Cristián Gómez O.
(Santiago, Chile, 1971). Poeta y traductor. Entre sus libros publicados se
cuentan: Inessa Armand (2003, La
calabaza del diablo), Pie quebrado
(2004, Amarú ediciones), Como un ciego en
una habitación a oscuras (2005, Conaculta), Alfabeto para nadie (2008, Fuga), Homenaje a Chester Kallman (2010, Luces de Gálibo), La casa de Trotsky (2011, La isla de
Siltolá), La nieve es nuestra (2012,
Ediciones Liliputienses) y la traducción de Cosmopolita
(2014, Ediciones Liliputienses), de Donna Stonecipher. En el segundo semestre
del año 2002 fue escritor en residencia del International Writing Program, de
la Universidad de Iowa. Recientemente, fue escritor en residencia en The Banff
Center, en Alberta, Canadá. Fue también miembro del taller de poesía de la
Fundación Neruda. Co-editó junto a Germán Carrasco la antología Al Tiro.
Panorama de la nueva poesía chilena (2001,
Vox ediciones), y con Mónica de la Torre firma la antología Malditos
latinos, malditos sudacas. Poesía hispanoamericana made in USA (2009, El
billar de Lucrecia). Junto a Christopher Travis, preparó el dossier de la
revista Crítica Hispánica “Después del centenario: asedios a Pablo Neruda y la
poesía chilena contemporánea” (2006, Duquesne University).
Poemas de Cristián Gómez O.
ÚNICA FE
(My only
faith's in the broken bones and bruises I display)
Lo único que le pediría a los encargados de
los departamentos de
español es que de una vez por todas
comenzaran a enseñarnos
español. No creo en la inmersión, no creo lo
del communicative
approach, perdónenme: pero tampoco le creo a
ninguno de
ustedes (cada vez que dicen la tema de hoy en una clase
de estudiantes de post-grado, cada vez que me
preguntan
¿cómo está tu
marida? y ganan
esos mismos ochenta
mil dólares con que podría financiar las
visitas al
médico de mi hija. No tengo nada en contra de
ustedes, pero de una vez por todas déjense de
confundir
literatura con buenas intenciones, no hay
nada más
insoportable que la mentira consuetudinaria
de
elevar la visión de los vencidos a la
categoría de un
clásico que les asegurará un par de becas y
muchas
pasantías en esos lugares de los que tanto
han
aprendido, salvo su lengua: han visitado
tantas veces
el mismo Santiago que me vio morir, pero
literalmente
no se han bañado nunca en el mismo río que
nosotros:
al menos dejen de cobrarnos los impuestos que
antes
nos cobraron con la figura ominosa de una
tradición
a la que tampoco pertenecimos ni me interesa:
esos
listados infinitos son la guía telefónica de
la exclusión,
la evidencia de que no les interesa ni en lo
más mínimo
la poesía dolorosa de los adolescentes si no
viene con el
respaldo de la familia, esas casas patronales
de las que
el patrón todavía no ha salido, acuérdense
por un momento
antes de subirse en el avión que los llevará
a la próxima
conferencia de esa hambre por saber cuáles
eran las
verdaderas influencias de neruda, cuál (de
todos los
vanguardistas parisinos había sido
verdaderamente
amigo de huidobro. Por eso olvídense de las
justificaciones
que llevan al pie del cañón y/o debajo de la
manga para
sacar de las listas de lectura obligatoria a
virgilio
piñera pero incluir por obligación a borges,
no vuelvan
a preguntarnos con desdén de dónde salió
bolaño ni
qué ha escrito el junot díaz ese porque de
borges
(ni más ni menos) es de donde provienen
bolaño y
tantísimos otros, no vuelvan a dejarse llevar
por
esas ridículas cartas de recomendación que
han sido
escritas en la misma serie de producción que
el ford T
y las zapatillas de michael jordan, no sigan
menospreciando
las publicaciones hechas en revistas
marginales de
latinoamérica ni la tristeza de ese peer
reviewed system
que sólo puede convencerlos a ustedes, los
estudios
culturales están tan caídos en desgracia como
la agenda
que los justifica, la paz seguirá dominada
por santa cruz
mientras los mismos bolivianos no decidan lo
contrario
aun cuando vuestras clases sobre alcides
arguedas sean
profundamente intrascendentes, al igual que
los amantes
de sendero refocilándose en la lectura de
arguedas, que no
tenía mucho que ver ni con sendero ni con
ustedes, borges
era asquerosamente clasista pero no por eso
deberíamos
dejar de leerlo, sino aprender por sobre todo
a releerlo
hasta el cansancio y recordarlos a ustedes
con cariño
pensando en la manera en que han envejecido
tanto
ustedes como su hippismo trasnochado, su
acomodo
resiliente desde esa academia con la cual no
pudieron
cambiar ni el mundo ni la academia, pero tal
vez nosotros
puesta la fe en nuestros huesos quebrados, en
nuestros moretones
tengamos que cruzar el río cuando las cartas
nuevamente
estén echadas y el final ya se conozca y
aunque todos nos
digan que ya no queda nada por hacer juntemos
las manos
para rezar: pidiendo gallardía en el combate.
NORMAL
Entonces la profesora nos llamó
y nos advirtió aunque no pareciera una
advertencia
que debíamos empezar a asistir con más
frecuencia
a las reuniones de padres y apoderados, que el
distrito
escolar tiene muy en cuenta la participación de
los
padres a la hora de continuar entregando los
cupos para los niños que más los necesitan, la
parte
que nosotros pudiéramos hacer en casa -agregó-
era fundamental en la consecución de las metas
trazadas en el programa educativo que el estado
de iowa a través de sus entes competentes se
había trazado como uno de sus principales
objetivos. Luego hizo una pausa. Como
si hubiera estado esperando que nosotros
tomáramos la palabra. Luego dijo que
esperaba vernos más seguido y que no dudáramos
en llamarla si teníamos alguna pregunta
o necesitáramos cualquier otra cosa.
No alcanzamos a mirarnos
cuando ya estaba abriéndonos la
puerta con la misma sonrisa con
que nos había hecho pasar en
un principio.
LOS POEMAS PROMETIDOS
Estos
son los poemas que Huidobro y Francisco del
Valle
me corrigieron. Estos son los poemas que
el
Carlitos de Rokha y Gustavo Ossorio me
corrigieron
juntos. Estos son los poemas que Olga
Acevedo
y Victoriano Vicario me corrigieron
después
de mostrárselos al Pancho Véjar.
Estos
son los poemas que Lucho López-Aliaga
me dijo
en el Panamericano que mejor los
tirara
por el water y me tomara a cambio
una
pílsen: estos son los poemas que Germán me dijo
que
mejor me los metiera por el culo porque era pésimo
como
persona en primera persona. Estos son
los
poemas que el David me dijo que mejor los
leyera
de nuevo, que mejor volviera a respirar
y
terminó pidiéndose la próxima (Cerro San Cristóbal,
más
Sergio Valero): estos son los poemas que el
Javier
siempre ha rechazado, estos son los poemas,
estos
son los poemas, estos –y no otros: son los poemas.
HOMENAJE A DONALD JUSTICE
Un
hombre cumple cuarenta años
orgulloso
de su potencia sexual
e
infinitamente temeroso de perderla.
Sabe
al menos que una de las mujeres
con
las que habló de amor eterno
se
mantuvo fiel a ese lenguaje
que
asimila las palabras a las cosas
y
estudia las carreras de los domingos
a
través del nombre de los jinetes.
Sabe
también que es mejor estar agradecido.
Un
hombre cumple cuarenta años casi sin darse
cuenta.
No está obligado a repetir
lo
mismo que le pasó a su padre:
por
eso se dedica a escalar los cerros
que
rodean las ciudades donde habita
para
no olvidar que incluso en las alturas
está
obligado a ser un hijo. Se sienta
en las
escaleras de la casa que todavía
tiene
que pagar contando los pasos
que le
faltan para llegar al segundo piso.
Su
edad podría resumirse en lo que
va del
comedor a la cocina, en la máquina
que ha
reemplazado a la hoja de afeitar
desde
que le cuesta levantarse de la mesa.
Así
como sería imposible entender a los cerdos
incluso
si los cerdos hablaran, esta noche
no
hace tanto calor como para darlo
todo
por perdido.
LA
POESÍA ES LO QUE SE PIERDE EN LOS PUEBLOS CHICOS
Vivo en un poema de Robert Frost
del que nadie ha salido todavía.
Siempre quise escribir poemas
como los de Hinostroza, pero
terminé escribiendo como los míos.
Hubiera querido que alguna muchacha
entrara a una tienda de París
para convencerla de que hiciéramos
el amor tendidos sobre los pastos
que rodean algún castillo de esos
reyes cuyos nombres desconocemos
por parejo. Pero sólo he podido
hacer clases y caer rendido
a los pies de una mesera
en el bar más torrante de
Santiago-centro, allí donde nos
confundieron con los peruanos recién llegados
que es lo más cerca que estuve alguna vez
de la poesía de Hinostroza.
Sin embargo vivo en un poema
de Robert Frost, en un pueblo
cuyo alumbrado público
ha sido el tema de otros profesores
de college, enmarañados como
el abajo suscrito en lo que pudimos
recoger de la resaca neoliberal: no debiera
poner así las cosas, pero los años
dorados quedaron tan atrás como
los años locos que alguna vez
nos ofrecieron. Los faroles
viven de la energía eléctrica
generada por el carbón de las
minas de otro estado.
Nosotros de los faroles
que en lugar de la historia
nos han absuelto.
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