viernes, 17 de octubre de 2014

Centenario de Nicanor Parra

EN EL CENTENARIO DE NICANOR PARRA: HUYENDO DE TODA TRASCENDENCIA

POR PEDRO GARCÍA CUETO

   Parra vive, ha cumplido cien años y su luz nos deja absortos ante esta presencia que vence al tiempo, como si fuese inmortal.



   Gracias a Roberto Bolaño, escritor de talento que se fue diluyendo en sus libros como si dejase un testamento tras otro en su vida enigmática y a Ignacio Echevarria, Parra decidió publicar sus Obras completas. El viaje a casa del escritor chileno por parte de los dos amigos fue un deslumbramiento, Parra de memoria impresionante, de simpatía desbordante, poeta y antipoeta, como sus antipoemas, porque ser poeta no lo es todo, ya que descifrar la vida lo une a la prosa, al ensayo y a la poesía, como síntesis de un pensamiento prodigioso.

   A la vuelta de aquella excursión a la casa de Parra, en Las Cruces, en noviembre de 1999, Bolaño pensó en la posible publicación de sus obras completas, la idea caló en Echevarría, gran enamorado de la literatura hispanoamericana, el cual, con la complicidad de Hans Meinke, al frente entonces de la editorial Galaxia Gutenberg, llevaron a cabo la empresa.

   Lo publicado fue fruto de la pasión de los dos amigos, porque la obra de Parra circula ante una idea, corrige, es el fruto de una pasión por el lenguaje, el cual siempre vuela alto y se posa en un papel para crear el poema, donde vive el aliento del escritor chileno.

   Nicanor Parra vive en Las Cruces, un balneario de la Costa Central, podemos ver desde la terraza de su casa la bahía, por su jardín viven los árboles, nobles y libres, como seres que se abrigan y abrazan para dar luz a la pluma ya centenaria del gran escritor chileno.

   La poesía de Parra nació de su mirada al mundo, no solo desde el humanista, sino desde el hombre de ciencias, no hay que olvidar que estudió Física teórica en Chile, EEUU y Oxford, el poeta siente el idioma como una ecuación que se resuelve en el poema, donde vive el enigma del lenguaje, poblado también de cifras y números. Son números inexistentes pero que podemos imaginar, tal es la magnitud de lo universal en el mundo de Parra.

   Libros como Cancionero sin nombre (1937) y Poemas y antipoemas (1954), son el resultado de su deseo de decir, de cantar a la vida, de expresar cómo ve el mundo el escritor chileno. Recordamos unos versos de su libro La camisa de fuerza (1969) cuando dice:
“¿Qué es la antipoesía / ¿Un temporal en una taza de té? /¿Una mancha de nieve en una roca? / ¿Un espejo que dice la verdad? / ¿Un bofetón al rostro de la Sociedad de Escritores? / ¿Un ataúd a chorro? / ¿Un ataúd a fuerza centrífuga? / ¿Un ataúd a gas de parafina? / ¿Una capilla ardiente sin difunto?”.
   Hay en el mundo de Parra paradojas, frases hechas, buscan siempre la pregunta para el eterno diálogo con el lector, porque la poesía del escritor chileno se basa en el antipoema , donde el antihéroe se diluye en lo fragmentario, en la descomposición del mundo, el sentido del humor esconde la búsqueda de un mundo que ya se ha deshilvanado, Parra juega con el lenguaje y el lector debe de reconocer ese mundo lúdico que se hace y se deshace continuamente.

   Parra hace crítica, dibuja el bufonesco mundo, lo envuelve en ropajes de payaso, porque todo es un acto cómico, con final triste, nada ha de ser tomado en serio. La vida, ya desprovista de toda trascendencia, es una comedia, donde el lenguaje es siempre diálogo con el otro, para buscar la inteligencia del lector, un ser asombrado ante el absurdo vital, que acaba de construir el poema.

  En palabras de Antonio Skármeta, Parra es el descubridor de la falsedad del mundo, el que conoce que todo es paja, nada tiene un sentido verdadero, el humo envuelve nuestras vidas para siempre:
“Parra es un poeta dramático, un manipulador de roles, un pícaro que sabe que la verdad es apenas un derrame accidental de muchas mentiras, un escéptico que estima que una voz más potente que otra –asmática o sibilina- no es necesariamente más justa o verdadera”
   Parra sabe que a los dictadores hay que juzgarlos con la voz del payaso, porque así nos reímos mejor de ese fantoche que domina al pueblo, por ignorancia, soberbia o maldad, como demostró en Sermones y prédicas del Cristo de Elquí.


   Vive Parra cien años y se ríe de todos los que creemos en la seriedad de la vida, todo es una gran bufonada y así debe ser cantada, un juglar de nuestro tiempo que parece inmortal.


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