CASA DE CIELO
Por Andrés de Luna
Escritor mexicano
Héctor Perea es un escritor cuya eficacia se puede comprobar al leer los
cuentos de Casa de cielo (La mirada malva, Granada, España, 2017). En este volumen aparecen textos breves que
son una suerte de apertura de lo que serán las narraciones más largas del resto
del volumen.
De esta forma, “Ni la boca andaba” y “Abertura” son
dos cuentos ráfaga que nos ponen en contacto con un mundo que se ha enriquecido
muchísimo con los viajes de Perea, quien ha vivido en Madrid, en Roma y, desde
luego, en la Cd. de México. Estas tres
ciudades forman un triángulo ideal para la escritura de un intelectual que ha sabido habitar el mundo con todo y sus contradicciones y sobresaltos,
así como también con las buenaventuranzas de unas geografías propicias. De este modo, “Casa de cielo” es un libro que trabaja temas como la memoria, el
recuerdo, el tiempo y el olvido. Su prosa tiene las armonías que le permiten
deslizarse por estos temas para dejar claro que estamos ante un escritor que
sabe ir de lo inmediato a lo que conoce y que resbala para llevarnos hacia
otros rumbos.
Mario Vargas Llosa
escribió que: “La memoria es el punto de partida de la fantasía, el trampolín
que dispara la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción”. Esto es
lo que hace de la escritura de Héctor Perea una riqueza conceptual que se fortalece con el desarrollo de sus
relatos. En ‘Una mirada oblicua” se lee
lo que piensa el personaje de una niña: “Estuvo un rato esforzándose por hacer
coincidir en claridad el recuerdo y aquella imagen aún sin historia que veía a
través de los gruesos cristales. Pero en realidad ni uno ni otro tiempo
quedaban en el mismo marco. Peor aún, ni
en recuerdo era más que un rápido boceto
ni lo que veía con precisión y brillo en las esquinas significaban nada para
ella. Al menos hasta ahora’. Un texto
que habla de desapariciones y vueltas a los recuerdos que sobreviven pese a los
desgastes de una memoria que se aferra sin lograrlo para obtener un rico pasado
que de pronto y sin más es simple borradura. Por ello, Perea nos recuerda: ‘Entre el recuerdo y el olvido del recuerdo
había una delgada, delgadísima ranura sin nada’. Incluso las palabras que podrían hacer frente
al fenómeno y resguardar lo que se anula
en el cerebro, también se pierde y se esfuma en medio de luminiscencias que son
fugas de los términos originales. Tal
vez por ello, la manera que tenemos de enfrentar esto es escribir en su momento
aquello que luego recordaremos con mayor precisión.
‘El performance’ es un acto artístico que aquí está compartido,
entre otros, por una niña y su padre. Lo que conforma la obra tiene que ver con la sustancia
viscosa y fosforescente que resbala de los muros de unas columnas de pelos.
Todo esto resulta una suerte de aprendizaje para una pequeña que nunca ha visto
semejantes cosas. Al final del relato
surge el nombre de la arquitecta del museo, que Joaquín, el padre de la menor,
trata de recordar sin éxito, sólo se queda en
Zaha, el apellido se queda trabado en medio de otras cargas memorísticas
más recientes. El apellido Hadid se
queda de las consideraciones del hombre.
Aquí podría escucharse lo que
comenta el filósofo francés Pierre Bertrand en su libro “El olvido” (Siglo XXI,
México, 1977): “El recordar es ya comienzo de olvido en la medida en que
desactualiza el pasado, lo fecha o lo
hace temporal. En el momento en que el pasado es deseternizado, temporalizado,
el tiempo comienza su trabajo: el pasado
expropiado, reintegrado, localizado,
situado detrás, perteneciendo a un mundo
cumplido. Comienza a ser olvidado, poco a poco, sin perjuicio. El pasado es
entregado al tiempo, que lo devora.”
La escritura de Héctor Perea de pronto adquiere
sentidos y símbolos que derivan en una manera de contarnos hechos. Así en
‘Vista del interior’, el narrador cuenta que: “Cuando su vida era distinta y
todo eso lo apreciaba entre un parpadeo y el próximo. Dentro del tiempo sin
tiempo de aquellos viejos sábados. ´
Esto lo consigue Héctor con un trabajo de prosa fina que desgrana sus maneras
al ponerlas sobre relatos que siguen estas líneas sin agotarse, con la
complejidad o la sencillez que el autor
decida colocarlas en el momento. ‘Vista
del interior’ termina en una visita al
club de parejas liberales, ahí aparece la música de los mariachis, las luces
intermitentes, los cuerpos que se entregan sin descanso a una prolongada
sexualidad. Todo esto lo cuenta el autor con una escritura que tiende a ser una
prosa veloz, que se aleja de las posibles interpretaciones. Esto aparece con
todo detalle en ‘Vista del interior’, y
que luego reaparecerá en ‘La lengua en dos´, ‘El hecho’, ‘El barrio francés’ y ‘Ogni
pensiero volta’. Cuatro textos formados con la mismas revelaciones en torno a
un tiempo en quiebre permanente. Sólo que este fenómeno ocurre de cara a la
ficción, pues la vida pasa, en términos generales en un presente perpetuo. En
la existencia el tiempo comprime la vitalidad del sujeto, y por ello esta
categoría está lejos de ser desplegada en el espacio, cosa que sí pasa cuando
está uno frente a un escritor que se plantea hacer estas rupturas de la
temporalidad. De este modo, Perea construye una serie de textos ligados a una
sorprendente visión de lo que podía darse a través de estas rendijas por las
que se cuelan otros hechos y donde el tiempo está lejos de ser un obstáculo, y
mejor dicho funciona como un alerta ante las acechanzas de lo real.
Uno de los cuentos, ‘La lengua en dos’ narra la
experiencia académica de un hombre que va a Italia para participar en un
congreso. En ese texto Perea habla de : “La de la lucha sin límites de tiempo. A una sola
caída.” Utiliza los términos con los que
se describe la lucha libre, sólo que aquí la lectura otorga más valor al
simbolismo . El principio y el final de
ese cuento traba contacto con un hecho que se pierde en el vacío, un vomito.
Sólo que en este relato admite otras interpretaciones. Perea casi en las
últimas líneas del cuento añade: “ Y con la idea de no ser ya nada sino vértigo
puro. Sino derrumbe al aire libre. En un tiempo indeterminado. Abstracto.
Tiempo sin cuerpo ni alma.”
Estos son los mecanismos que emplea Héctor Perea en un
libro escrito con la madurez literaria a la que nos tiene acostumbrados el
autor. Sus últimos relatos “El barrio francés” y “Ogni pensiero vola”, son dos
estructuras narrativas que forman parte de “Casa de cielo”, los experimentos
que hace el escritor en ambos relatos se pueden considerar dentro de lo mejor
de la prosa de Perea.
En ambos cuentos susbsiste ese espíritu abstracto que domina casi en
todos los textos del libro. Perea quiere dejar atrás el cuento que describe una
anécdota, sólo eso, para él escribir es dejar un hueco que sólo puede
rellenarse con la intencionalidad de hacer otra cosa con los textos. De tal
forma que muchos de los relatos de “Casa de cielo” apuntan hacia lo abstracto,
hacia otra dimensión literaria que va más allá de una formulación
anecdótica. Por todo esto, el libro de Perea es un trabajo
que debe leerse a la brevedad, pues sus aciertos hablan de un escritor capaz de
dominar el tiempo literario y darnos un avance de sus logros.
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