, los cantos tribales
y los lenguajes del cosmos. Desde el rugido gutural que celebraba la presa en manos del
primate y se iluminó con la tea en el paleolítico; hasta el canto melismático
y las danzas medievales; pasando por el jadeo incesante de los hombres montaraces de
estas tierras equinocciales; ya sea con
el laúd o el tambor, en la música se han
reinventado los alfabetos para feliz ventura del ingenio humano.
En El Odio a la Música,
Pascal Quinard, en uno de sus
luminosos fragmentos, afirma que su propósito es interrogar los
lazos que tiene el arte de Euterpe con el sufrir sonoro. Si la música es un
testimonio de época, y al igual que las otras artes se nutre de lo adverso y
aciago que ha padecido la especie humana; hemos de ver ella algo más que un
divertimento. El aforismo del escritor
francés, parece haber obrado como divisa en las búsquedas esenciales del ensayo de Fabio Martínez.
Viajar implica mudanza,
cambio de piel y transmutación de códigos. Fueron once millones de esclavos, nos recuerda el autor, los que
llegaron al nuevo mundo. Un arribo impelido
por el látigo y bañado por la sangre que
en las ancestrales ceremonias de la tradición Yoruba solo era vertida
como tributo y regocijo; nunca como sojuzgamiento y genuflexión. La
llaga más lacerante, la del alma, se cicatrizaría con el canto lastimero y un acezante
golpe en el tambor Batá que provocaría en las nuevas tierras la invención de
las músicas del Caribe.
Las resonancias secretas
de los rituales africanos, la readaptación instrumental y una inescrutable
mixtura de saberes y universos sensoriales, catalizarían un sincretismo bañado
de asombro en los parajes tropicales de la nueva tierra.
Los Viajes de la Música (Editorial La Mirada
Malva, 1ª edic., 2015) de Fabio Martínez explora las coordenadas en las que se engendraron las fusiones musicales. De estos
fértiles encuentros eclosiona, entre muchos otros ritmos, el son cubano, que en
palabras del autor, es una síntesis
maravillosa del romance español, los areítos indígenas y el tambor africano.
Las pieles musicales que
irán a cubrir los cuerpos vejados de los esclavos que arribaron a esta parte
del mundo, no sólo contaron con la
frenética expresión instrumental. El romancero español, profundo legado
de la lírica ibérica, condimentó con las formas sonoras de los versos de Jorge
Manrique, Lope de Vega y Luis de Góngora y Argote, los sones, guarachas y
montunos. De esta manera surge una
singular poética en quienes se aventuraban a componer y cantar.
Fabio Martínez celebra
con este libro el periplo de la música
que ya sea como canto de vida, de trabajo, de muerte, de carnaval y rumba, ha
hecho parte del torrente sanguíneo de los hombres de América. En las fiestas del San Pacho del Pacífico
Colombiano, en el santoral de la Regla de Ocha de Cuba o en los ritos de
festejo en cualquier latitud, la poesía
de Afroamérica restaña el dolor y esfuma las penas.
El Viaje ensayístico de
Fabio Martínez, es también una indagación a los nuevas vertientes del
hispanismo. El español, esa lengua que se rehace en cada hablante y que hoy
configura una fraterna comunidad de hombres itinerantes, bebe de la savia de
las músicas populares que se crean en los barrios de latinos en Nueva York y en las estribaciones andinas de
Suramérica. Es la lengua de inmigrantes
que guardan en sus entrañas los rescoldos del África negra, las endechas de la
guitarra española y los frenéticos ritmos de litoral. Los géneros urbanos como el calipso, el
reggae, el zouk, y lo que de manera genérica se denomina salsa, se escuchan en las calles de cualquier capital
Latinoamericana, y dan cuenta, lo
explica el autor, de la apertura del firmamento musical de un continente que no
sólo ha revestido de policromía un idioma, sino que lo ha hecho música y
celebración.
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