El desmemoriado: Distopía colombiana
Por Sonia Nadezhda Truque
La literatura de ciencia ficción no es nueva en Colombia, hay obras publicadas desde finales del siglo XIX donde se dieron atisbos, historias que apropiaban descubrimientos tecnológicos, resultados de la Revolución Industrial. Autores como José Feliz Fuenmayor que publicó en 1928 la novela Una triste aventura de catorce sabios y José Antonio Osorio Lizarazo, Barranquilla 2132, intuyeron que esa literatura que parecía alejada de la realidad, que podría remitir a meras fantasías cobrarían gran importancia en años posteriores e intentaría abrirse paso en el devenir de la literatura colombiana, que ha sido atravesada por muchos momentos y movimientos, estudiados desde la academia. En este caso, su dificultad de afirmación ha tenido que ver con el desarrollo intelectual del país que durante décadas prefirió aceptar como obras nacionales solo aquellas que daban cuenta del regionalismo, de la violencia, del realismo mágico, del sicariato, de ciudades en crecimiento, con personajes inmersos en conflictos sociales o interiores, que logran captar la atención de lectores y estudiosos. Quizás, René Rebetez y Antonio Mora Vélez son los autores colombianos que han incursionado en este atractivo género, siendo más reconocidos en el exterior que en el país.
Portada de El desmemoriado |
El argumento de El desmemoriado es posible leerlo desde esa perspectiva: El profesor Pitty Caballero Santos, está casado hace más de veinte años con Manzana Siachoque Tibaduiza. En ese momento él trabaja en la memoria Babel, “la compañía virtual más grande y próspera del planeta.” (...) “Para descansar del estrés que le demandaba su trabajo, Pitty quiso hacer una novela autobiográfica y futurista, situada en Bogotá, en el año 2068. Metió en el programa “Novel” las palabras claves: “Pitty” “Manzana” y “Memoria” y a los pocos fue apareciendo en su pantalla esta novela, que hoy, bajo la autorización de la gran matriz del mundo, nos permitimos reproducir íntegramente para los escasos lectores que quedan”.
La Bogotá de 2068 es una megalópolis que la protege de la lluvia ácida la gran marquesina de acrílico, creación del científico Goyeneche. La ciudad del futuro está claramente estratificada en dos zonas: la montaña mágica y zona llamada la Llanura prosaica donde habitan los desplazados, los indigentes, los que se descolgaron del sistema y los que huyen del sistema. Por lo demás, en sus calles se observan la gran masa de clones que desplazaron a los humanos, y grandes pantallas controlan los movimientos de todos. Los alimentos preparados son parte de la historia; ahora el Estado provee a los que acataron la orden de retirar su laptop y su código de acceso, de pastillas de diferentes sabores que contienen los distintos sabores de la gastronomía de la ciudad. Las relaciones interpersonales son cosa del recuerdo, todo hasta las relaciones sexuales responden a un programa controlado, es virtual.
Para el profesor Pitty el asunto es desconsolador: un profesor universitario que ha logrado muchos méritos académicos, publicado infinidad de artículos, libros, es impelido a guardar todo su saber en la memoria Babel y poco a poco su memoria se va perdiendo en ese esfuerzo. El Quijote es el único libro impreso que logra salvar del tsunami bibliográfico. Su mujer Manzana vende productos de belleza por catálogo (virtual) y es el polo a tierra de su marido que vive despistado por tantos baretos diarios de marihuana. La pareja es perseguida por no haber retirado sus equipos y ahora deben usar los que compraron ilegalmente; es un computador de un muerto. Hasta que son descubiertos y los condenan por suplantación indebida de identidad en la red; pero al final, los salva el gran apagón cibernético que se produce en la ciudad.
El desmemoriado es una bella distopía del tiempo que anunciara Aldoux Huxley y George Orwell, ambos anticipadores de un planeta tomado por el ciberespacio, dominado por lo mediático, controlado por los grandes grupos G7-G8, desesperanzador. El aprovechamiento que hace Fabio Martínez de su gran formación académica y sus búsquedas como autor, donde arriesga, se atreve y juega con la palabra, en esta novela es el resultado optimizado de otros de sus libros como Pablo Baal y los hombres invisibles (2003) y El fantasma de Ingrid Balanta (2008) donde evidencia que ha bebido en las fuentes de los fundacionales de la literatura fantástica y maravillosa que unen sus vasos comunicantes en la ciencia ficción.
La Calera 4 de abril de 2014
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