martes, 28 de mayo de 2019

Casa de cielo de Héctor Perea. Presentación


CASA DE CIELO

Por Andrés de Luna
Escritor mexicano

Héctor Perea es un escritor cuya eficacia se puede comprobar al leer los cuentos de Casa de cielo (La mirada malva, Granada, España, 2017).  En este volumen aparecen textos breves que son una suerte de apertura de lo que serán las narraciones más largas del resto del volumen.
De esta forma, “Ni la boca andaba” y “Abertura” son dos cuentos ráfaga que nos ponen en contacto con un mundo que se ha enriquecido muchísimo con los viajes de Perea, quien ha vivido en Madrid, en Roma y, desde luego, en la Cd. de México.  Estas tres ciudades forman un triángulo ideal para la escritura de un intelectual  que ha sabido habitar el mundo  con todo y sus contradicciones y sobresaltos, así como también con las buenaventuranzas de unas geografías propicias.  De este modo, “Casa de cielo” es un  libro que trabaja temas como la memoria, el recuerdo, el tiempo y el olvido. Su prosa tiene las armonías que le permiten deslizarse por estos temas para dejar claro que estamos ante un escritor que sabe ir de lo inmediato a lo que conoce y que resbala para llevarnos hacia otros rumbos.
            Mario Vargas Llosa escribió que: “La memoria es el punto de partida de la fantasía, el trampolín que dispara la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción”. Esto es lo que hace de la escritura de Héctor Perea una riqueza conceptual  que se fortalece con el desarrollo de sus relatos.  En ‘Una mirada oblicua” se lee lo que piensa el personaje de una niña: “Estuvo un rato esforzándose por hacer coincidir en claridad el recuerdo y aquella imagen aún sin historia que veía a través de los gruesos cristales. Pero en realidad ni uno ni otro tiempo quedaban en el mismo marco. Peor aún,  ni en recuerdo era más  que un rápido boceto ni lo que veía con precisión y brillo en las esquinas significaban nada para ella. Al menos hasta ahora’.  Un texto que habla de desapariciones y vueltas a los recuerdos que sobreviven pese a los desgastes de una memoria que se aferra sin lograrlo para obtener un rico pasado que de pronto y sin más es simple borradura.  Por ello, Perea nos recuerda:  ‘Entre el recuerdo y el olvido del recuerdo había una delgada, delgadísima ranura sin nada’.  Incluso las palabras que podrían hacer frente al  fenómeno y resguardar lo que se anula en el cerebro, también se pierde y se esfuma en medio de luminiscencias que son fugas de los términos originales.  Tal vez por ello, la manera que tenemos de enfrentar esto es escribir en su momento aquello que luego recordaremos con mayor precisión.
‘El performance’  es un acto artístico que aquí está compartido, entre otros, por una niña y su padre. Lo que conforma  la obra tiene que ver con la sustancia viscosa y fosforescente que resbala de los muros de unas columnas de pelos. Todo esto resulta una suerte de aprendizaje para una pequeña que nunca ha visto semejantes cosas.  Al final del relato surge el nombre de la arquitecta del museo, que Joaquín, el padre de la menor, trata de recordar sin éxito, sólo se queda en  Zaha, el apellido se queda trabado en medio de otras cargas memorísticas más recientes. El apellido Hadid  se queda de las consideraciones del hombre.  Aquí podría escucharse  lo que comenta el filósofo francés Pierre Bertrand en su libro “El olvido” (Siglo XXI, México, 1977): “El recordar es ya comienzo de olvido en la medida en que desactualiza  el pasado, lo fecha o lo hace temporal. En el momento en que el pasado es deseternizado, temporalizado, el tiempo comienza  su trabajo: el pasado expropiado, reintegrado,  localizado, situado detrás,  perteneciendo a un mundo cumplido. Comienza a ser olvidado, poco a poco, sin perjuicio. El pasado es entregado al tiempo, que lo devora.”
La escritura de Héctor Perea de pronto adquiere sentidos y símbolos que derivan en una manera de contarnos hechos. Así en ‘Vista del interior’, el narrador cuenta que: “Cuando su vida era distinta y todo eso lo apreciaba entre un parpadeo y el próximo. Dentro del tiempo sin tiempo de aquellos viejos sábados. ´  Esto lo consigue Héctor con un trabajo de prosa fina que desgrana sus maneras al ponerlas sobre relatos que siguen estas líneas sin agotarse, con la complejidad  o la sencillez que el autor decida colocarlas en el momento.  ‘Vista del interior’  termina en una visita al club de parejas liberales, ahí aparece la música de los mariachis, las luces intermitentes, los cuerpos que se entregan sin descanso a una prolongada sexualidad. Todo esto lo cuenta el autor con una escritura que tiende a ser una prosa veloz, que se aleja de las posibles interpretaciones. Esto aparece con todo detalle en ‘Vista del  interior’, y que luego reaparecerá en ‘La lengua en dos´,  ‘El hecho’, ‘El barrio francés’ y ‘Ogni pensiero volta’. Cuatro textos formados con la mismas revelaciones en torno a un tiempo en quiebre permanente. Sólo que este fenómeno ocurre de cara a la ficción, pues la vida pasa, en términos generales en un presente perpetuo. En la existencia el tiempo comprime la vitalidad del sujeto, y por ello esta categoría está lejos de ser desplegada en el espacio, cosa que sí pasa cuando está uno frente a un escritor que se plantea hacer estas rupturas de la temporalidad. De este modo, Perea construye una serie de textos ligados a una sorprendente visión de lo que podía darse a través de estas rendijas por las que se cuelan otros hechos y donde el tiempo está lejos de ser un obstáculo, y mejor dicho funciona como un alerta ante las acechanzas de lo real.
Uno de los cuentos, ‘La lengua en dos’ narra la experiencia académica de un hombre que va a Italia para participar en un congreso. En ese texto Perea habla de : “La de la  lucha sin límites de tiempo. A una sola caída.”  Utiliza los términos con los que se describe la lucha libre, sólo que aquí la lectura otorga más valor al simbolismo .  El principio y el final de ese cuento traba contacto con un hecho que se pierde en el vacío, un vomito. Sólo que en este relato admite otras interpretaciones. Perea casi en las últimas líneas del cuento añade: “ Y con la idea de no ser ya nada sino vértigo puro. Sino derrumbe al aire libre. En un tiempo indeterminado. Abstracto. Tiempo sin cuerpo ni alma.”
Estos son los mecanismos que emplea Héctor Perea en un libro escrito con la madurez literaria a la que nos tiene acostumbrados el autor. Sus últimos relatos “El barrio francés” y “Ogni pensiero vola”, son dos estructuras narrativas que forman parte de “Casa de cielo”, los experimentos que hace el escritor en ambos relatos se pueden considerar dentro de lo mejor de la prosa de Perea.
En ambos cuentos susbsiste ese espíritu abstracto que domina casi en todos los textos del libro. Perea quiere dejar atrás el cuento que describe una anécdota, sólo eso, para él escribir es dejar un hueco que sólo puede rellenarse con la intencionalidad de hacer otra cosa con los textos. De tal forma que muchos de los relatos de “Casa de cielo” apuntan hacia lo abstracto, hacia otra dimensión literaria que va más allá de una formulación anecdótica.  Por  todo esto, el libro de Perea es un trabajo que debe leerse a la brevedad, pues sus aciertos hablan de un escritor capaz de dominar el tiempo literario y darnos un avance de sus logros.

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