JOHN HURT Y EL HOMBRE ELEFANTE: UNA OBRA MAESTRA
POR PEDRO GARCÍA CUETO
El hombre elefante (David Lynch) |
Durante
la historia del cine ha habido muchos accidentes, desde aquellos que cambian la
vida de los protagonistas, como el que sufre el personaje principal de La
mosca, en las versiones que el cine nos ha dejado de esta terrible historia o
el que lleva al error al doctor Frankenstein a que el monstruo cobre vida, en
la versiones magníficas del mito, desde un punto de vista serio, pero también
desde la parodia, recordemos la hilarante y magnífica El jovencito Frankenstein (1974), de Mel Brooks, pero el cine
también nos ha dejado imágenes muy duras, como la del accidente que deja
mermado para siempre a John Savage en la obra maestra de Cimino, El cazador (1978). Pero pocas películas
pueden demostrar que un accidente puede cambiar tanto la vida del protagonista,
como la inolvidable El hombre elefante de David Lynch, donde el accidente del elefante en la tripa de la madre
de John Merrick será el detonante de esta historia hermosa, donde se combina,
con majestuosidad el drama y el lirismo más exacerbado, cuando Anne Bancroft
entra en escena y se apiada del ser deforme, el protagonista, genialmente
interpretado por John Hurt, que acaba de fallecer a los setenta y siete años, John Merrick.
El
hombre elefante (1980), rodada en blanco y negro, es una película que
vuelve al tema de la deformidad, la de John Merrick, un hombre que tiene la
cara deformada, porque su madre, artista de circo, recibió en la tripa,
embarazada, el golpe de un elefante, al hacer un número de circo. Las imágenes
de la ciudad londinense, el rostro hermoso de la actriz que interpreta Anne
Bancroft, que siente pena por el hombre deforme, los rostros de los seres
crueles que se burlan de Merrick, van inundando la pantalla, dejando una imagen
de una realidad cruel y monstruosa, con las luces y sombras del blanco y negro.
Joseph Merrick en 1886 |
Merrick nació en 1862 y murió en 1890. Fue
un hombre maltratado con extrema crueldad en los circos, para burlarse de él,
solo Treves, un doctor (interpretado por el excelente Anthony Hopkins) se
preocupa por su caso, desde la humanidad. Vemos las imágenes oníricas de la
película (en la más realista de todas sus propuestas) cuando la cámara entra en
el agujero del ojo de Merrick a través del saco que tapa su cabeza, vemos el
hospital, el momento del parto, donde podemos ver cómo la pesadilla de los
sueños se convierte en real. Diagnosticado como síndrome de Proteus, que
producía malformaciones de los huesos y diversos tumores musculares y óseos, la
vida de Merrick estaba condenada a ser muy corta.
Pese a la crueldad de la historia, Lynch
crea una cinta muy poética, porque siempre pesa la elegancia de la mirada de la
actriz (la estupenda Anne Bancroft), la humanidad de Hopkins y la ternura de un
casi irreconocible John Hurt en el papel de Merrick, dando cierto aroma a
calidez a la película, contrastado con las imágenes de los crueles tipos que
explotan y se ríen de Merrick, hacen de esta historia una de las más hermosas
de su cine. No recibió ningún Oscar, pese a las nominaciones que tuvo, algo
incomprensible, dada la calidad de la película.
Sin duda alguna, la película está llena de
influencias, porque Lynch había cosechado el éxito con Cabeza borradora (1977) en un estilo de gran cine de terror, pero
en este caso, la apuesta combinó la mirada melodramática a la historia, aunando
el relato gótico, ese Londres que está siempre surcado por la niebla, sin
olvidar que late en la mirada de Lynch películas como La parada de los monstruos (1932) de Todd Browning, no hay que
olvidar la procesión de seres deformes que se muestran para divertimento de la
plebe en el circo, que el público londinense (ávido de morbo y de maldad) puede
ver, donde también se exhibe a Merrick, también late en la historia la influencia
de Truffaut y su película El pequeño
salvaje (1969), ya que la figura del doctor que interpreta muy bien Hopkins
es un reflejo de ese hombre de espíritu roussoniano que quiere hace hablar al
joven salvaje.
John Hurt |
Hay una cultura del freak en esta cinta, porque hay una escena en que Merrick logra
huir del circo gracias a los seres deformes que le ayudan, hay una solidaridad
tangible entre los seres, condenados a la deformidad por la adversidad de la
naturaleza, y Merrick, un hombre que, por su extrema deformidad, está
supeditado a llevar un saco para ocultar su rostro deforme. Vuelve entonces la
influencia de Lynch sobre Browning y su famosa Parada de los monstruos.
Será necesario que Merrick llegue a quitarse
la capucha, para que la imagen que nos proyecta nos obligue a mirarlo de
verdad, con la ternura necesaria, con la afabilidad con que le mira la actriz,
antes el verdadero protagonista es el doctor, el cual abomina las máquinas,
comienza su primera aparición en la película con la secuencia del doctor
tratando de remedar el cuerpo de un obrero que ha sido aplastado por una
máquina. El primer plano del médico cuando descubre por vez primera a Merrick
nos sitúa en la expresión de un hombre de extrema bondad, el médico no se
asusta, sí lo hace la enfermera, porque él conoce el dolor, trata con los seres
deformes, tiene otro sentido ético de la vida. La mirada de la actriz hacia
Merrick es frontal, en ningún momento siente horror, sino una extrema
compasión, como si el mundo del teatro en el que ella ha conformado su vida
fuese también un espectáculo donde la alegría y la pena se combinan
ineludiblemente.
Lynch huye de lo morboso en esta película,
impone la lírica, como si fuese una película atípica en su filmografía y
estuviese rodada treinta años antes, ya que impone el mundo de los libros, la
música, bálsamos a los que Merrick se acostumbra para soportar el dolor inmenso
de vivir. Tanto el doctor como la actriz le empujan al mundo de la cultura,
mucho más grande que la vida, de cuyo poder uno puede amarrarse ante la
humillación de la vida real. Mientras construye la maqueta de una catedral que
él vislumbra por la ventana, en su habitación del hospital, Merrick mira un
dibujo de un niño durmiendo en su cama, él sabe que recostarse de esa manera
supone la muerte, pero ya ha aceptado el tránsito hacia la otra vida, porque ha
conocido lo peor (la humillación, la deformidad, la soledad) y lo mejor de esta
(el encuentro con esos dos seres maravillosos que logran amarlo de verdad). Por
ello, se recuesta y acaba su periplo por el dolor de la vida.
John Hurt |
Nos queda sin duda, la imagen del
accidente, el elefante que pisa a la madre de Merrick, las imágenes oníricas de
este imaginando otra vida, la música que nos reconcilia con el mundo y una
extrema sensibilidad que los dos seres sienten hacia el hombre maldito, un ser
que es más humano que muchos otros, deforme
por fuera, pero hermoso por dentro. Sin duda alguna, una de las más
grandes películas de Lynch, una obra maestra indiscutible con un inolvidable
John Hurt como El hombre elefante.
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