MUJERES EN LA LITERATURA ESPAÑOLA
POR PEDRO GARCÍA CUETO
MARÍA ZAMBRANO Y SU VISIÓN DE
ESPAÑA
María Zambrano |
La otra virtud que cita la pensadora sobre
la figura de Ortega es la generosidad intelectual. Dice así: “Su raíz podría
ser la siguiente: el aceptar Ortega al par su circunstancia española y la
existencia de la filosofía, realizó un acto de fe y de amor. De fe en el
pensamiento y de amor en la tradición y en la circunstancia” (María Zambrano,
2002: 146).
Para la escritora andaluza, el gran esfuerzo
de Ortega se centra en conseguir que la filosofía cobre vida y deje de ser como
un estudio fantasma en la vida española: “La vida española se había resistido a
la filosofía como se había resistido a la historia, y al hacerlo se había
resistido a la vida” (María Zambrano, 2002: 149).
Considera María Zambrano que otros habían
realizado el esfuezo de dar vida a la filosofía en España, como Sanz del Río,
quien importó de Alemania la filosofía krausista. Pero fue, sin duda alguna,
Ortega quien creó unas ideas innovadoras, donde el pensamiento español podría
asentarse. Se refiere a la aparición de obras como La rebelión de las masas
o a la creación de la razón vital, claves en el pensamiento del filósofo.
La pensadora andaluza lo deja muy claro en
su libro: “No encuentro fórmula más fiel para expresar el programa de la
filosofía de Ortega, su exigencia, su dádiva. Que la razón se disuelva a sí
misma a fuerza de entenderse; que la vida se apure, para dejar, celosa, de ocultarse.
Que vida y razón no se oculten la una a
la otra. ¿Se podrá lograr?”(María Zambrano, 2002: 155).
María Zambrano, admiradora de Ramón Gaya, en
España, sueño y verdad cuando cita la
impresión que los cuadros del pintor murciano producen en el que los ve, una
visión exenta de todo aquello que no sea naturalidad: “No. Los cuadros de Ramón
Gaya no actúan como estímulo sobre el sistema nervioso, ni llaman a despertarse
a los monstruos adormecidos en la subconsciencia, ni estremecen violenta y
superficialmente el alma…” (María Zambrano, 2002: 283).
Lo que consigue la pintura de Gaya para la
pensadora es calma, la contemplación ante la belleza de lo pintado: “Y este
quedarse, que es quedarse en calma y en silencio –en el de dentro también-,
supone un sobrepasar un cierto pasmo aceptándolo, que así en el pasmo sucede.
El pasmo, en el que la conciencia se retrae apegándose al alma, juntándose con
ella” (María Zambrano, 2002: 284).
Pero dice algo que concreta más todo esto,
se refiere a la contemplación como finalidad de la pintura del artista
murciano: “La pintura que aparece en los cuadros de Ramón Gaya pasma y subyuga
para ser, al fin, contemplada; esto es, vivida” (María Zambrano, 2002: 286).
Dejando a un lado la admiración por la obra
pictórica de Gaya que posee, cito unos comentarios a la pintura, en la que
podemos descubrir el mismo anhelo de
belleza que este arte tiene para ambos intelectuales; María Zambrano lo
muestra a través del misterio que contiene la revelación del cuadro, como si la
apariencia del mismo no desvelase totalmente su contenido, tal es el hechizo de
la pintura: “Pero como nada logra hacerse manifiesto enteramente, el juego
entre ocultación y visibilidad marca el modo de la presencia, lo que implica
una manera de entrar en el espacio y de fluir en el tiempo” (María Zambrano,
2002: 281). La posición de
Rosa Chacel (otra de las compañeras del exilio mejicano de Juan Gil-Albert)
sobre la figura de Ortega va a ser bastante coincidente con la que expresó el
escritor de Alcoy sobre el prestigioso filósofo español.
La escritora dice: “Ortega es el primer maestro
español que crea una escuela pulcra, coherente y tenaz; no ha podido pasarle lo
que al gran Unamuno, que la sucesión de su obra excelsa se ha corrompido pronto
en el discipulaje” (p. 288).
ORTEGA PARA ROSA CHACEL
Rosa Chacel |
Se refiere la insigne escritora al período anterior
a sus discursos en el parlamento, para centrarse en la figura del filósofo,
cuya razón de ser es hacer pensar al español excelso, elegido, abrir su mente
hacia el futuro, convertir el pensamiento simplista de la mayoría en un
esfuerzo de intelectualidad para unos pocos, capaces de liberarse del yugo de
la alienación. Por ello, cita la escritora La
rebelión de las masas, famoso libro donde avisa Ortega del peligro de la
mayoría, que llevará, por la ignorancia, al desastre del país. Se refiere la
escritora al “hombre que con una limpia prosapia de humanidad se disponga a
beber la clara visión del tiempo nuevo” (p. 287).La admiración de Ortega por
Grecia (como nos recuerda Rosa Chacel) nos hace pensar en la ferviente pasión
de Gil-Albert por lo griego, cuna del arte, de la democracia y de la
sensibilidad.
Ya nos demuestra la escritora vallisoletana la clara
afinidad con la filósofa María Zambrano en su concepción del pensamiento
orteguiano.
ANA
MARÍA MATUTE: UNA ESCRITORA DE LOS CINCUENTA
Ana María Matute |
Para la autora, Primera memoria (1959), Los soldados lloran de noche (1964) y La trampa (1969), representan la
necesidad de cantar la nostalgia de los seres que no han perdido la inocencia,
seres abiertos al umbral de la noche, donde un mundo de sueños nace, tan ajeno
a la realidad. Fuera vemos el dolor, la incomprensión, la intolerancia, la
misma que había calado en nuestros ojos lectores en Fiesta al noroeste (1953), donde hermanastros se enfrentan, como si
el silencio de Dios fuera total.
En los ojos heridos de Ana María
Matute, los seres desvelan su inhumanidad, se enfrentan a la codicia y al
poder, pero también asombran por sus rasgos humanos, la compasión que nace
entre hombres y mujeres arañados por el dolor de la Guerra.
Pero la narradora no solo fue una
testigo especial del horror de nuestra España, sino también una entomóloga de
sus más íntimas contradicciones, dando forma a una narrativa poderosa, que ha
dejado huellas a novelistas tan prestigiosas como Juana Salabert o Almudena
Grandes, quien actualmente ha vuelto al tema de la Guerra, la posguerra y la
miseria de unos años cuarenta inolvidables para todos los que los vivieron.
Llegó luego la narradora del mundo
fantástico, la novelista que dio luz a Olvidado
rey Gudú, una entrada en la imaginación, en los sueños de una mujer que
siempre se sintió niña, herida por la vida, entre otras cosas, por una larga
depresión, tras un matrimonio con un hombre que la utilizó y que no la valoró
en lo más mínimo, un vividor que dejó una gran herida en la gran sensibilidad
de la novelista catalana.
No hay que olvidar, Paraíso inhabitado, magnífica novela,
donde los ojos de una niña, Adriana, perteneciente a una familia acomodada en
la Segunda República española, se libera del horror y de la violencia creciente
por la utilización de la fantasía, un mensaje que cala en el lector, solo la
imaginación podrá librarnos de la burda realidad.
Su labor de narradora de cuentos
llega con El río (1963), un relato donde podemos sentir la
devastadora dureza de la urbanización, ya que nos cuenta cómo una mujer vuelve
a Mansilla de la Sierra, para ver el proceso destructor del mundo moderno, que
ha cercenado tantos lugares hermosos de nuestro país, clara metáfora de la
crueldad del ser humano, que desperdicia sus oportunidades, que no valora al
otro, en donde prima el egoísmo y las ideologías, esa frontera tan peligrosa
que nos llevó a la Guerra Civil y que queda en la retina de esta mujer herida
por la vida.
Como conclusión, decir que
llevaba en el alma una ternura, una forma de ver el mundo, en los ojos de una
niña, una persona que, conociendo la crueldad de la vida, se aferraba a la
infancia, para no despertar de su mundo de sueños, donde nada podía romper la
armonía del mundo.
Se encontrará ahora en un lugar idílico, donde
pueda conversar con las hadas y las brujas de sus cuentos, donde la vida sea
como un bosque, un lugar para permanecer y sorprenderse siempre de las cosas
bellas que este tiene.
Nos deja un gran legado, novelista
que combinó, como muy pocas, las dos miradas, la realista, en las novelas
citadas y las de la fantasía, donde lo importante era saber mirar la vida. Un
legado que fue también el que nos dejaron Carmen Martín Gaite, Ignacio Aldecoa
o Sánchez Ferlosio, una generación, la de los cincuenta, que hizo muy buena
literatura, una generación que sufrió y vivió en una España cainita, que
debemos, para siempre, superar. La gran novelista ya está en el lugar del rey
Gudú, un espacio donde puede soñar hasta la eternidad.,
CLARA
SÁNCHEZ, UNA ESCRITORA DE NUESTRO TIEMPO
Clara Sánchez |
Clara
Sánchez abre ese universo con Piedras
preciosas, en 1989, donde nos sorprende con una prosa estilizada, amena,
pero envuelta en la búsqueda de la palabra certera, de allí inicia un sendero
que pasa por No es distinta la noche
(1990), El palacio varado (1993), Desde el mirador (1996), El misterio de todos los días (1999) a Últimas noticias del paraíso, que recibió el Premio Alfaguara de Novela en el año
2000.
Considero
esta la primera etapa de la escritora, una etapa en la que la narradora va
buscando una forma a su estilo narrativo, va abriendo el sendero de personajes
que se destapan, donde es importante la capacidad de mirar, la presencia de lo
cotidiano, donde el ser humano se encuentra en la incertidumbre de las cosas
banales que siempre tienen un reverso, donde las luces también ocultan sombras.
Por ello,
una de mis favoritas en esta etapa es Últimas
noticias del paraíso, porque en esta novela la escritora desvela su afán de
ver, escrutando el paisaje que la rodea, donde Clara va perfilando la vida de
un chico que descubre en su familia, en sus amigos, en la casa, en todos los
rincones, la presencia de la vida en todo, porque todo deja huella para la
novelista, en este caso, cito unas líneas donde el personaje diserta sobre lo
poético del mundo, contrastando la falta de poesía en el ser humano, como si
solo el afán de literaturizar la vida pudiese dotarnos de ese enfoque, como una
necesidad, como oxígeno necesario para seguir viviendo:
“La luz del sol, la luz del fuego, la luz que se
despeña por intrincadas arañas de cristal, corpúsculos invisibles atravesando
el espacio, misterioso oleaje luminoso. Es como si nuestra mente fuera poética,
pero no nuestra forma de supervivencia. Solo el amor nos eleva, nos salva, a
pesar de su gran imperfección. Nuestra capacidad de amar es tan imperfecta como
nosotros mismos. No hay pureza en el amor”.
En esta
prosa podemos ver una de las claves de la narrativa de Clara Sánchez, la
búsqueda de lo hermoso en las pequeñas cosas, la necesidad de salvarnos de la
rutina a través de la mirada, como si fuese nuestra mente la que nos empujase a
salvar un mundo mal hecho y transformarlo en un ejercicio de belleza, el amor,
como todo sentimiento profundo, nos salva, demuestra que podemos romper la
rutina de la vida, su paso inexorable.
La
escritora logra en esta novela que todo funcione, el mundo está ahí, con su
técnica, para servirnos, pero también para utilizarnos, el peligro siempre está
en el mal uso de lo que nos rodea, como el amor que fracasa al abusar de él,
sin duda alguna, nos hallamos ante una narradora que maneja muy bien la
descripción, sentimos, al leer el libro, que todo se visualiza, se prende en
nosotros, como una llama, se ilumina para que podamos mirarlo con atención:
“Es mediodía cuando salimos. Y me despido en la
puerta. Necesita libertad. Las ventanas de los pisos altos lanzan destellos
plateados al espacio. El suntuoso coche del Veterinario arranca y desaparece
entre otros coches. Máquinas con cerebros en su interior, que contienen
millones de neuronas dispuestas a pensar sin limitaciones”
Todo es un
ejercicio de pensamiento, el hombre y su poder, capaz de cambiar la banalidad
de las cosas, sin duda alguna, un tema crucial en la obra de Clara Sánchez, la
imaginación es un poder, donde podemos salvarnos de la infelicidad de la vida.
Clara sabe
que todo parece complejo, pero es sencillo, así lo manifiesta su personaje, el
mundo hilvanado por muchos resortes, pero donde siempre ocurren las mismas
cosas, guerras, historias de amor, muertes, nacimientos… Para la escritora y
para su personaje, el mundo de sus padres es “imposible”, porque anida en la
complejidad que se han impuesto, dice en la novela lo que sigue:
“La sencillez en la vida es la muerte. Sencillez por
mucho que se diga es precariedad. La vida de un adulto no puede ser sencilla,
es imposible, a no ser que renuncies sistemáticamente a tener todo lo que
quieres. Así que tanto mi padre como mi madre en el fondo me conmueven”.
En realidad, hemos amueblado la vida, dice el personaje, la hemos construido con lazos afectivos, casas, coches, trabajos, para que se nos haga imposible, lo precario es derrocarlo todo y volver a lo esencial, pero ya no hay vuelta atrás, solo el joven conoce el otro lado, porque ve el mundo de los adultos y él sobrevuela en los deseos que no sabe si un día serán realidad. El espejo de sus padres lo conmueve, pero no sabemos si quiere ser como ellos, son una lección que debe aprender para elegir el camino verdadero.
En la
amenidad de la novela, Clara hace preguntas de peso, desde el protagonista
adolescente, Fran, vemos un mundo interior que se abre camino, en el
desasosiego de su vida, donde necesita materializarlo todo para sentirlo real,
comienza un día a leer la Biblia, también empieza a ir al cine, a la Filmoteca,
comienza un progreso desde la cultura que la escritora lanza como un mensaje
evidente hacia el camino autodidacta, verdadera iluminación para huir y
enfrentarse a la realidad, al mismo tiempo.
La huida
de la realidad es necesaria para el chico, pero también, tras esa fuga, el
encuentro con lo real, como maduración, tras el proceso de autoaprendizaje que
Clara nos cuenta en el libro y que hace de esta novela una de las mejores de
esta etapa, en mi opinión.
También
sobrevuela un tema que ya va a ser una constante en la obra de Clara Sánchez,
el mundo del consumo, de la tecnología, como soma de la felicidad, donde los
hombres y mujeres de este tiempo hemos entrado sin pausa y en peligrosa
continuidad, pero donde los jóvenes, sin haber madurado todavía, se enganchan
de forma irreversible, en un mundo visual que Clara no rechaza, pero pone en
tela de juicio, por ser pernicioso, por ello, el protagonista elige la escuela
de la lectura y el cine, donde puede crecer con la imaginación, lo que, sin
lugar a dudas, nos veta la técnica, ya que las imágenes apenas nos dejan ver
más allá de lo que tenemos frente a nosotros. El peligroso recorrido de los
jóvenes está detrás de esta novela, profunda y donde Clara expone sus
principios como ser humano.
La otra
etapa surge con libros como Un millón de
luces (2004) y Presentimientos (2008),
dos novelas luminosas donde el tema sigue siendo el ser humano, atrapado en el
mundo de las oficinas en Un millón de
luces, un ser humano deshumanizado por la realidad que le dicta el día a
día, también un ser humano que se abre al interior, que destapa la luz de la
verdad en las emociones como en la muy notable Presentimientos.
Pero
llega una novela que alumbra todo lo que he dicho hasta ahora, los mundos
interiores, una novela que destapa la vida de seres a la deriva, en una
narrativa amena, pero con verdaderos alardes de estilo sobresaliente, me
refiero a Lo que esconde tu nombre, que fue Premio Nadal 2010.
En ella,
la narradora nos habla de la doble vida de dos seres, con protagonismo directo
en el genocidio nazi, pero también de su perseguidor, Julián, y de una chica,
Sandra, que entrará dentro de los engranajes emocionales de Julián, donde
contempla que el horror, el más temible, nada en lo cotidiano.
El libro
contiene páginas magníficas donde nos desvela el mundo interior, pero, para no
dejar al lector con la sensación de descubrirlo todo, cito estas que a mí me
gustan especialmente, pese a la dureza que contienen:
“Salva y yo vimos mucho en Mautahausen. Vimos
esqueletos andantes, y montones de cuerpos desnudos pisando nieve, una extraña
clase de ganado de color ceniza. Nuestros cuerpos se convirtieron en nuestra
vergüenza. Los dolores de estómago por el hambre, las enfermedades, la falta de
intimidad. Todo iba al cuerpo”.
Para la
narradora, la barbarie sí existe, está allí, en los lugares donde vive el
recuerdo de Julián, también en las miradas sosegadas de los dos ancianos, en la
España soleada donde han ido a descansar, pero también en los actos cotidianos
que no delataban en nada la barbarie que llevan dentro. Por ello, la novela
mira al interior de los personajes, progresa en las diferentes perspectivas,
dando al lector una forma de mirar con atención, como un entomólogo ante un
insecto, como si dentro de nosotros, pudiese existir el bien y el mal al mismo
tiempo.
La
importancia del tiempo, el bueno y el malo, están presentes en la novela,
porque ya nadie puede volver atrás, para que el dolor se atenúe, de alguna
manera.
Dos modos
de ver la vida, el de la experiencia y el de la joven que va a ser madre,
Sandra, dos asideros de un mundo interior que Clara ha sabido captar, laten en
ella y en nosotros para siempre:
“Me miró con los ojos a punto de reventar de
lágrimas. Estaba soportando una carga emocional más fuerte de lo que creía. Lo
sabía yo mejor que ella. Ella no podía ver desde fuera el laberinto en el que
estaba metida, por eso cuando se llega a mi edad y podemos verlo desde arriba
desearíamos volver atrás y recorrer el
camino sin agobios ni angustias”.
La novela crea a personajes que saben que su
destino está echado, pero que siguen emocionándose, porque el mundo de Clara no
se entiende sin la emoción, como en Últimas
noticias del paraíso, donde el personaje sabe que ser adulto es casi
imposible, nunca sencillo, pero atisba que siempre queda el amor, un tema
esencial en la obra de Clara, el amor que nos salva, como la cultura, que nos
aleja de los espacios herméticos en el que viven muchos jóvenes de hoy.
Su última
novela vuelve al tema del dolor, Entra en
mi vida (2012), porque solo en las entrañas del sufrimiento anida lo mejor
y lo peor del ser humano. Su lectura impone un espacio de atención, porque sus
personajes silencian el dolor (con el trasfondo del maltrato), pero, en su
fuero interior, lo denuncian, como si con ello exorcizasen la vida.
Clara logra
en sus novelas acercarse a personajes de vidas oscuras, con luces y sombras,
como confirma esta nueva novela, que le he dado el Premio Planeta, con un
argumento que no quiero desvelar, para que los lectores se adentren en los
misterios de la narrativa de la escritora de Guadalajara.
MUJERES EN LA LITERATURA
La mujer
sigue siendo esencial no solo como una persona que siempre ha tenido psicología
y profundidad emocional, sino por ese mundo de las letras donde brillan algunas
de las mujeres que he citado, entre otras muchas, pensadoras que siguen
iluminando nuestro tiempo.
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