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lunes, 3 de febrero de 2025

El imaginario de Lima ... de Sylvia Miranda Lévano


 Presentación del libro de Sylvia Miranda Lévano

El imaginario de Lima y la ciudad moderna en tres poetas vanguardistas peruanos

En este Ensayo literario sobre  la imagen de la ciudad moderna y, en particular de Lima, se ahonda en la poesía de tres poetas de la vanguardia peruana: Carlos Oquendo de Amat, César Moro y Emilio Adolfo Wesphalen. 


7 de febrero a las 19:00 horas en la librería Martín Luis Guzmán, Fundación Casa de México, calle Alberto Aguilera, 20, Madrid

viernes, 31 de enero de 2025

Revista Ómnibus n. 76

https://www.omni-bus.com/n76/home.html

Queridos amigos: 

Ya ha salido nuestro número 76 de la revista Ómnibus con artículos sobre Literatura, Arte, Reseñas y Novedades, Cine y Creación. Esperamos que disfrutéis de su lectura. 

Gracias a nuestros colaboradores y lectores por acompañarnos en este viaje cultural durante esta larga trayectoria de la revista. 

Equipo Editorial

 


viernes, 25 de octubre de 2024

Revista Ómnibus n. 75


Queridos amigos:

Ya ha salido nuestro número 75 de la revista Ómnibus con artículos sobre Literatura y Lengua, Reseñas y Novedades, Cine y Creación. Esperamos que disfrutéis de su lectura. 

Gracias a nuestros colaboradores y lectores por acompañarnos en este viaje cultural durante estos 20 años de vida de la revista.

 Equipo Editorial




viernes, 1 de abril de 2022

Homenaje a Mario Muchnik

 


EN HOMENAJE A MARIO MUCHNIK

 

POR PEDRO GARCÍA CUETO

Escritor español

 

El editor Mario Muchnik, nacido en Buenos Aires en 1931 y fallecido el pasado 27 de marzo a los noventa años, escribió su quinto libro de memorias, con el título Ajuste de cuentos, publicado por la editorial El Aleph, a finales del 2013, lo que nos lleva a pensar que pretende hacer un juego de palabras, su afición por la literatura, desde niño, pero también su deseo de rendir cuentas, de sacar a la luz todo lo que lleva en su interior.

El libro es un reflejo del gusto del editor por las ciudades, por el viaje, esa capacidad de ensoñación que tiene el que ve el mundo con los ojos de la ficción, esa revelación que supone el despertar en diferentes ciudades, Roma, París, entre otras muchas, como si latiese en el mismo un deseo de ser otro, de vivir muchas vidas, a través de los ojos escrutadores del escritor y del editor.

Pero el libro es también un canto de amor por el cine, tanto es así que nos cuenta que su deseo de vivir en Roma vino de la visión de la película de William Wyler, Vacaciones en Roma, o como le influyó la película de Louis Malle, Los amantes, para enamorarse de París y de su compañera actual, Nicole, como si surgiese de la película misma, así es la mente apasionada de Muchik, donde combine la ficción y la realidad en un mismo instante.

Todas son postales de lugares donde ha sentido su contacto con la vida, sin que la literatura y el cine, verdaderos bálsamos para soportar la realidad, le hayan abandonado nunca.

“Natasha solía ducharse cada mañana con la ventana abierta. Desde la ducha podía ver, a lo lejos, alguna cúpula del Kremlin y una de las esquinas de la Lubianka. Era su costumbre enjuagarse las axilas alzando un brazo después del otro, con la mano extendida. Con unos gemelos un comisario la vio desde la Lubianka y mandó advertirle de que el saludo fascista estaba prohibido. Se presentaron dos agentes en el domicilio de Natasha y le hicieron la advertencia. Le dijeron que el saludo fascista estaba prohibido, aun bajo la ducha. Desde ese día, siempre con la ventana abierta, Natasha se enjuaga las axilas alzando un brazo después del otro, con el puño cerrado.»

Para Muchnik, todas las ideologías que movieron el mundo han caído en desgracia y solo queda el esfuerzo por ser feliz, a través de lo que amamos, como muy bien nos deja claro este libro de memorias, selectivas, pero de lectura amena y fácil.

La prosa de Muchnik es la del escritor que hay detrás del editor, el narrador que se bebió literalmente las grandes obras de la literatura, como Guerra y paz, de Tolstoi o su pasión por la narrativa de Conrad, como deja claro en el libro. Como ejemplo, cito unas líneas de estas memorias que debemos saborear porque Muchnik nos las regala, como si fuese un cuento, el de la propia experiencia vital:

“Para ser enero, hace poco frío. Se puede comer al aire libre, algunos, por lo visto, en mangas de camisa. Saint Jean de Luz, sin embargo, suele ser en esta época no soleada, sino húmeda, a causa del mar”.

La forma en que mira el paisaje de su país, como un tapiz por donde pasea su mirada, hechizada de tantos libros, pero cuyo fulgor solo lo da la realidad de las cosas, el olor de la tierra amada, el sabor de sus cafés, la dulzura de su mundo cotidiano, tan lejos y tan cerca de los sueños:

“El «barrio Norte» de entonces aún conservaba rasgos de la vieja Buenos Aires. La calle Ayacucho hacia arriba, pasada Santa Fe, más allá de Las Heras, tenía la elegancia de una holgura sin alardeo. Más recogida al otro lado de Vicente López, habría preferido esconder el lujo ostentoso que se filtraba por las puertas cocheras de ciertas casas modernas cuando las señoras salían de compras. Pero de la cercana estafeta de correos emanaba el tufo característico de la administración pública expoliada desde siempre por los responsables del erario; un viejo café volcaba sobre el paseante el olor agrio de la caña y la leche hervida; una tintorería donde se planchaban cortinas de hilo europeo derramaba, al compás de un tango viejo, el hedor de los recalentados tanques de lavado. Sobre un alféizar, en una ochava de la que nadie habría podido expulsarlo salvo enfrentamiento a cuchillazos, un canillita exponía la prensa del día.

El tráfico en los aledaños era cualitativamente más o menos como el de hoy, si bien mechado por el ronco, ubicuo traqueteo de los tranvías, unas carrindangas destartaladas de madera cuyo techo parecía seguir con cierta independencia el movimiento del piso, vaivén que falseaba la escuadra de las ventanillas pero no, desde luego, la de los cristales, con lo que, intermitentemente, entre el vidrio y el marco descuajeringado aparecían y desaparecían ranuras triangulares por las que en invierno se filtraban ráfagas polares. No era insólito que el trolley -un asta larga articulada sobre el techo y terminada en una ruedecita acanalada encajada en el cable eléctrico que, varios metros por encima de la calzada, seguía el trayecto del tranvía se zafara y así cortara la corriente. En esos casos, el contralor o guarda saltaba a la calzada, atrapaba el cabo que colgaba del extremo del trolley y, haciendo malabarismos, contorsiones y ejercicios de puntería, volvía la ruedecita al cable y permitía proseguir la marcha. Todo ello tenía su gracia”.

En este texto, vemos la importancia de la ciudad, de sus rincones, de ese Buenos Aires que nos va dejando asombrados, porque sentimos la presencia de los tranvías, con su traqueteo, también el invierno, calando en la mirada, sin olvidar la importancia de los sentidos, porque todo late en la buena prosa de Mario Muchnik, desde el sabor de la leche, hasta el olor del café, son lugares donde la evocación se convierte en presencia viva, nos llegan los sonidos del tango viejo, aquel que es recuerdo, pero que, con su música maravillosa, hacen de Buenos Aires, una gran capital del mundo.


Para el editor, cualquier vivencia cobra relevancia, porque la vida está hecha de pequeñas cosas, que se adhieren a la piel, que nos van dejando su huella perecedera sobre nuestro doliente corazón.

El libro es un canto a Natascha, a su mirada, al eco que deja en la mirada asombrada ante la vida de Mario Muchnik, ese editor que ha conocido los sinsabores de la profesión, pero que, en la línea de otros libros de editores, como nos hizo ver y sentir las memorias de Juan Cruz o de Esther Tusquets, nos va dejando la semilla de una vida bien vivida, donde la nostalgia no olvida el vivir, el deseo de seguir siendo, de estar presente en cada acto de la existencia.

Estamos ante un “libro de flecos”, como nos ha recordado Juan Ángel Juristo en una crítica certera sobre el libro publicada en el suplemento cultural del periódico El Mundo, porque anida en el mismo, muchos apasionantes espacios, donde cada historia retoma su labor de recuerdo, de poderosa imagen que nos envuelve en ciudades inolvidables, en películas que han dejado huella, como su querido cine francés, donde tantos soñaron en los años sesenta y setenta al impulso de Truffaut, Godard y Louis Malle, en su inolvidable Nouvelle Vague, mucho más que una forma de hacer cine, sino una forma de vivir la vida y sentirla, como nos ha recordado hasta la música de Aute en su famosa canción “Cine, cine, cine”.

Y nos habla de Los amantes, película que se filtra como un relámpago en nuestro recuerdo, para hablarnos de la inolvidable Jeanne Moreau, como si la cinta fuese el espacio de encuentro con su querida Nicole, mirada plenamente romántica al mundo, incluso ingenua, cuando recuerda “Vacaciones en Roma”, el cine y la vida, unidos plenamente para dejarnos encandilados de ternura y amor hacia la vida y la ficción que también sirve de bálsamo en nuestro sentir, donde viven pasiones tan plenas como el cine o la música.

Y la literatura, Guerra y paz, obra leída y admirada, los grandes clásicos que viven plenamente en el lector apasionado que es Muchnik, proveniente de un país, Argentina, tan plenamente implicado en la cultura como forma de vida, donde conviven el editor y el lector, en plena armonía, nos habla de Conrad y lo hace con la admiración del que entiende su mundo interior, ese afán visionario del viajero, que también vive en Melville y su gran fresco, Moby Dick, todo un alarde de cultura y de amor por los libros, como si fuesen tesoros llenos de luz que debemos ir descubriendo poco a poco, para enamorarnos plenamente de ellos.

Mario Muchnik, el hombre que ha llorado leyendo un libro, el hombre que deja en estas páginas el maravilloso sabor de sus vivencias, de sus ecos, del fulgor de un mundo que ha amado y ha conocido y al que no quiere renunciar, pese al impulso brutal de un mundo que nos niega ya el tacto del libro, vorazmente amenazado por el higiénico tacto, pero falto de alma, del e-book, Muchnik lo sabe y sigue siendo el editor cuidadoso que ama el papel, que lo mima, para que conserve su luz, el fulgor de la página, el amor por cada instante vivido, como logra trasmitirnos en estas memorias selectivas, pero de indudable calidad.

Sin duda, Muchnik conoce la belleza del paisaje, su luz interior y nos transmite en este libro su amor por la ciudades que ha conocido, pero también su pasión por lo que ha leído, ha visto en películas inolvidables, en realidad, un ajuste de cuentos, no de cuentas, porque solo mira a su interior, a su forma de ver la vida, para que, nosotros, los lectores, podamos sentir su luz, la que ilumina el libro, surcado de sueños y realidades, al unísono.

En el libro, el editor va logrando que las palabras expresen ese mundo vivido, un universo que va desplegando como un mosaico, donde nos emociona ver la luz que queda en ese universo de recuerdos, donde el cine y la literatura conviven para trazar la armonía del lenguaje, la evocación de todo ello en nuestras miradas asombradas. Sin duda alguna, estamos ante un libro de gran calado, que seguirá teniendo sus lectores, admirados por la buena prosa del gran editor y por su amor por el mundo, por la cultura que emana de este universo de recuerdos que llega al corazón en la pluma de Mario Muchnik, de lectura absolutamente necesaria para entender el amor por la vida y por la ficción que hay en ella. Muchnik se nos ha ido, pero queda con su gran obra.


domingo, 10 de enero de 2021

Estanterías vacías de Ricardo Bellveser

 LA VIDA ES UNA PÁGINA DE UN LIBRO

POR PEDRO GARCÍA CUETO


Llega gracias a la editorial Olé Libros. que está haciendo una gran labor de difusión de grandes poetas, el último libro de poemas de Ricardo Bellveser, uno de los grandes poetas valencianos contemporáneos que ha cultivado no solo la poesía sino también la novela y el ensayo, además de haber sido periodista muchos años. Fue también director de la Institución Alfonso el Magnánimo donde se creó un espacio cultural muy brillante en la capital del Turia. Bellveser escribe ahora Estanterías vacías, un libro que surge de la donación de muchos de sus libros, de una gran parte de su biblioteca, como si algo esencial en su vida fuera despojado para siempre.

El prólogo de José Antonio Olmedo es certero, lúcido, ahonda en la idea del tiempo que vertebra la poesía de Bellveser. Como dice en una de las páginas del prólogo: “Ser leído es volver a vivir en otro cuerpo”. Cierto, porque la lectura es un acto litúrgico, de acercamiento al ser que escribe, de un contacto tácito con las manos que han hecho posible el poema. La gran corriente afectiva pero también intelectual entre Olmedo y Bellveser se palpa en el prólogo, podemos sentir cómo dos mentes lúcidas aproximan sus oídos a un diálogo de enorme lucidez. No en vano, Olmedo es el artífice de un ensayo sobre la obra del poeta valenciano que está a punto de editar Olé libros de la mano de otro amanuense, Toni Alcolea.

Con estos mimbres, el tejido del libro solo puede deparar sorpresas, certidumbres, claridades. Al entrar en el mismo nos encontramos con el primer poema que nos deslumbra titulado “Las estanterías vacías”:

“Mi biblioteca viva. / tenía su voz y sus truenos, ahora / el silencio se ha ido adueñando / de los estantes, y apenas percibo / su jadeo, como el de quien retrepa / el empinado barranco de la melancolía”.

Esa biblioteca que se vuelve corpórea, como un ser vivo, donde los tomos son como seres que han ido acariciando la mano del poeta, que han iluminado sus ojos, ahora se convierte en un vacío, tan cruel como la muerte de un ser querido, donde oímos su voz como un eco que ya es solo eso sin una presencia que la adorne de luz. La decisión de la donación se torna en dolorosa, porque viene también en un momento difícil de la vida del poeta donde se plantea la existencia, cuál es el lugar que ocupamos en el mundo.

Como el que ama sin saber que lo que le pertenece es efímero, Bellveser se siente dolido porque ahora sí comprende que los libros que a veces estaban allí indiferentes lo eran todo para él:

“¡Ay literatura!, ay libros / perdóname porque no te haya / dignificado lo que te mereces”.

La vida se convierte entonces en un espacio vacío sin libros, solo queda recordarlos, memorizarlos, como mostraba Bradbury en su famosa novela que llevó al cine Truffaut, libros que siguen con nosotros, que nos acarician como fantasmas. Para el poeta valenciano, literatura y vida son un solo paso, una convergencia que culmina en el poema “Vivir en los libros leídos y no”:

Estanterías vacías

“Vivir y leer, una misma cosa, leer es vivir / por medio de otros, de prestado tal vez, / vivir en lo ajeno, cuando esas líneas / entran en nosotros y en nosotros se quedan.”


La literatura se convierte en vida y vivimos más lo que leemos que lo que nos rodea, se nos aparece la Maga de Cortázar o el Quijote de Cervantes, la realidad se torna un espejismo y la lectura todo.

El poeta enviuda de su propia vida, como dice en el excelente poema titulado “La vida según Borges”, pero luego llega en otra parte del libro el sentido del tiempo, la sensación de haber vivido y no saber si ha sido el camino correcto, si ha servido para algo en realidad. En el poema “Libros y virus”, dice el poeta:

“Ahora lo voy entendiendo: / he vivido, si no mucho, sí lo bastante, / pero apenas he aprendido nada”.

   Ante la inminencia de la vejez y de la enfermedad, Bellveser se confiesa confuso, envuelto en las briznas de un tiempo que se borra, que apenas se vislumbra, el pasado se pierde en la neblina. Por ello, en los poemas “La enfermedad” y “En los quirófanos” late el hombre cuya conciencia sigue intacta, su lucidez a flor de piel, pero el cuerpo se convierte ya en un extraño, porque traiciona el deseo de seguir, impone el dolor como aventura vital. Dice “En los quirófanos”:

“Al regresar del sueño / he comprobado que mi carne / tiene prisa por reunirse con la muerte”.

   Bellveser sabe que todo es derrota al final y en el momento en que nos vemos desnudos ante la adversidad nos vemos consolados por el recuerdo, por los afectos y por esos libros que ya no ocupan espacio en su estantería, pero que le persiguen ya sin rencor alguno.

   Impresiona también por la gran honestidad de este libro que nace de un momento vital duro el poema “La soledad total” donde la certeza de Darío en “Lo fatal” cumple su rito, estamos abandonados a esa soledad definitiva del nicho donde la vida solo sea un espacio concluido, finalizado, del que ya apenas quedará nada:

“La soledad total es la soledad del nicho, / preludiada por el sonido de la caja / al entrar en la última atmósfera sin aire, / es la soledad de un libro no leído…”

  Sin duda, el ser se va definitivamente y deja en los otros un eco que con el tiempo se hace más distante, pero que al igual que un libro no leído pasa a formar parte del olvido. En la senda de Cernuda y de su magnífico “Donde habite el olvido”, Bellveser se pregunta qué es la vida, qué sentido tiene todo lo que ha pasado y lo que queda por pasar. 

   El libro lleva un aliento pesimista pero lúcido, hondo, que deja un hueco para el optimismo y ese es el recuerdo como deja caer en el poema “…Y llegará la lluvia”:

“Nunca hemos sido tan libres / como cuando nuestros cuerpos / estaban nuevos, sin amenazas / ni espejos que recitaran sus verdades”.

   Ese tiempo ido, quizá el de la niñez o el de una juventud libre y sin miedos le llega, ahora es eco cuando pasea y ve a una pareja que se mira a los ojos. Quedan briznas entonces de un esplendor que él también vivió.

   Y concluyo, pese a que hay muchos poemas que merecen ser comentados (el que dedica al reloj es también estremecedor), con un homenaje a la poesía, porque es ella la que queda, la que permanece junto al poeta en esa soledad del tiempo y del dolor. Así concluye esta declaración de amor que hace de este libro el más verdadero de todos, porque  la hondura de los poemas viene transida de emoción y de verdad:

“Todo se lo debo a ella. / de la vida a la toma / de altas torres de arrogancia. / el haberme permitido / que le hiciera el amor. / como a una muchacha / a la que le vibraran los pechos / al caminar de la carne”.

   Es la poesía entonces el último refugio, el que nunca abandona, el espacio donde uno puede abrazarse hasta el final, cuando ya no seamos más que una memoria sepultada entre ortigas, como diría el maestro Cernuda. 

   El libro es un paisaje emocional que nos rompe por dentro porque expresa la certidumbre de un hombre que ya conoce su destino y que se aferra a la vida, a esos libros que no están pero que permanecerán para siempre, incluso los no leídos, esperando la caricia del poeta, como si fueran una luz en la oscuridad que al final lo resume todo. Ricardo Bellveser hace de Estanterías vacías el mejor canto a la vida, a su efímero pasar y a ese mundo que le ha dado todo, pese a que las páginas no leídas sean también las que no se han recorrido. Un gran libro de un gran poeta.


TÍTULO:  ESTANTERÍAS VACÍAS

AUTOR: RICARDO BELLVESER

EDITORIAL:  OLÉ LIBROS

AÑO: 2020.

jueves, 15 de octubre de 2020

Galdós, a propósito de “Miquiño mío”. Cartas de Emilia Pardo Bazán

                          Galdós, a propósito de “Miquiño mío”. Cartas de Emilia Pardo Bazán

 

Por Sylvia Miranda

Escritora peruana

 

Este año 2020 que se va cerrando, y que muchos desearíamos que no hubiera comenzado, aludiendo al Covid-19, se conmemora también el centenario del fallecimiento del escritor canario Benito Pérez Galdós (1843-1920). El escritor más destacado de la novela realista española del siglo XIX. Para mí, su nombre estuvo siempre asociado a su novela Fortunata y Jacinta (1887), que pude leer de adolescente en Lima a principios de los años ochenta, en una edición popular. El recuerdo de esta novela, se me revela triste, las imágenes de una ciudad donde campaba la miseria y la desigualdad social, y unos personajes femeninos, en varios sentidos frágiles, llevados a situaciones extremas e injustas. 

Es cierto, ahora que se habla tanto de la identificación de Galdós con Madrid, que él supo expresar una imagen profunda de la ciudad, de un pueblo más allá de las fronteras señoriales de la ciudad burguesa. Pero, el Madrid de Galdós, un siglo y medio después, ha quedado necesariamente reducido al centro histórico, lo que hoy llamaríamos el Madrid turístico. Como parte de la conmemoración del centenario, se ha publicado un itinerario del escritor por la ciudad con el que podemos pasear por los lugares que fueron importantes en su vida.

Sería una forma grata de pasear por Madrid con los amigos, como se ha paseado siempre en Madrid, bajo un sol luminoso y resueltamente, si no estuviéramos de nuevo en estado de alarma; aunque es cierto, se podría pasear en petit comité, enmascarados al estilo Zorro, pero con la mascarilla sobre los labios y recatadamente; lo que no fallará es el sol. El sol de Madrid que es la bendición de Madrid. Podríamos pasar por la Pensión de la calle de Las Fuentes, 3 donde vivió el escritor cuando llegó a la capital, o ir a la calle San Bernardo, 49 en la que se encontraba la Universidad Central y donde se matriculó en derecho, o poner pie en la calle Marqués Viudo de Pontejos, 1 donde vivía la dulce Jacinta Santa Cruz o, mejor aún, ir a la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas (hermoso nombre), Plaza del Dos de mayo, 11, esquina con la calle Palma, donde Galdós se citaba clandestinamente con la famosa escritora gallega Emilia Pardo Bazán (1851-1921).

Pero, a falta de la algarabía y la holganza callejera, quería proponer otra forma de acercarse a la figura de Galdós, una manera más íntima y muy ligada a Madrid también, a través de este espléndido libro que han editado y reeditado por tercera vez, y que se ha vuelto a agotar, que es “Miquiño mío” Cartas a Galdós. En él se reúnen todas las cartas conocidas que la Condesa Emilia Pardo Bazán le escribió a Benito Pérez Galdós durante los largos años de su relación afectiva. 

Esta edición de Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández tiene el gran mérito, así comprendido por los lectores, de contar con un prólogo interesante y cercano, que aporta profundidad a la figura de ambos escritores, haciendo más accesible y más clara la correspondencia. Asimismo, nos acerca a un proceso minucioso en el que la investigación y sus azares se entrelazan para depararles a los editores una intensa experiencia de vida, al adentrarse en los entresijos de una relación de admiración, amor y fidelidad que descubren estas cartas.

Como ellos mismos comentan “en los objetos no permanece de su dueño más que lo que nuestra imaginación quiera añadir. La costumbre de conocer la casa de los escritores tiene que ver más con el visitante que con la indagación sobre la vida de los autores”(pp. 10-11). Me parece muy acertado, y esto se puede aplicar también a los investigadores, que con su mirada, con su apreciación personal, son capaces de otorgar una nueva visión del asunto, alumbrar una perspectiva singular. Creo que Parreño y Hernández se enamoraron de la figura de esta mujer excepcional para su época y llegaron a trasmitirnos, a través del comentario fino y de la organización tripartitade la correspondencia, una visión renovada de aquella relación que unió a Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós.

Hubiera sido maravilloso que las cartas de Galdós a Doña Emilia se hubieran conservado y publicado, quizás fueron destruidas como simples papeles viejos, eso nos hubiera dado la visión precisa de esta relación que se inició epistolarmente en 1883 con una carta de agradecimiento de Galdós a Doña Emilia y finaliza en 1915, con una misiva de Doña Emilia al escritor. Son 93 cartas, de las cuales sólo una, la que abre la correspondencia de este libro, es del escritor canario. Sin embargo, y eso es lo sorprendente, el epistolario basta para darnos no sólo una idea muy clara de las grandes cualidades humanas e intelectuales de Doña Emilia sino que también, a través de ella, de su intimidad con Galdós, nos permiten esbozar la figura del escritor, percibirlo a través de preocupaciones compartidas, anhelos, cambios y constancias. En las cartas de Doña Emilia, reverbera la voz de lo que no llegó a nuestros ojos; de la confianza y la intimidad de su relación emerge parte del ser humano que fue Galdós.

Surge también, como ruido de fondo, como anécdota, como detalle de circunstancia,  ese mundo decimonónico, de una España y de un Madrid, en particular, que se van abriendo a la modernidad a través de la literatura y de los criterios que sustentan la novela realista, de la intensa actividad periodística, del teatro y de las primeras luchas por la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres de la que fue pionera Doña Emilia; refleja también las mezquindades del mundillo intelectual y literario, y el ansia de descubrir Europa más allá de los Pirineos, dejándonos entrever ese siglo XIX de los libros de viajes, de los barcos, de los trenes, de las crónicas.

Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós
Pero, quizás, lo que más emociona está en que el libro nos revela, con donaire, la cultura y la modernidad del pensamiento de Doña Emilia, su fuerza vital, su personalidad arrolladora, su ternura, sus decepciones y tristezas; su gran amor por Don Benito nos permite percibirla hondamente como artista y admirarla más si cabe. La lealtad al amor y a la amistad, la entereza en reconocer sus errores, pero la firmeza y la ironía para defenderse frente a la doble moral masculina, perfilan bien sus convicciones y su temperamento.

Lo imposible y lo temible era que no nos viésemos, que suprimiésemos la comunicación, cuando nuestras almas se necesitan y se completan, y cuando nadie puede sustituir en este punto a tu Porcia. No deseo ciertamente que me hagas una infidelidad, no; pero aun concibo menos que te eches una amiga espiritual, a quien le cuentes tus argumentos de novelas. A bien que esto es imposible; ¿verdad, mi alma, que es imposible? (p. 116).

Por su parte, Don Benito, la acompasa con su carácter, que se percibe mesurado, reservado en muchos casos, pero en el que se presiente siempre su apoyo, respaldándola por ejemplo en lo que llaman “la cuestión académica”, o compartiendo criterios sobre la importancia de la masa popular como “cantera donde se reservan las energías nacionales” (p. 72) o comprometiéndola en proyectos, como aquel viaje furtivo que emprendieron juntos a Alemania y que ella recuerda de esta manera:

Hemos realizado un sueño, miquiño adorado: un sueño bonito, un sueño fantástico que a los 30 años yo no creía posible.- Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas; a Moisés que las prohíbe también, con igual éxito; a la realidad, que nos encadena; a la vida que huye; a los angelitos del cielo, que se creen los únicos felices, porque están en el Empíreo con cara de bobos tocando el violín… Felices, nosotros. (p. 151).

También está la propuesta de Doña Emilia, llena de entusiasmo, para llevar Realidad al teatro. Cartas llenas de picardías, de alardes verbales, de sobrenombres amorosos, de preocupaciones por la salud, salpicadas también de situaciones más coyunturales, como la ayuda que le pide Doña Emilia y que parece brindarle Galdós para encontrar una casa en la que ella pueda instalarse cómodamente en Madrid. Lo bello de una correspondencia es que trasmite la vida en su plenitud, llena de energía y de locura, así, para el lector, todo vuelve a suceder como en un presente que ha quedado encerrado en unas páginas.

El libro está dividido en tres partes, que muestran el proceso de esta relación que duró cerca de 32 años, si nos ceñimos a las cartas pero que, en realidad, duró hasta la muerte de Galdós en 1920. Va desde los inicios de la amistad, pasando por la de la época del amor declarado y las citas disimuladas en “Palma street, junto a la Iglesia de Maravillas”, al que le seguirá el de la ruptura, la reconciliación y la última, la del distanciamiento de Don Benito y la fidelidad a la amistad de Doña Emilia que comienza a expresarse en estas líneas de diciembre de 1893:

Y V., ¿no experimenta también deseo de abrir su alma de artista, a alguien que no le envidie y que le entienda y le mire como cosa propia? Es posible que no; yo no me creo indispensable; nuestro carácter es distinto; V. se basta, por ser naturalmente reservado y porque gustó de la soledad antes que se la hiciesen grata las mil decepciones de este pícaro métier. Sea como sea: yo… le quiero mucho (no al métier sino a V.)”. (p. 205)

Este libro es, a su modo, también un homenaje a la figura de Galdós y una forma de celebrarlo en la intimidad de la lectura, que de nuevo se nos presenta como el acto que pese a todos los pesares nos hace libres, nos cuelga alas, nos lanza al vuelo.

Madrid, octubre de 2020

 

*Emilia Pardo Bazán, “Miquiño mío”. Cartas a Galdós, edición de Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández, Madrid, Turner Noema, tercera edición, 2020, pp. 231.

 

 

lunes, 18 de noviembre de 2019

Harold Bloom



LA HONDURA DE HAROLD BLOOM, SUS LUCES Y SOMBRAS


POR PEDRO GARCÍA CUETO


Harold Bloom
Harold Bloom
   Pocos críticos han mirado la obra de Shakespeare con la hondura del recientemente fallecido Harold Bloom, su obra se ilumina como un destello en el infinito panorama de críticos que han asolado el panorama de la literatura contemporánea.
  Bloom ha sido un gran profesor, pero también ha sabido mirar a través del Canon Occidental la obra de muchos de los grandes: Dante, Tolstoi, Montaigne, Moliere, Whitman, Milton, Joyce o Virginia Woolf. Era Bloom un pensador que enriquecía, como un creador, con sus opiniones el texto, haciendo que la semblanza de muchos de los estudiados cobrará nueva resonancia, precisamente por venir de su mano.
  Por decirlo de otro modo, miraba con la hondura del humanista que perpetra a través de sus opiniones un nuevo magisterio, haciendo que el lector quede atrapado en esa senda, es decir, que vaya a los grandes novelistas con ojos nuevos, entrenados.
    Para Bloom, Shakespeare y Dante están en el centro del canon, cito al crítico:
“Shakespeare y Dante son el centro del canon porque superan a todos los demás escritores occidentales en agudeza cognitiva, energía lingüística y poder de invención”.
   Es sin duda alguna esta apreciación una apuesta arriesgada, porque deja fuera o al margen el poder impresionante de Cervantes en su Quijote para inventar personajes que cobran vida y que tienen un psicologismo indudable, tanto es así que la novela abre la senda de la narrativa moderna porque la invención de estos personajes se convierte en universal, pero también deja fuera a otros, que han generado espacios de gran agudeza cognitiva, como Dostoievski o Tolstoi, sin olvidar a Thomas Mann y la grandeza de sus propuestas en novelas inmensas como La montaña mágica.
William Shakespeare
William Shakespeare
    En mi opinión, Bloom acierta en parte, abre una senda, porque es difícil emular a Shakespeare, tan hondo que traspasa cualquier apreciación, en sus obras cabe toda la dimensión humana, esa capacidad de ver  todos los espejos que tiene un ser humano, logrando personajes que son diseccionados en múltiples matices: Hamlet, Otelo, Macbeth. Lo que Bloom simplifica es precisamente lo que hace al canon un artificio dudoso, no podemos entrar en un ejercicio de protagonismos, sin entrar en lo que es meramente opinión. Es, sin duda, una opinión muy bien argumentada, pero opinión al fin y al cabo.
    La opinión de Bloom sobre Dante también es cuestionable, Dante era un transgresor, su Divina Comedia es un lúcido artificio sobre el ser humano, convertido en un mosaico de diferentes voces que resuenan en el eco de un silencio. Dante es el espejo de una época, donde la metáfora todavía no es un recurso literario pero que cobra en el italiano una fuerza impresionante, de ahí al símbolo hay un paso.
   Bloom es, sin duda alguna, un entomólogo que busca, bucea y disecciona, pero deja de lado miradas, ecos como los que produce la literatura de D.H. Lawrence, imaginativa y sensual, apenas cita a los españoles en el Canon, sin tener en cuenta a Baroja, Galdós o tantos otros, que han dado al idioma no solo perfiles, sino también retratos poderosos, que siguen vigentes en nuestro tiempo.
  En mi opinión, Bloom se centra demasiado en Shakespeare, un artista de la palabra y un jugador aventajado del idioma, pero olvida el vuelo de escritores que han abierto brechas a la narrativa como Malcolm Lowry o el citado Lawrence.
   Es consciente el gran crítico de la fuerza de una Virgina Woolf o de George Eliot, pero deja en ese canon la mirada de muchas escritoras americanas que son de un prodigio verbal inusitado como Carson McCullers. La voz de la española Emilia Pardo Bazán para explicar el naturalismo en Los pazos de Ulloa es olvidada porque Bloom se centra en el mundo anglosajón principalmente. Se agradece que cite a Whitman y lo analice, con esa capacidad de ver en Hojas de Hierba un canto a la libertad que pocas veces se ha dado en la literatura.
   Concluyo con esta idea: Bloom abre polémicas, enciende discusiones y plantea nuevos prismas donde mirar la literatura, es esencial su legado porque podemos no estar de acuerdo, pero da a la crítica razones apasionadas (era muy conocido por su prodigiosa memoria para recitar en sus excelentes clases a los grandes). Muere un hombre de gran estatura que, de alguna forma, aunque haya dialogado con unos más que con otros, conoció y vivió el amor por los libros como un legado universal.

martes, 1 de octubre de 2019

Pez/Poisson de Mariela Dreyfus


Pez / Poisson [1], N.Y., 9/ 11 (2001) , o del « cuerpo del deseo » (fantasmal) en la poesía de Mariela Dreyfus

Por Mario Wong
Escritor peruano

« Dis-moi où est l’amour, si tu sais,
dis-mois vers où nager.
-Quand j’étais petite, répond la femme,
J’aimais me regarder dans une phrase brisée.
Ma grand-mère m’avait appris à le faire.
Pour le temps du malheur, disait-elle. C’est
pourquoi je te donne mes mots. »(*)
Xavier Orville

…la pesadilla,/ aunque cercana,/  Ha pasado sin apenas tocarnos.
Roberto Bolaño

Pez/Poisson
Pez/Poisson

De Memorias de Electra (1984), primer libro de Mariela Dreyfus, recuerdo estos versos: «(…)// Sólo nuestros cuerpos voraces y al centro mi memoria/ compitiendo como una máquina de pinbol/ súbitamente enloquecida.// Hemos cogido el instante/ y yacemos desnudos/ burdos semidioses.» (de « Poética ») ; y de un libro muy posterior, Placer fantasma (1993), he retenido las siguientes líneas, de la parte final, del  poema «Este ruido no cesa»: « Entra en mi pesadilla../ En este ojo cíclope que todo lo deforma. / Como un perro que aúlla en la boca de un túnel/ o una ventana que arroja su música sobre la noche hambrienta.// Arden en mi pupila otra vez/ la inocencia convertida en cuchillo; la ternura/ en asfixia; el deseo en chacal.» Leyendo, ahora, Pez/ Poisson, libro bilingüe de la poeta, tengo la impresión (y no explico nada), que la fragmentación es parte de su experiencia poética en las últimas décadas; cito:  « (…)// El gran río que arrastra entre su oleaje metáforas de vida a esta hora arrastra sin embargo/ dislocadas falanges  vagos rostros rasgadas pantorrillas que por su lecho avanzan// Légamo  tálamo limo: ¿qué se hará dime entonces el polvo de la tierra adónde volverá ? » (p. 56). El tono de la última línea, es sin duda, elliotíano[2] …, « actualizado », si podemos decir. Cito seguido, in extensius (léase la p. 42; las itálicas son de la poeta): « Ciudad metálica: como una madre de espaldas a la vida en tu interior se gesta una masacre./ El altísimo altar de sacrificio es de neón y plexiglás caben en él miriadas de seres esperando en/ la frente una señal.// Temo por tu consistencia. El horror de haber engendrado un niño-monstruo que anida en mí. Que tus/ ojos no puedan ver la luz…// Ciudad metálica: los cables han sido cortados las calles se cierran los coches se atascan en la boca del infierno.// (…) Se expresa poéticamente la experiencia de la maternidad, en tiempos del horror post 9/11 (2001), New York under terrorist attacks…

1.-  « Matria », del gran río de la memoria (poética) que frente al desastre…
Hanna Arendt, que vivió la ascensión del nazismo al poder -en la Alemania de los 30s-, en su ensayo La condition de l’ homme moderne sostiene que las nuevas generaciones, por el solo nacimiento de un infante, abren el mundo a una experiencia inesperada; la cual no puede ser pensada en los términos que regían a las anteriores que están marcadas por… ; cito: «(…) Le nouveau a toujours contre lui les chances écrasantes des lois statistiques et de leur probabilité qui, pratiquement dans les circonstances ordinaires, équivaut à une certitude; le nouveau apparait donc toujours comme un miracle. Le fait que l’homme est capable d’action signifie que de sa part on peut s’attendre à l’innattendu, qu’il est en mesure d’accomplir c’est qui est infiniment improbable. Et cela à son tour n’est possible  que parce que chaque homme est unique, de sorte qu’à chaque naissance quelque chose d’uniquement neuf arrive au monde. Par rapport à ce quelqu’un qui est unique, on peut vraiment dire qu’il n’y avait personne auparavant. Si l’action en tant que commencement correspond au fait de la naissance, si elle est la condition de la condition humaine de natalité, la parole correspond au fait de l’individualité, elle est l’actualisation de la condition humaine de pluralité, qui est de vivre en être distinct parmi des égaux » [3]. La poética de la memoria o la « memoria poética » puede ser, pienso, una  de las líneas (interpretativas) de lectura de Pez/ Poisson; al menos en esta parte, de ahí que haya citado a la filósofa judía-alemana, Arendt. El desastre se halla ahí presente y un nacimiento, una nueva vida (« matria »), que en el caso de la poeta Dreyfus está ligada a la creación. Cito: ¿Adónde la palabra con su mínima lengua su conciso latido invertebrado? Un gameto la letra un cigote/ incipiente un semiótico mar de balbuceos.// (…) (p. 30) 

… La catástrofe dio inicio al nuevo siglo (y al tercer milenio). Cito, seguido, Pez/ Poisson: «Avanzas en tu gestación y en la ciudad el peligro se gesta/ Crece la vida en el noveno mes de este año impar en sus guarismos: cero uno cero uno cero uno/ Y tú que eres nada el cero el huevecillo de pronto aúnas células y huesos y te tejes/ En mi casa interior te tejes… » (p. 34).Vallejo de los Heraldos y también de Trilce … ; y de la página 32, cito completo el poema anterior:

« Matria: mórbido crecimiento de tu morada azul.
Modelada materia donde anida
lo amniótico y carnal.

Vadeas esa oleada de voces abriéndose a la tarde
y plácido te mueves en mi mar íntimo y tibio.

Tu minúscula imagen mimetiza
la metálica urbe cual matrioshka:
allá afuera está ella dentro yo
y aún dentro de mí va tu figura
mi muñeco mimado y somnoliento.

Madre Manhattan: magnífica guarida multiforme.
Megamatriz marina y musical.
Miríadas de ritmos red de manos:
me crezco en ti y en mí se multiplica el otro
cuando mareada me miro en tu mercurio.

Mariela Dreyfus
Mariela Dreyfus
2.- Del « corps du désir » en Pez/ Poisson, o del fantasma de la…
Antes  de entrar a lo que me interesa tratar -en esta parte de este ensayo- quiero  señalar un aspecto « formal » en Pez/ Poisson. En uno de sus ensayos literarios Stephane Mallarmé sostenía que todo es verso desde que escribimos: « … le vers est tout, dès qu’on écrit. »; él va al extremo:  «… que la forme appelée vers est simplement elle-même la littérature; que vers il y a sitôt que s’accentue la diction, rythme dès que style » [4]. Hago mención de esto para precisar que en  el poemario de Mariela Dreyfus hay textos que están más cercanos a la « prosa »  que al verso, estrictamente hablando; la cuestión se resuelve, pienso (y aquí « sigo » a Mallarmé) en la acentuación de la dicción, en el ritmo que está determinado por el estilo poético. El escritor barcelonés  E. Vila-Matas sostenía que todo, en literatura (o arte)  puede transformarse muy fácilmente; no creo, me aventuro a sostener, que se planteen grandes dificultades de convertir los textos en « prosa » a versos, y a la inversa[5].
« Love is a shadow/ how you lie and cry after it », versos de Sylvia Plath que cita Mariela Dreyfus en uno de los últimos poemas de su libro Placer fantasma (en la parte intitulada « El amor terco a todo »). Me pregunto, en esta parte final, dónde se encuentra el « cuerpo del deseo » o el deseo fantasmal  en Pez/ Poisson, y aquí me refiero, lo preciso, a la creación poética como sublimación, metafórica  (imaginada) de deseos y pulsiones; las pulsiones de destrucción (Eros & Tanatos…) se hallan muy presentes en estos últimos tiempos de la Guerra del fin…, post 9/ 11, que se inició con la (hagan memoria)…, y que no tiene cuando terminar! Vuelvo al poemario del 93; cito los primeros versos del texto que precede el epígrafe de la Plath: « Dame el abismo que nace de tu perfil de piedra que horada/ la noche y corta mi respiración/ Un cuchillo torcido  un hacha de lumbre/ Contigo dolor y deseo se… » [6].

… Es frente a la destrucción que se « impone » la vida del nouveau née (infante); en un puro acto de amor de la madre que crece en la ciudad, en su miríada de ritmos y en la red de manos, y que hace posible que en ella se multiplique l’autre. De Pez/Poisson cito seguido: « Asoman por un canal metálico y angosto. Es una procesión de famélicos peces que a falta de vigor casi/ se arrastran, como arañando en un mar vacío. Mi hijo cierra la marcha y sonríe. De pronto se distingue un/ elevado resplandor violeta, inmensa nube de humo presagiando. Tosen y se atosigan los minúsculos peces; el agua del canal presta se tiñe. (…) Aspiro el aire que me queda,/ me lo trago: luego se lo entrego boca a boca a mi hijo, esperando que el beso le… » Pero el « fantasma » de la destrucción, de la fragmentación, se halla presente: « No lo asfixia el humo más mi exceso; estalla por exceso de amor a mi costado. El oscuro canal ahora arrastra/  partículas del pez que era mi hijo. Voy contando jirones uno a uno… » (p. 38).

… La ciudad metálica, « boca del infierno », como en los días más altos del verano ardía; pero, el niño, en el vientre de la madre continuaba gestándose. Cito seguido:

    « Ésta es la música del balbuceo: un sonido que se instala primigenio y virtual sobre las cosas. En la cueva uterina te deslizas con un ritmo de sístole de diástole… (p. 40).
   « A ciegas viajas entre venas y vísceras. Cada miembro te roza con su propia lumínica coloración: higado bermillón riñones blanquiazul… (p. 42).
   « ¿Qué olor qué nombre qué gesto? Indago sobre ti, que creces en mí, inmisericorde. Ágil molusco microscópico anfibio delgado pez de… » (p. 44).

En la ciudad metálica, la corriente del estigio (…un Styx; de la Traducc., p. 47) río entregaba, por la mañana, la estadística que les traía la muerte… Y finalizo este texto, ya bastante largo, citando en francés, entièrement, uno de los últimos poemas de Pez/ Poisson:

« Qu’adviendra-t-il des enfants de l’incendie enfants du masque à oxygène ?
Contre le ciel violacée leurs silhouettes découpées ou disloquées dans le temps :
Ils fuient furieux l’instinct de mort qui les assiège le doute qui rôde l’aube profonde qui les projette en denses particules sur l’air
Lasanges étoiles cercles : ovales qui s’installent là où furent les lèvres les ligaments et un zigzag en plexus
Perspective de l’enfant qui se brise l’enfant qui ne naît pas le non-né en absence »  [7].

… añado, yo, sólo: masque à oxygène, « masque à gaz », ciel violacée, « cielos violados »…, una realidad terrible, una catástrofe que no…

París-Montmartre, 7 de agosto del 2019

 (*) « Dime dónde se encuentra el amor, si tú lo sabes,
 dime hacia dónde nado.
-Cuando yo era  pequeña, responde la mujer
Amaba mirarme en una frase rota.
Mi abuela me enseñó a hacerlo.
Para el tiempo de desgracia, decía ella. Es
por eso que te doy mis palabras. » (X. Orville, La tapisserie du temps présent, Paris, Éds. Bernard Grasset, 1979, novela, pp. 59-60; la Traducc. es mía). 


[1] Mariela Dreyfus, Pez/ Poisson, Nantes, Éds. Du Petit Véhicule, Mai 2019; (Ed. bilingüe: Traducteur collectif de la Faculté de Traducc. Et d’Interprétation  de la Univ. De Grenade; Photographies de Jorge Ochoa; la edición en español es del 2005). 
[2] En lo que respecta a T.S. Eliot, léase La tierra baldía.
[3] « … lo nuevo tiene siempre contra él los favores aplastantes de las leyes estadísticas y de sus probabilidades que, prácticamente en las circunstancias ordinarias, equivale a una certeza; lo nuevo aparece entonces siempre como un milagro. El hecho de que el hombre es capaz de acción significa que, de su parte, puede esperarse lo inesperado; que él tiene la capacidad de realizar lo que es infinitamente improbable. Y ello, cuando ocurre, no es posible que debido a que cada hombre es único, de suerte que en cada nacimiento algo únicamente nuevo ocurre en el mundo. En relación a ese algo que es único, podemos verdaderamente decir que no había nadie antes. Si la acción en tanto inicio corresponde al hecho del nacimiento, si ella es la condición de la condición humana de la natalidad, la palabra corresponde al hecho de la individualidad, ella es la actualización de la condición humana de pluralidad, que es vivir como ser distinto entre iguales. » Véase H. Arendt, La condition de l’homme moderne, Paris, Éds. Calmann-Levi, 1961 et 1983, pp. 234-235 (la traducc. y las itálicas son mías).

[4] S. Mallarmé « Le mystère dans les lettres » (1896), Œuvres complètes, Éds. Gallimard, 1945, Bibliothèque de la Pléiade, p. 361.
[5]  La problemática es otra (en lo que se refiere a la poesía y la prosa ), y se trata de cuestiones, fundamentales, que plantea la poesía, « le courage de la poèsie »; se han formulado con respecto a la poesía de Hölderlin (de su « periodo francés », en la ciudad de Burdeos; la primera versión de uno de sus poemas hace mención a la belleza de las mujeres morenas y al vino, si mal no recuerdo; y se titula Dichtermut: « Courage du poète » ); todo eso ha suscitado una intensa reflexión  del filósofo francés Philippe Lacoue-Labarthe, fallecido recientemente -en su libro Heidegger. La politique du poème (Paris, Éds. Galilée, 2002, pp. 130-155)-, sobre la lectura chovinista (« Ur-faciste », diría U. Eco) que hiciera Heidegger, en los comienzos de los 30s (en plena etapa de la ascensión de Hitler al poder en Alemania),  y la lectura que hizo W. Benjamin, en su ensayo intitulado « Deux poèmes de Friedrich Hölderlin », escrito durante el invierno de 1914-1915 (y que permaneciese inédito hasta el año 1955; se trata en realidad de tres versiones).
[6] M. Dreyfus, Placer fantasma, Lima, Centro Cultural Peruano Japonés, 1993 (del poema « Dame el abismo que nace de tu perfil… », p. 51). 
[7] Ob. Cit., p. 49. Señalo que excepto en algunas alteraciones textuales, mías, en este ensayo, las itálicas provienen de la poeta. Cito la versión original del poema: « ¿Qué será de los niños del estruendo los niños del incendio los niños de la máscara de oxigeno ?/ Contra el cielo violáceo sus figuras recortadas o rotas en el tiempo:/ Huyen enfurecidos del instinto mortal que los circunda de la duda que ronda del hondo amanecer que los arroja/ en partículas densas sobre el aire/ Rombos estrellas círculos: óvalos que se asientan donde fueron los labios ondas los ligamentos y un zigzag en/ el plexo/ Perspectiva del hijo que se quiebra del hijo que no nace del nonato en ausencia » (p. 48)