JENARO
TALENS: LA POESÍA COMO FORMA DE CONOCIMIENTO
Por Pedro
García Cueto
Hablar
de Jenaro Talens es hablar de un escritor gaditano, nacido en Tarifa, en 1946,
que, tras dos años en esa ciudad, iría con su familia a Granada donde
estudiaría en el Colegio La Inmaculada de los Hermanos Maristas, por la que
pasó desde los seis a los diecisiete años, en que acabó el Preuniversitario.
De allí le
llegó la amistad con un gran poeta granadino, Rafael Guillén (trece años mayor
que él), vecino de los Talens en el barrio Cercado Bajo de Cartuja y que fue,
sin duda, su profesor particular. Así lo cuenta Jenaro Talens: “porque me leía,
me corregía, me pasaba libros y, en una palabra, me trataba como si yo fuese
alguien y me dedicaba un tiempo precioso con una generosidad que nunca he
vuelto a encontrar en ninguna parte” (Reminiscencias
granadinas con música de Debussy, Los Papeles Mojados de Ríoseco, nº 4,
Estepa, junio del 2001).
Hubo otro
poeta, Antonio Carvajal, más contemporáneo por edad a Jenaro, con el que
compartió discusiones literarias por las calles de Granada.
El escritor gaditano realizó una gran labor
en Valencia, donde ocupó un puesto de profesor en la Universidad de dicha
ciudad y es catedrático de Literatura desde 1982 (antes había sido profesor
adjunto desde 1978).
También
en Valencia fundó, junto a sus amigos César Simón (entrañable compañero de
Jenaro en tantos momentos cruciales de su vida) y Pedro J. de la Peña, la
colección Hontanar de poesía.
Mientras
tanto, en 1971, la Universidad de Granada editó un resumen de su Tesis doctoral
sobre Luis Cernuda.
La labor
académica y literaria de Jenaro Talens ha sido imparable y muy prolífica desde
entonces. Ha escrito más de veintitrés libros de poesía y múltiples ensayos
literarios y estudios de cine (dirige también la prestigiosa colección de
Cátedra de cine, “Signo e imagen”). Hay que destacar también su labor de
traductor de grandes poetas: Rilke, Holderlin, Beckett, etc.
Fue en
Valencia donde cambió su plaza de catedrático de Historia de la Literatura por
la de Teoría de la Literatura, y creó el Departamento de Teoría de los
Lenguajes y una licenciatura en Lenguajes Audiovisuales, de la que años después
surgiría Comunicación Audiovisual.
En
referencia a su obra poética, que es la que realmente me interesa de este
estudio (pese a todas las propuestas apasionantes que ha realizado el prolífico
profesor y poeta afincado en Ginebra actualmente). Ésta ahonda en el misterio
del conocimiento, en el “deseo de ser”, como señaló muy bien Juan Carlos
Fernández Serrato en el prólogo a su Antología poética (1960-2001) aparecida en
Cátedra, Letras Hispánicas, en el 2002.
Para Víctor
Manuel Silva Echeto y
para Rodrigo Francisco Brown Sartori, en un artículo
aparecido en la revista Espéculo el 3 de mayo del año 2004, la escritura
talensiana es una indagación sobre aquello que no se dice y que debe completar
el lector: “En la escritura talensiana –como si de un manual se tratara- cada
lector reconstruye, en su propio silencio, los textos, es decir el yo que se
acerca al texto es una pluralidad de otros textos, de discursos y sentidos
abiertos” (Espéculo, nº 21).
Estoy
convencido de las lecturas diversas que los poemas de Talens tienen, pero sí es
posible centrar su discurso en temas concretos: el tiempo, el amor, el
espejismo del yo, el desdoblamiento del poeta en busca de otro ser que le mira.
Este último tema nos recuerda a algunos poemas de César Simón, concretamente,
en Extravío, donde el poeta se
asombra de su existencia o esa sensación de ver su propio entierro como también
manifestó José Hierro en el magistral Libro de las alucinaciones,
concretamente, en el poema: “Mis hijos me traen flores de plástico”.
Con esos
temas claves, Jenaro Talens ha construido un universo poético complejo y de
gran lirismo, donde los poemas tienen eco y se convierten en melodía, son, a
veces, susurro para la intimidad y, otras veces, espacio de discurso, con
resonancias filosóficas acerca de nuestra compleja y, a veces, absurda
existencia en el mundo.
Si en el
libro Víspera de la destrucción dice,
en el poema “Meditación del solitario”(dedicado a su buen amigo y profesor de
Literatura de la UNED, Vicente Granados) lo siguiente: “Alrededor del mundo, /
silencioso paisaje / de tristeza, se alza / sin amor. El ropaje / con que al
mirar vestimos / nos aísla” (vv. 64-67).
Para el
poeta, hay una sombra en nuestro paso, una sensación de ir desdibujándose, como
si no fuésemos reales, convertidos en fantasmas de un tiempo que se va. Y,
además, somos temporales, nuestra vida se va perdiendo, en el camino inexorable
hacia la muerte: “Y cae / la luz y los perfiles / se borran y no hay nadie / ni
nada. Sólo el hombre / y sus dos realidades: / la soledad, la muerte, / turbio
río secándose” (vv. 72-78).
La
presencia de otro elemento, el mar, inunda este libro, lo que nos induce a
pensar que Talens es un hombre embriagado por la luz de su Tarifa natal, donde
el océano, como en el espacio levantino, tiene alma y susurra su letanía al que
lo contempla.
Dice Talens
con profundo lirismo: “Ver la nube / lacia, como si el mar / fuese a la tarde
un buque / encallado entre labios / de espuma” (vv. 12-16).
Esta
comparación nos regala el profundo aroma del crepúsculo en la que el mar
esplende, hecho cuerpo. Y aquel lo es todo, es pensamiento, pero también
sensualidad: “En ti concluye / todo, el amor, el tiempo, / el chamariz que
cruje / bajo el zarpazo tímido del sol / y ese insomnio de piedra / que ha de
fluir y acrece / lo que es dolor, y duele, y se consume” (vv. 18-24).
El mar es
la vida, vastedad del tiempo que erosiona nuestro sentir, que da placer y
dolor, como el espacio de luces y sombras en que consiste nuestro vivir.
Hay otros
libros que van consolidando el estilo poético de Talens: Una perenne aurora
(1969), Ritual para un artificio
(1971), Taller (1972-1973) y El cuerpo fragmentario (1973-1975), donde, a
través de una
poesía ciertamente compleja
va abriendo la senda de sus temas principales: el cuerpo como manifestación de la vida que
sólo se completa en otro cuerpo, el lenguaje como una muralla que debemos
vencer para abrir sus costuras y crear un lenguaje nuevo, exento de la
hipocresía y el cinismo del lenguaje antiguo y, como tema esencial, la búsqueda
de la identidad, el ensimismamiento del hombre que busca en el otro la
certidumbre de su existencia.
Este
último tema (hay que insistir en la importancia del espejo en la obra poética
de Talens) también recorrió la obra de su gran amigo César Simón.
Sin duda
alguna, esta afinidad temática entre Talens y Simón refuerza la idea de unos
lazos que se gestaron por la íntima amistad y por una visión del mundo honda y
con esencias metafísicas.
No en vano,
otro poeta valenciano, Francisco Brines, está inmerso en la búsqueda del yo, en
los poemas en los que crea un alter ego, aquel que representa al hombre anciano
que llega a la casa (metáfora de la vida) en los poemas de su libro Las brasas (1960). Aunque en Brines
predomine esa elegía a la infancia, paraíso perdido de la vida, sí hay una
obsesión por la mirada, por el espejo que refleja el incierto yo que también
dejo hondas esencias en la obra poética de Talens y de Simón.
No hay que
olvidar la importancia de la fotografía como espacio de inmortalidad en César
Simón y en algunos poemas de su gran libro Extravío. Proximidad del silencio
(1980-1981), Tábula rasa (1983), La mirada extranjera (1984-1985), Orfeo
filmando en el campo de batalla (1992-1994), Viaje al fin del invierno (1995-1997), Profundidad de campo (1997-2000). Mecánica menuda (2000), De
una obra en marcha (2001), etc, pero quiero detenerme en algunos poemas de
estos libros.
El primero
“Algo va a suceder”, representa uno de los temas esenciales del poeta gaditano:
la muerte vista como un espejismo que nos persigue y que vuelve a recordarnos
el mundo de César Simón. Dice así: “La muerte es como el sueño, / parecida a
ti: / no puede ser pensada” (vv. 1-3).
Aparece la
luz en el poema, esa luz que lo asola todo, porque nos deslumbra, siendo el
verdadero nacimiento del ser, donde la muerte está ya presente: “No hay
obsesión impune, ni fantasmas / que la luz no divise / sin más imperio que su
voluntad, / ni otro poder que el sol que nos despoja” (vv. 5-8).
Talens sabe
que la luz lo es todo, lleva en esencia la vida y su complementaria, la muerte.
Ésta viene a través del sueño, por ello, le dice a la amada: “No, no duermas.
El pájaro del alba / dice que ayer no existe. No hay memoria / ni significa
nada” (vv. 12-14).
No hay
pasado y todo es instante, la única forma de vivir es a través del momento,
pleno de dicha. La mención al alba refleja el amanecer de la vida que deja
atrás el sueño, metáfora de la muerte.
Por todo
ello, le dice a la amada, consciente de la fugacidad de todo, en plena esencia
de su barroquismo, lo siguiente: “Sólo, mira / esta pasión que nos acoge, que /
ha estallado, de pronto, insobornable, / como las ganas de vivir” (vv. 14-17).
Si la
pasión estalla es que hay vida, llena de esa luz que todo lo absorbe y nos
redime de la muerte.
Uno de los
libros más hermosos de los últimos que ha escrito el poeta gaditano ha sido Viaje al fin del invierno (1995-1997),
reflexión sobre el amor y sus sombras, pero también sobre el enigma del ser. El
poeta se adentra en la introspección cuando dice: “Ciego soy / como quien ha
aprendido / que esconder los ojos / es otra forma de mirar” (vv. 24-27). Y es
ese mundo interior el que desvela la verdad del otro y le descubre sus propias
contradicciones. El poeta reconoce su egoísmo pasado: “¿De qué materia se
componen / los sueños que no tuve, / ese vivir desnudo que nunca celebré?” (vv.
38-40).
Al final
del poema es la Naturaleza la que responde a las preguntas, la que descubre que
la vida reside en el acontecer, sin esperar respuestas, dejándose llevar como
el paso de las estaciones transcurre sin que nada cambie el transcurso de los
meses: “Quizá / sea su manera de saber que viven, / pasan de un alba a otra, /
sin aceptar, sin comprender, apenas / con la delicadeza del que muere a solas,
/ para fingir los ritmos de un silencio / con quien comparten sueño y
despertar” (vv. 50-56).
Se refiere
a los rayos de sol que iluminan la vida, saber que el enigma está siempre
presente y, al igual que nuestra vida, se limitan a existir, a permanecer,
hasta que llegue la muerte, extraña desposesión de toda compañía: “con la
delicadeza del que muere a solas”.
Pero quiero
detenerme en un poema de este libro titulado: “El resplandor sobre la piedra”,
dedicado a César Simón, un hombre que, con si inigualable ternura, cautivó la
vida del poeta gaditano para siempre.
Hay que
fijarse en el lenguaje de poema, hecho de emociones, de heridas en el alma:
“Golpeo / en la corteza de mis emociones / con la seguridad de quien ya no
confía / en una muerte fácil” (vv. 3-6). La repetición del yo: “Digo yo”, “soy
yo”, “me digo”, constata el deseo de arraigo a la vida, a una presencia
corporal en que uno pueda fijarse para saberse vivo, pese al espejismo que supone
la imagen de uno mismo. Talens lo sabe y ése es, sin duda, uno de los grandes
temas en que se sustenta su mundo poético. La imagen no es nada, se diluye y se
fragmenta sin la existencia del otro, sólo el que nos mira nos completa, dice
Talens.
La presencia
de la lluvia en el poema es fundamental, fue la lluvia la que irrumpió en el
mundo idílico de los niños en “El barranco de los pájaros” y la que trajo la
constatación del dolor de vivir.
También el
aire se vuelve violento, no acaricia, sino que hiere: “El aire / que azotaba mi
rostro, azota ahora / también mi rostro, el mismo / quién sabe, que, a lo
lejos, / mira qué fue de aquella luz / de aquel enigma transparente” (vv.
20-25).
Nada es
importante ya, la vida ha dejado de tener un significado y la pasión por la
escritura se convierte en jeroglífico: “Viejos papeles, notas, borradores /
trazan sobre mi mesa un perfil que se me escapa / de alguien que una vez fui”
(vv. 28-30).
Sólo queda
la Naturaleza, incomprensible en sus designios, pero que le produce un extraño
sosiego, como si el único afán que el hombre pudiese conseguir, el verdadero,
es la contemplación del mundo, lejos de ambiciones, de posibles victorias o
derrotas: “Y, sin embargo, es un alivio / mirar de vez en cuando el cielo, / húmedo
e incomprensible, / ahí fuera, tras de mi ventana, / sabiendo, sí, que me es
ajeno, que / la espesura del tiempo no me toca” (vv. 36-41).
Lo
importante es mirar, no esperar sueños o quimeras, sino simplemente ver aquello
que sigue su curso, fuera de nosotros, ya que somos prescindibles y la
Naturaleza, perenne, lo sabe.
Y me gusta
mucho el último apartado, el V, cuando el poeta reflexiona sobre la locura
suicida de las estrellas, condenadas a inmolarse en la luz: “Las estrellas no
tienen / adónde ir, se inmolan / en la luz, puro espacio / de claridad.
¿Conocen / esa otra forma de la muerte?” (vv. 53-57).
Nuestra
vida, parece decir Talens, es tan absurda como la de las estrellas que se
suicidan en su mismo espacio. ¿Acaso somos también suicidas en un mundo que se
nos escapa?
Y, desde
luego, no hay respuestas. El ser humano no las conoce, el enigma de la
existencia está presente siempre, sin que nadie pueda descubrir el sentido de
la vida: “Estas preguntas no conducen a / nada. La noche brilla, indiferente. /
Sobre la acera cruzan unos gatos / sin preocuparse por el parpadeo / de las
constelaciones” (vv. 63-67).
Los
animales, ajenos al dolor humano que supone pensar, viven la inercia de su
existencia, mientras el poeta, debido a su capacidad para razonar, sufre la
inercia de su razón.
En
definitiva, nos dice Talens, es mejor no pensar en nada y dejar que la
contemplación del espectáculo del mundo nos acune, pese a la imposibilidad de
abandonar nuestra conciencia.
Y no quiero olvidar un poema perteneciente
a Profundidad de campo (1997-2000)
titulado “Homenaje en espejo” y dedicado a Antonio Carvajal, lo que representa
treinta años de amistad entre los dos creadores. El poema trata del tema del
tiempo y a la huella que deja, lo que insiste en la idea de la hondura del
poeta gaditano: “Pasó tu primavera y tu verano / pasó también como una
amanecida / inconcreción. Son cosas que
la vida / nos arroja en la espalda con el sano / fulgor de un tiempo sin
doblez” (vv. 1-5).
El tiempo
se marcha: “tempus fugit”, sólo queda el aroma que nos deja, el aliento que
evoca. Y aparece en el poema, de nuevo, la estrella, un motivo que Talens ha
cantado, ya que representa lo etéreo, lo que se difumina en el aire y, por
tanto, como el sueño de la vida, es inalcanzable: “En vano / miro hacia atrás.
La luz de una perdida / estrella marca el rumbo” (vv. 5-7). Sí, la vida es como
una estrella, se escapa de nosotros, vuela de nuestro lado en cada minuto que
se nos va.
Y hay una
parte del poema que realmente me emociona, es ahí donde surge el mejor Talens,
el que aúna lo poético, la estética que conlleva su decir y el contenido humano que lleva implícito en
el lenguaje: “Líbrenos el poema de ese mal / de la nostalgia. Antonio. Que
morimos / lo hemos sabido
siempre. En el oscuro / ángulo del salón, el lagrimal / del alba nos extiende, si dormimos, / el cobertor de
un sueño prematuro” (vv. 15-20).
¡Qué bella
forma para comunicarnos que la muerte se aproxima, ya que, con el lagrimal del
alba nos llega el prólogo de la muerte que un día (parafraseando a Cesare
Pavese) vendrá y tendrá nuestros ojos.
Y, al
final, aparece el jardín, edén para César Simón y también para Talens, lugar
donde el poeta fue feliz y donde supo gozar de la amistad de su buen amigo, el
poeta Antonio Carvajal: “No me importó alejarme: me hizo humano / Aprendí que
hay horror, y también vida, / ese otro tigre de la edad vencida / en el jardín,
tan nuestro, del verano” (vv. 25-28).
Hay que
convivir con el dolor y gozar del instante de la felicidad, nos dice Talens y
cierra, de este hermoso modo, un bello poema que constituye un homenaje a la
amistad verdadera.
Esa
sensación de que el tiempo caduca se une al extrañamiento de la propia vida,
dos temas esenciales a lo largo de su dilatada obra poética.
Quiero
terminar citando, de nuevo, a Juan Carlos Fernández Serrato y su acertado
prólogo a su antología poética Cantos rodados cuando dice: “Es curioso
que un poeta de la vida, de la carne y de la acción haya desarrollado un
discurso tan ligado al amor creador como lo está a la muerte, derrota final de
todo afán” (p. 108).
La
respuesta no es difícil, Talens entiende la vida como un espejo, donde nos
contemplamos, de un lado vivos, al otro lado, en su reverso, muertos, eterno
enigma del ser que da sentido a su creación poética, de múltiples lecturas y
que conlleva una hondura que aviva el interés del lector, hasta hacer de sus
textos un jeroglífico de emociones, como lo es también el sinuoso camino de
nuestras vidas.
2 comentarios:
Estimad Jenaro Talens, mi nombre es Eugen Barz. Mihaela Vechiu y yo somos dos poetas rumanos residentes en España (Parla y Getafe). Ahora estamos preparando una antología de 25 poetas en español, con cinco poemas cada uno, que traducimos al rumano en una prestigiosa editorial de Rumanía. Publicamos la antología por cuenta nuestra para rendir homenaje a la literatura en español. Queremos que formes parte de esta antología y de otros poetas importantes, contemporáneos o del siglo pasado, como: Joaquin Penalva, Jesus Urceloy, Rafa Mora , Enrique Nogueras, Roberto García de Mesa etc. Por eso le pedimos a usted, señor Jenaro Talens, que nos dé permiso para traducir y publicar cinco poemas firmados por usted. Mi correo electronico: barz_eugen@yahoo.com
Hola Jenaro, me ha encantado verte en TV te seguiré en adelante y ya te diré cosas!
Un abrazo cuídate soy Lady Hagua tengo canciones y algún poema amo la poesia gracias por compartir!
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