EL SUR DE VÍCTOR ERICE: CUANDO DUELE EL TIEMPO
POR PEDRO GARCÍA CUETO
El Sur. Víctor Erice |
Con El
Sur (1982) llega la segunda obra maestra del director vasco, en este caso,
cuenta la historia de otra niña, Estrella (Sonsoles Aranguren), que viaja con
su padre, Agustín, siempre en tren (de nuevo, el tren, máquina que huye del
tiempo en busca de una felicidad que la vida niega). Todos los viajes vienen
del Sur y del pasado o van hacia él. Aparece la casa familiar donde el padre y
su hija alientan un mundo de sombras, pero también de luz. La llaman “La
Gaviota”, donde muy pocas personas viven en el interior, anidando un espacio
que conoce el dolor que trasmite el silencio, en la línea de El espíritu de la
colmena.
El péndulo es otro elemento fundamental,
donde Agustín (un extraordinario Omero Antoniutti) crea un mundo de sueños y de
sombras, en el desván de la casa, allí aprende Estrella la capacidad de su
padre como demiurgo, como hombre que traslada sus silencios al otro lado de la
vida. De nuevo, hay una referencia clara a su película anterior, El espíritu de la colmena, donde Ana, la
niña, miraba el pozo, los giros de la piedra al caer al agua, aquí son los
vaivenes del péndulo, en un acto místico inolvidable. Hay algo sagrado en la
comunicación interrumpida entre padre e hija, las palabras se encuentran a
veces con los silencios donde dormita una historia clandestina y secreta del
padre.
Julia (Lola Cardona) es la testigo del mundo
del padre, la que conoce el secreto, por ello, será ella la que cuenta a la
niña la historia que tuvo lugar en el Sur, donde su padre tuvo un amor
especial, alguien que sigue perenne en su memoria, Irene Ríos. Sin olvidar a la
criada, una inolvidable Rafaela Aparicio, que envuelta en su sabiduría
escénica, cuenta a la niña revelaciones e historias, en su afán de dar una
visión onírica a la vida.
Sin desvelar más sobre la historia, vemos la
magia de la mirada de la niña, las sombras del padre, la importancia del cine,
Irene Ríos es una actriz que cautivó al hombre que hoy es la devoción de
Estrella, la importancia de las cartas. Todos son elementos aparecidos en su
anterior película, que van cobrando significados cada vez más hondos, lo que
refuerza la idea de que el cine de Erice es un cine de símbolos, de objetos que
empiezan a cobrar toda su intensidad, de miradas que pesan en las sombras de la
casa, de silencios, cargados de verdades.
Agustín, hombre que no encuentra nada ni
nadie para superar su dolor, acabará quitándose la vida, lo que refuerza su
hermetismo, su incapacidad para permanecer en el mundo y disfrutar de la
devoción que su hija siente por él, nos encontramos con un padre que niega el
afecto a su hija, al menos en lo más profundo de su ser.
El espíritu de la colmena. Víctor Erice |
Si el personaje de Fernán Gómez en El espíritu de la colmena reflejaba la
pérdida de identidad de un hombre que había perdido la guerra, Agustín es un
perdedor, un autómata que vive su vacío, el recuerdo de Irene Ríos, la
incapacidad para entender el mundo presente, en una búsqueda que solo puede
conducirle al abismo.
En el cine de Víctor Erice, autor de tres
grandes películas, los símbolos van tamizando todo, cualquier espacio cobra
significación, lo que refuerza la idea de que el lenguaje cinematográfica es
sumamente visual, lo podemos trasladar a la literatura, porque los breves
diálogos son poemas incompletos, hay una lírica profunda, honda, en cada
imagen, en el desgarro de unos seres humanos que han perdido la fe en la vida y
que expresan en sus silencios su desarraigo vital.
Erice también tiene en cuenta el mundo de
los niños, porque, al igual que en El
espíritu de la colmena, hay una clara confrontación entre adultos y niños,
los primeros guardianes de secretos que les llevan a la infelicidad y los
segundos, seres que van descubriendo la vida en su lucha entre las luces y las
sombras, los juegos de las hermanas de El
espíritu de la colmena eran una forma de alejar el fantasma del pasado de
los adultos, son la única forma de exorcizar los demonios de un mundo que se
deshace, un espacio que ha dejado de tener sentido, donde la vida es
inhabitable.
El Sur es una hermosa película, de bella
fotografía, de miradas que se van cincelando en nuestro interior, de diálogos
que quedan ungidos en nuestra mente, son jeroglíficos que podemos traducir,
llevándolo todo a una realidad que ya carece de sentido, donde duele el tiempo
y la vida queda en sombras.
Víctor Erice |
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