Juan Gil-Albert y el exilio español en México de Pedro García Cueto
Valencia: Generalitat Valenciana, 1ª edic., 2016Juan Gil-Albert y el exilio español en México |
Se marchará en junio de 1939 hasta julio de 1947. Se trata del exilio ante la victoria de Franco, de la necesidad de desaparecer de una España que ha perdido los ideales progresistas y que se ve envuelta en el espíritu de la “Cruzada nacional”, de las hordas falangistas y de la derecha más radical.
Por todo ello, por su compromiso con la Segunda República, por su poesía donde denuncia la barbarie de la guerra, por su amistad con todos aquellos que fundaron revistas combativas en contra de los golpistas, entre ellos, él, el cual fue secretario de la revista Hora de España, tuvo que exiliarse de nuestro país.
En este libro, pretendo recorrer algunos momentos de ese exilio, sin olvidar la labor dedicada a las revistas con anterioridad al exilio (la labor en Hora de España) y en el mismo (Taller, entre otras), sin dejar a un lado su mirada, la de un hombre que, pese a que vivió unos años en algunos países de Hispanoamérica (sobre todo, en México) no abandonó nunca su raíz española y su amor por la tierra levantina que tanto quiere.
José Carlos Rovira, gran estudioso de la obra de Juan Gil-Albert, comenta en su libro Juan Gil-Albert, editado por la Caja de Ahorros Provincial de Alicante en 1991, acerca de su exilio americano y la nueva actitud que cobran sus escritos lo siguiente: “El escritor vive en esos años un reencuentro con la literatura en un marco diferente a la creación que la historia determinó en los tres años anteriores: de “mi voz comprometida”, la escritura se desplaza en el exilio a una construcción de intimidad –nunca evitada en cualquier caso en la poesía bélica-que tiene dos símbolos constructores: Las Ilusiones (el título del libro aparecido en 1945 en Argentina) y El convaleciente (una parte de ese libro) en la que el sujeto lírico recupera literalmente las posibilidades de vivir” (p. 48).
Muy cierto, porque su exilio americano representa una ruptura con la poesía de tema bélico, motivada por la Guerra Civil española y un abandono de su primera prosa decadentista hacia una prosa hecha de mayor contenido ético y estético, como reflejará su novela Tobeyo o del amor, escrita en México en este período. También Las Ilusiones representa un libro de poemas más maduro que los anteriores, de gran calado emocional y con grandes resonancias líricas y estéticas.
Por todo ello, afirmo que su exilio americano fue lo suficientemente fructífero como para impulsar una obra mayor que irá creciendo, con ímpetu y vigor, a la vuelta del mismo, en 1947.
Las preguntas que el escritor Juan Malpartida se hace en la revista Letras Libres en el artículo que dedicó al escritor de Alcoy titulado “Juan Gil-Albert en América”, son realmente importantes: “¿Por dónde anduvo Gil-Albert? ¿A quién trató? ¿Qué buscó en esa ciudad ya en pleno crecimiento, y dónde podía contactar aún con un grupo de escritores que, tanto por su calidad como por sus intereses, tenía que ver con la generación suya del 27? ¿Qué pensó de Villaurrutia, de Reyes, de Pellicer?” (p. 2).
Todas esas preguntas demuestran un escaso conocimiento de ese período, como si Gil-Albert sólo hubiese dejado retazos en sus obras de algunos hechos, pero hubiese guardado en el baúl de los secretos momentos importantes de ese pasado. No trataré de descubrir lo que no se ha mantenido en documento alguno, pero sí de desentrañar cuál fue la pasión mejicana de Gil-Albert, qué importancia tuvieron sus colaboraciones en revistas, qué impresiones tuvo de la ciudad de México (nada mejor que el Tobeyo o del amor para descubrir páginas deslumbrantes de la ciudad), su amistad con Octavio Paz, etc.
Nadie mejor que César Simón, tan admirador de la obra de su primo, tan entusiasta de su mundo poético que se baña reiteradamente en sus aguas para comprender su mundo, realizar su tesis doctoral, escribir artículos y libros sobre el escritor de Alcoy, cuando nos habla del ocio creador que desarrolló en México. Lo dice en su libro Juan Gil-Albert: De su vida y obra, publicado en Alicante, en el Instituto de Estudios alicantinos, en 1983. María Paz Moreno, gran especialista del autor nos lo recuerda: “tiempo que el escritor llenaba escribiendo, leyendo, asistiendo a espectáculos, visitando a sus amigos o simplemente paseando” (p. 41). Estas líneas pertenecen a la edición de su Poesía Completa publicada por el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert y la editorial Pre-Textos en el año 2004. La investigadora murciana lo llama ocio creador y estoy de acuerdo, ya que nunca el poeta alicantino dejó de ver el mundo desde el ocio, pero sin olvidar que éste era el germen, la raíz para producir una obra fecunda, nacida de su pasión por el lenguaje y por el mundo.
La vuelta a España, en 1947, sería el momento de otro tipo de exilio, el interior, motivado por las dificultades de publicar en el cerrado espacio del franquismo. Pero el poeta alcoyano fue gestando una obra sólida que triunfará en los años setenta cuando reconocidos poetas de la citada generación (Guillermo Carnero, Luis Antonio de Villena, Pedro J. de la Peña, Jaime Siles, Ricardo Bellveser, Francisco Brines (algo más mayor y perteneciente a una generación anterior), etc) supieron reconocer el esfuerzo de Juan Gil-Albert por tejer una obra clásica por sus dimensiones literarias, estéticas y humanas.
Como nos señala Ángel Luis Prieto de Paula en la introducción a la Poesía Completa ya citada, Las Ilusiones es un libro que podría haber posibilitado una revolución al mundo monocorde de los años cuarenta con los dos ejes vertebrados por la poesía garcilasista y los poetas desarraigados, pero al publicarse en Buenos Aires, en el exilio, el libro no tendrá la repercusión que hubiese merecido, sino muchos años después: “El hecho de que este libro fuera editado en Buenos Aires, y de que su autor estuviese viviendo su exilio mexicano, es determinante para explicar su ya aludida falta de rendimiento respecto a la poesía más joven” (p. 15),
Pedro García Cueto |
Mi intención es reivindicar, de nuevo, a Gil-Albert, como ya lo hice en los dos libros anteriores (La obra en prosa y El universo poético de Juan Gil-Albert) porque su obra merece nuevas lecturas y su contribución en las revistas de la época, su ocio creador durante el exilio americano, merecen, de nuevo, este homenaje que le brindo en las páginas que siguen.
PEDRO GARCÍA CUETO
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