APRENDER ES VIVIR EN LA ÚLTIMA NOVELA DE
MARTÍN CASARIEGO
POR PEDRO GARCÍA CUETO
Con
el título de El juego sigue sin mí, el escritor madrileño Martín Casariego
(1962), nos ofrece una reveladora historia sobre la importancia del aprendizaje
como eje esencial en la vida, como motor para mejorar lo que somos y lograr,
gracias a lo aprendido, una forma de ser ante la existencia.
El
título de la novela tiene su procedencia en la cita que encabeza la historia
que escribió Pedro Casariego, hermano de Martín, titulada El juego, que dice: “Me
despido de ti y de ella. Os doy las gracias por todo. Tú pronuncias dos
palabras. A usted. El juego sigue sin mí”, donde el escritor nos dejaba un halo
de tristeza, porque Pedro se suicidó en 1993 y Martín quiere tener presente a
quien fue un hombre importante en su vida, un hermano de gran talento y fina
sensibilidad, herido por la vida.
La
novela nos cuenta un episodio ocurrido nueve años atrás al protagonista, cuando
tenía trece, en el cual el aprendizaje es esencial, ya que conoce a Rai, su
profesor particular de matemáticas, cinco años mayor que él, pero de gran
cultura, donde la enseñanza de la asignatura es solo un pretexto para hablar de
la vida, de música, de escritores, de cine.
Hay
un mundo que va apareciendo, el de Leopardi, Onetti, Goethe, Rulfo, Sábato,
Hesse, Salinger, Tolstoi, Pavese, Camus, son todos ellos los traductores del
mundo interior de Rai, los hombres que han sufrido antes y que, como alter ego,
da vida el profesor, para alumbrar la simiente del protagonista, para que
crezca la hierba del saber, para que el tallo se alce fuerte ante la crueldad
de la vida.
Martín Casariego construye una novela con no muchos personajes, porque
el intimismo latente de los dos jóvenes, profesor y alumno, es el centro
neurálgico de ese universo que se va desvelando y en el cual, estoy seguro, ha
bebido y se ha nutrido el mismo escritor.
Late también en el libro el influjo de Melville, porque la novela
empieza con una referencia al nombre del protagonista, Ismael, un nombre que
puede ser, pero que no es, sin duda alguna, Casariego, juega al enredo
cervantino, dice así al comienzo de la novela:
“No voy a revelar mi nombre, porque no importa. Se me podría llamar Ismael”.
Desde luego, este inicio es el juego que desvela su guiño a Melville y
su apasionante Moby Dick, una novela siempre enigmática, donde el bien y el
mal luchan en un duelo apasionante, trasunto de la propia vida y sus
contradicciones.
Pero la novela de Casariego, muy bien escrita, con una prosa cuidada,
elaborada, sin caer en el excesivo sentimentalismo, ni en el lenguaje
intelectual, dejando que fluya la riqueza de un lenguaje que se va tejiendo a
sí mismo, para crear el tapiz final, una novela de aprendizaje y de amor al
arte y a su influjo, que termina de esta forma:
“Al contrario que el capitán Ahab durante estos años yo no he perseguido la ballena, sino más bien la he rehuido”.
Esa forma de esquivar a la ballena es la clara metáfora de la vida como
alud donde el dolor se posa, en clara referencia a ese hermano truncado, que no
supo soportar los embistes brutales de la vida.
La
novela destila humanidad y cultura, también un afán de dejarnos pensativos ante
ese esa forma de transmitir el saber, la más bella, la que debe dejar un
profesor a un alumno, la naturalidad del dar a conocer lo que sabes sin que
haya en ello impostura, engreimiento o vanidad. Gran novela de Martín
Casariego, llena de luz y de amor por el saber.
TÍTULO: EL JUEGO
SIGUE SIN MÍ
MARTÍN CASARIEGO
PREMIO CAFÉ GIJÓN,
SIRUELA, 2015, 216 pp.
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