Juan Ignacio Valenzuela o de la « Allégorie » (*)
–« Angelus Novus » (Klee, W. Benjamin), Polichinelle…, en tiempos de catástrofe
Ahí
donde el pensamiento se detiene en una
constelación
saturada de tensiones…
Walter Benjamin
A Ingrid Bedoya L. y a Julio Le Parc
Por Mario Wong
Escritor peruano
Angelus Novus de Paul Klee y retrato deWalter Benjamin |
Cito in
extensius a W. Benjamin -para empezar esta nota-, la tesis
X, de «Sur le concept d’histoire », de Écrits
français:
« Hay
un cuadro de Klee intitulado Angelus
Novus. Vemos un ángel que parece alejarse de algo, a lo que su mirada
permanece puesta. Sus ojos están exorbitados, su boca abierta y sus alas
desplegadas. Tal deberá ser el aspecto que presente el Ángel de la Historia. Su
rostro está vuelto hacia el pasado. Ahí a donde nuestra mirada parece que se
suceden una serie de événements. No
hay otro que uno que se ofrece a sus miradas: una catástrofe sin modulación ni
tregua, amontonando los descombros y proyectándolos eternamente ante sus pies.
El Ángel querría bien inclinarse sobre ese desastre, curar las heridas y
resucitar a los muertos. Pero una tempestad se ha levantado, viniendo del
Paraíso; ella ha inflado las alas desplegadas del Ángel; y él no consigue más
replegarlas. Esta tempestad lo lleva hacia el porvenir, al cual el Ángel no
cesa de darle la espalda mientras que los descombros, frente a él, se elevan
hacia el cielo. Damos el nombre de Progreso a esta tempestad». [1] Esta tesis es, sin duda, una alegoría de la
historia en tiempos catastróficos que…
El
filósofo italiano Giorgio Agamben toma, en uno de sus últimos libros[2], a un personaje de la comedia napolitana, que se expandió en el arte, el Polichinelle, y que proviene de la
historia en tiempos de desastres, tiempos de mutaciones inquietantes, épocas des tournants historiques (la caida de
la República de Venezia, en tiempos de Tiepolo, la ascensión del nazismo, las
dictaduras del…)
Juan Ignacio Valenzuela |
Desde
el momento que entré a la sala de la biblioteca de la embajada Argentina -6,
rue Cimarose, 6ème Arr. de París- las esculturas del artista argentino Juan
Ignacio Valenzuela, en su exposición intitulada « Allégorie », sentí
que me interpelaban; las más que presentan una suerte de autómatas (la llave,
que les da cuerda a sus figuras, se halla ahí, en sus espaldas; lo cual hizo
que surgiese la cuestión sobre la libertad de sus personajes alegóricos) en lo
alto de sus « estructuras », como asomándose al vacío; personajes
invisibles como en « La Fortaleza » (es el título de una de las
piezas) o en frágil equilibrio –en « Cíclico »,
« Instinto », « El abrazo »…, todos de su Serie Alegoría.
Éstos, indistintos, tal vez pertenecientes a un « castillo kafkiano »,
en tensión abismal, como si se sorprendiesen (o nos sorprendiesen…), en un
instante, antes de la caída; y, al mismo tiempo, como si la rueda continuase
girando, « Cíclico », en la tensión de « ese equilibrio », inestable,
ellos permanecen como el
« Polichinelle trapecista » (1797-1804; scène 46), obra de Giandomenico
Tiepolo (1727-1804); éste en el momento de la « caída ». O, quizás,
« un funámbulo que anda (marche) sobre una cuerda inexistente; él se mueve libremente, con su torpeza
insistente (gaucherie ardue), disciplinada, acrobática, en el espacio que se
abre entre ellos y más allá de ellos »[3],
anota Agamben.
De Allégorie |
Obra
plástica toda ésta, de J.I. Valenzuela, « política », en estos
tiempos de caos, de crisis permanente, de desastre, que expresa el coraje del
artista; hay, pienso, una parte que « aparece » como si estuviese
sumergida (me viene a la memoria la « teoría del iceberg », de Hemingway), en la oscuridad de lo que aconteció,
de los événements que marcaron la
historia de los países del Cono Sur, del continente américano, en las últimas
décadas del siglo pasado. Se trata, pues, de las « resonancias alegóricas »
-W. Benjamin hablaba, en lo que respecta a su concepción de la alegoría, de
« constelaciones dialécticas »; esto es de imágenes sorprendidas, en
su movimiento dialéctico, en el acto en que se detienen (Stillstand) - de su obra, en la que el vacío se halla muy presente;
lo cual crea una tensión, la del vértigo de la caída que sorprende e interroga
al espectador.
*
Memorial a Walter Benjamin por Dani Karavan en Port Bou |
Port-Bou, « último » punto
de frontera –Walter Benjamin (26 de septiembre, 1940)
En los trenes que recorrían esa parte de
Europa en guerra (1936-1939) -la Península Ibérica bombardeada (Guernica, 1937);
y los soldados republicanos que intentaban cruzar la frontera francesa
(sufriendo la humillación de la derrota, y las injurias, empujones e incluso
culatazos de los gendarmes franceses)-, la estación de Cerbère (como
« Cerbero », el can de siete cabezas que vigila la entrada del Hades;
su nombre ya era un maleficio de la suerte), es casi un símbolo[4],
que quitándole el velo au réel ponía
de manifiesto la insignificancia de la existencia humana.
En movimiento inverso -en esa red de ríos
que son los trenes nocturnos- había llegado Walter Benjamin a Port-Bou (en ese
su último viaje insomne), en 1940, huyendo de la persecusión nazi, después de
las « leyes de Nuremberg », con una maleta negra (no era la
« valise portative » de Duchamp, pero portaba documentos importantes
que W. B. quería salvar de la catástrofe europea, su catástrofe y la de todo su
mundo, como la de Stefan Zweig). Llegó hasta allí; pocos días después, un mes
de octubre, se suicidaría tomando no sé cuantas pastillas de…
El azar, su mala suerte, que él se la
representaba como un enano jorobado que lo… ; de ahí todo se desliza entre
sombras y… ; como si se encontrase perdido en los subterráneos de… ;
él que presintió (su experiencia, de esos últimos años de vida, lo manifiesta)
la desmesura destructiva y criminal del siglo XX, atravesado por « champs
de forces », tan poderosas como las que rigen el cosmos; …en esa larga
noche que no tiene fin y… ; y esa era la larga noche de Europa, « cruzada
de largos trenes siniestros, de convoyes de vagones de mercancías -escribe A.
Muñoz Molina- o ganado con las ventanillas clausuradas, avanzando muy
lentamente hacia los páramos invernales cubiertos de nieve o de barro,
delimitados por alambradas y torres de vigilancia »[5]
(Serge Personne, Rev. « Sieteculebras »,
Cuzco-Perú, 2007).
París-Montmartre, 15-17 de octubre del 2019.
(*) J. I. Valenzuela,
Allégorie, exposition, Ambassade d’Argentine, París-Octubre-2019.
[1] W. Benjamin, Écrits français, París, Éds. Gallimard,
1991, pp. 343-344; la traducción es mía. Cito, seguido, la tésis en francés:
« Il y a un tableau de Klee dénomé Angelus
Novus. On y voit un ange qui a l’air de s’éloigner de quelque chose à quoi
son regard semble rester rivé.Ses yeux sont écarquillés, sa bouche es ouverte
et se ailes sont déployées. Tel devra être l’aspect que présente l’Ange de
l’Histoire. Son visage est tourné vers le passé. Là où à notre regard à
nous semble s’échelonner une suite d’événements, il n’y (en) a qu’un qui
s’offre à ses regards à lui: une catastrophe sans modulation ni trêve,
amoncelant les décombres et les projétant eternellement devants ses pieds.
L’Ange voudrait bien se pencher sur ce désastre, panser les blessures et
ressuciter les morts. Mais une tempête s’est levée, venant du Paradis; elle a
gonflée les ailes deployées de l’Ange; et il n’arrive plus à les replier. Cette
tempête l’emporte vers l’avenir auquel l’Ange ne cesse de tourner le dos tandis
que les décombres, en face de lui, montent au ciel. Nous donnons nom de Progrès
à cette tempête».
[2] Véase G.
Agamben, Polichinelle ou Divertissment
pour les jeunes gens en quatre scènes, Paris, Éds. Macula, 2017.
[3] G. Agamben, Ob. Cit., p. 95. Agamben reflexiona sobre la «scission zoe/bios» (vida desnuda/vida
política, o cuerpo biológico/ cuerpo político…), al final de su libro Homo sacer 1 (1997), en la
« Apostille » a Polichinelle ou
Divertiss… ; cito,
seguido, el final de«Apostille»: « (…) Il n’y a pas, chez Polichinelle, une vie
végétative séparée de la forme de vie, une zoe qui pourrait être séparée et distinguée du bios. En vérité, Polichinelle n’est ni l’un ni
l’autre. Il est plutôt le tiers qui apparaît dans leur coincidence –c’est-à-dire dans le moment ou ils chutent
ensemble– et comme le trapéziste de la scène N° 46, ou un funambule qui marche
sur une corde inexistante, il se meut librement, avec sa gaucherie ardue,
disciplinée, acrobatique, dans l’espace qui s’ouvre entre eux et au-delà
d’eux. » ; véase la scène
46, del « Polichinelle trapéziste », de Tiepolo en la p. 96.
[4] En contraste con el symbole religieux ver M. Eliade, Méphistopheles et l’androgyne, Paris,
Éds. Gallimard, « folio-essais », 1962, p. 304.
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