La vida Breve. Antología personal. Isaac Goldemberg |
Isaac Goldemberg Bay, La
vida breve (Antología personal, 2001-2012). Cajamarca: Fondo Editorial de
la Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo, 2012
Por Manuel J. Santayana
Academia
Norteamericana de la Lengua Española
En
año tan reciente como el 2009, el profesor y ensayista Rodrigo Cánovas, de la
Universidad Católica de Chile, lamentaba en un estudio la escasez de
investigaciones académicas sobre las letras judaicas in Iberoamérica. El aserto
es parcialmente justo; sobre todo si se piensa en la atención que aún aguarda de la crítica especializada
la obra de poetas judeo argentinos como Israel Zaitlin (que publicó su obra con
el seudónimo «César Tiempo») y Carlos
Grunberg, o la de un prosador de la talla de Alberto Gerchunoff, autor de Los gauchos judíos y Argentina, país de advenimiento.
En el último cuarto del siglo XX, sin
embargo, nombres como los del chileno Ariel Dorfman y el argentino Isidoro Blaisten conquistaron
un amplio círculo de lectores. Ana María Shua, autora de novelas, de cuentos
infantiles en la tradición judaica y de formidables microrrelatos, ha sido
desde entonces objeto de la crítica más elogiosa. No he querido extenderme en
las citas antes de detenerme en la figura del autor cuya antología poética es
el objeto de esta reseña: Isaac
Goldemberg Bay (Perú 1945), cuya obra de polígrafo incluye la poesía, la novela
y el teatro. A partir de su primera
novela, La vida a plazos de don Jacobo
Lerner (a la que seguirían otras cuatro),
escritores eminentes de la generación anterior en diversas latitudes del
continente (Vargas Llosa, Pacheco, Sarduy) reconocieron la aparición de un
nuevo y alto valor de la narrativa hispanoamericana. Su peculiaridad, dejando
aparte su excelencia literaria, consiste en que se trata del primer escritor
judeoperuano de relieve continental y el que dio a conocer en escala
internacional aspectos, por muchos ignorados, de las luchas cotidianas, de los
tropiezos y logros de los judíos del Perú, y de su difícil inserción en la urdimbre
social de aquel país sudamericano. Sin llegar a una
carnavalización de la escritura, Goldemberg, cercano aún a las audacias del
«Boom» y haciendo inteligente uso de aquel ejemplo, se sirvió de las diversas
voces de sus personajes, de crónicas periodísticas y de otros textos alusivos a
la realidad peruana del tercer decenio del siglo pasado para dar una imagen,
matizada de humor sombrío, de imaginación creadora y de distancia crítica, de
la presencia judía en el Perú. Hoy, 33
años después, Jacobo Lerner es una
obra paradigmática, ejemplar de nuestra literatura, representativa de su
universalidad y de su riqueza permanente.
No podía yo eludir la mención de obra tan importante al escribir sobre
Goldemberg Bay. Pero el presente texto debe circunscribirse al poeta que, diez
años antes de publicar su novela consagratoria, había despuntado en las letras
hispanoamericanas con un delgado volumen de poemas: Tiempo de silencio (1969), impreso en España y precedido de un
prólogo comprensivo y entusiasta del poeta Hugo Emilio Pedemonte. Es un libro que
se articula en un discurso anhelante y cuyo módulo expresivo es el verso ancho,
de ritmo premioso, que se extiende en oleadas sobre la página. Este libro es un temprano anuncio de la
antología que me ocupa. En sus páginas encuentra angustiada expresión la búsqueda de la propia identidad, de la
raíz humana que haga cicatrizar la
herida abierta de su etnia doble, judía –con su carga de destierro y dolor– y
peruana; marcada esta por la presencia del pasado indígena y por la educación católica, plagada de nociones populares sobre lo
judaico, hechas de fabulación absurda y de rechazo. Sólo que
en Tiempo de silencio antecede a la
búsqueda a través de la historia y del arte que signará la obra futura, el
sentimiento de una espera angustiosa a
la que ni siquiera el amor da descanso. El
punto de partida es el rechazo de «un mundo de leyenda»: todo expresado por
modo indirecto. En el primer poema, afirma:
Me hice hombre al fin
y contuve la
pena entre los dientes hasta morderme la conciencia.
En un poema seleccionado de Peruvian Blues, el primer poemario
representado en La vida breve, escribe,
enfrentándose a la tradición milenaria que lleva en la sangre :
No necesitábamos exámenes de espermatozoides
sino exámenes de conciencia.
La conciencia de la escisión,
de la pugna de dos sangres, nacida de la historia y del discurso religioso, cae
como una luz implacable sobre las palabras del poeta; una luz que baña con
igual intensidad el enfrentamiento a lo fáctico y limitado y la proyección
imaginativa y especulativa de sus monodiálogos (para usar el sustantivo que
acuñó un angustiado de diversa índole: Miguel de Unamuno). Este conflicto que
esclaviza la conciencia, encarna por la palabra en la imagen, hecha de sueño,
de sus padres: son imágenes que hablan y a las cuales el poeta interroga,
mientras viaja por la historia, se interna en los ritos y misterios ancestrales
en busca de la respuesta que elude su inquietud, móvil de su destino de poeta y
narrador.
En Los cementerios reales, del 2004,
en cuyas páginas el poeta explora el dolor de vivir en una nueva modalidad
expresiva, la gravedad desnuda se hombrea con ciertos momentos
vallejianos : Rechina el diente en
la punta del tenedor /Hoy probó la boca el hambre de Nadie. (No
es el único momento en que recuerda el verbo de aquel maestro contemporáneo: en
otro poema de extrañeza vital metafísicamente asumida, Goldemberg Bay escribe: He aquí que saludo la pena de los muebles,/
el único olor de la cocina). Hay en estas páginas del poeta un sabor
expresionista que manchará con brochazos de pesadilla otros textos posteriores:
los del Libro de las Transformaciones
(2007), poemario continuador de aquel agónico discurso con nuevos matices de
ironía y donde se traslada al ámbito del Cosmos, la desarmonía de la
Historia. Aquí comienza Goldemberg a
dialogar con el arte pictórico (Pisarro, Arshile Gorky); acaso otra manera de
buscar su rostro entre las máscaras y los rostros que lo rodean y de abrazar un
destino colectivo.
El «Arte poética» de
Goldemberg está dedicada a Paul Celan, cuya obra poética nace de la entraña del
dolor y del silencio, y a Gonzalo Rojas, otro nombre clave de la poesía moderna
de nuestro idioma. Allí se lee: quien
escribe es la red de los sueños/ jalados por la corriente.
Cuerpo
del amor, del año 2012, tiene por eje central el encuentro pasional
de la pareja: el gozo del hallazgo mutuo, la desconfianza, la plenitud. Este
libro es, pese a que no simplifica sino resume la complejidad de la experiencia
amorosa, un oasis dentro de la antología. Tras el violento, amargo episodio del
«ángel de los celos», sorprenden al lector las reflexivas, intensas y exactas
«Décimas de fino amor». Aquí el poeta muestra su hábil manejo de las formas tradicionales
de la poesía española sin por ello insistir en una perfección, por demás
elusiva, de aquellos moldes. Siguen a las décimas tres sonetos amorosos que
exhiben parejas virtudes. En estos suele haber un ajuste formal mejor logrado
en los tercetos que en los cuartetos. Pero insisto en que una adopción mimética
de las formas clásicas no es el fin de esta lírica, heredera de las más
fértiles conquistas de la Modernidad literaria; inmune, por fortuna para él y
para sus lectores, a esa escritura de laboratorio verbal, payasa e
intrascendente, que ejemplifican los escritos de un Oliverio Girondo, por
ejemplo, a quien Enrique Anderson Imbert llamara “el Peter Pan de la poesía
contemporánea”. En Cuerpo del amor, no obstante, el tono de celebración aligera la central gravedad del
discurso. La presencia del baile, de los
diversos ritmos populares de la América española, se diría que acompaña y
define la vivencia erótica como danza: fiesta y compás, pausa de armonía en la
ardua tarea de vivir.
Las Variaciones Goldemberg (con su alusión a
la música de
Johann Sebastian Bach: contrapunto del dolor y la esperanza) son inéditas y
cierran La vida breve. En estos poemas finales de la
antología, se hace palmaria la identificación del poeta con sus raíces
judaicas; pero no desde la religión, sino desde la Historia. Goldemberg asume y exalta el
valor de un pueblo fortalecido en la diáspora, aleccionado en el dolor, capaz
de prodigar un tesoro de pensamiento y de creación frente a la hostilidad, y
capaz de superar el horror del genocidio nazi y de dar testimonio de coraje y
de resistencia. No ha
encontrado el padre perdido; o, más exactamente, lo ha encontrado en el destino
de una comunidad humana forjada a lo largo de muchos viajes, de muchos exilios
y quebrantos. De ahí que el lector sienta –sentir
mejor que comprender su discurso, que avanza, oblicuo, hacia una visión
trascendente– este
poemario último como obra de reconciliación, de avance hacia la paz consigo
mismo y con los otros. El yo étnico,
antes inseparable del yo poético, se convierte en voz de una vivencia
universal.
La lectura de este volumen en su
integridad –tan rico y denso de humanidad y
de invención poética que es imposible resumirlo aun regresando muchas veces a
sus páginas– permite
constatar una observación afortunada del narrador y profesor Eduardo González
Viaña, prologuista del libro: la amplia
tesitura poética de esta selección antológica, donde se integran por modo
orgánico –momentos de una búsqueda esencial– el sarcasmo, la anécdota autobiográfica,
la alegoría histórica, la concisión epigramática y la efusión lírica, sin
apartarse jamás de su realidad de búsqueda impostergable y tenaz. Con los poemas de La vida breve, Isaac Goldemberg reafirma su lugar eminente en las
letras de nuestro idioma. Como reza el título de una de sus novelas: tiempo al
tiempo.
Manuel J.
Santayana (Cuba,
1953), Doctor en Filosofía y Letras, es profesor en el Miami Dade College
(Miami, Florida). Ha publicado dos volúmenes de poesía: De la luz sitiada
(La Florida, 1980) y Las palabras y
las sombras (México, 1992), así como ensayos, reseñas, poemas y
traducciones en revistas (Linden Lane, Can mayor, México en la Cultura,
Cuadernos Hispanoamericanos). En el año 2012 la editorial Pre-textos de
España publicó su traducción e introducción de las Rimas selectas
de Michelangelo Buonarroti. Es miembro colaborador de la ANLE (Academia
Norteamericana de la Lengua Española).
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