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sábado, 25 de agosto de 2018

La canción de los hacinados de Jhon Walter Torres Meza

Portada La canción de los hacinados
La canción de los hacinados
de Jhon Walter Torres Meza
Editorial Poemia, con el apoyo de la Universidad del Valle, Sede Zarzal, Colombia, 2018

La historia cíclica de la violencia ha atravesado nuestra literatura. Desde la generación de Gabriel García Márquez hasta las jóvenes generaciones, la noria negra ha sido una constante en las letras colombianas.

La canción de los hacinados, el primer libro de cuentos de Jhon Walter Torres Meza hace parte de esta saga literaria que no se detiene en el país.
Jhon Walter Torres ha escrito unos cuentos crueles donde la vida no vale nada y la muerte ronda como una señal fatídica y acechante.

Son trece cuentos donde el amor y la muerte, como una pareja inseparable de la condición humana, afloran sin remedio en medio de un paisaje gris y opaco.

Fabio Martínez
Escritor colombiano


La canción de los hacinados abre con violencia y cierra con violencia. Nada extraño, si consideramos el lugar de la caña y la humedad donde ha crecido su autor. Está escrito con furia, así acostumbra la literatura a serenar el ánimo de algunos personajes, a edulcorar el escenario de los amores juveniles.
 No hay alegría en estos cuentos, porque no hay ningún cuento que invite a la alegría. Solo hay espacio para  ese cuadro de costumbres que suele gobernar lo incierto convertido en penuria y mala costumbre. Cuando aparece el cuerpo se signa en él lo imposible. Lo erótico se convierte en lujuria, a veces en esperpento. Pero nada se llena de promesa. O sí, quizá la única promesa sea la literatura, aquella que un viejo lujurioso destella en sus “ojos de perro azul”, o aquella que una mujer, Rachel, destella en sus “ojos salvajes”. He aquí, en todo caso, briznas de nuestra educación sentimental. No sé si es posible escapar a sus efectos.
Rigoberto Gil
Escritor colombiano

viernes, 17 de marzo de 2017

Palabra de autor (Conversaciones con escritores)

Marcos Fabián Herrera Muñoz, Colombia, 1984. Poeta y periodista cultural ha ejercido la crítica literaria en diversos periódicos y revistas de Europa y América, entre ellos Prensa Latina, Revista Universidad de Antioquia, Aurora Boreal,  Alhucema, Ómnibus, Puesto de Combate y Cuentosymas. Autor de los libros El Coloquio Insolente: Conversaciones con Escritores y artistas colombianos;  Dialogantes; Silabario de Magia y Huerto de olvidos (poesía). Varios de sus cuentos y poemas han sido traducidos al francés, italiano y el inglés
Sus diálogos con escritores y artistas para la prensa cultural hispanoamericana, le han reportado unánimes elogios y lo han ubicado como uno de los cultores más versátiles, documentados y agudos de la conversación literaria.

Palabra de autor (Conversaciones con escritores) es su última publicación en Sílaba editores (2017) donde entrevista a Consuelo Triviño Anzola, Julio Ortega, Fabio Martínez, Fernando Cruz Konfly, Darío Ruiz, Sergio Ramírez, Javier Vásconez y  Pablo Montoya, entre otros.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Balboa, el polizón del Pacífico de Fabio Martínez

Nuevo título de Mirada Malva en formato epub
1ª edición en España corregida

Poco se conoce la vida de Vasco Núñez de Balboa, el conquistador del Mar del Sur, bautizado luego por Magallanes como el Océano Pacífico. Una vida de novela atropellada, llena de azares y vicisitudes, que empieza con su desembarco, casi por azar, en el Urabá colombiano, a donde llega escondido en un barril de vino junto con su perro Leoncico. 

Un relato épico en el que se confunde la aventura, con el amor, el odio, la pasión y la lucha por un poder entre los propios conquistadores españoles y entre los indígenas liderados por el cacique Cemaco. Es la historia repetida de la condición humana, pero también la fundación de un país, de un continente y de una civilización que aún no logra apaciguar los odios, donde el fantasma de Balboa todavía ronda.



Fabio Martínez. Santiago de Cali, Colombia, 1955.  Es autor de las novelas: Un habitante del séptimo cielo, 1988; Club social Monterrey, 1992; Pablo Baal y los hombres invisibles, 2003; Balboa, el polizón del Pacífico, 2007; El fantasma de Íngrid Balanta, 2008; El tumbao de Beethoven, 2012 y El desmemoriado, 2014.
En 2003 publicó la biografía novelada sobre Jorge Isaacs: La búsqueda del paraíso. Es autor de los libros de ensayo: El viajero y la memoria. Un ensayo sobre la literatura de viaje en Colombia, 2000; y de Los viajes de la música. Música y poesía afroamericana, 2015 y de los libros de cuentos: Fantasio, 1992; Del amor inconcluso, 2006; y El escritor y la bailarina, 2012. Ha compilado y prologado el libro Carlos Arturo Truque. Valoración crítica, 2014.
Ha sido Mención Especial en la Beca Ernesto Sábato, 1987. Primer Premio de Ensayo Latinoamericano René Uribe Ferrer, 1999 y Primer Premio Jorge Isaacs, 1999.
Fue el Director fundador del periódico La Palabra.

En la actualidad es profesor titular de la Universidad del Valle adscrito a la Escuela de Estudios Literarios, y columnista de El Tiempo.


miércoles, 1 de abril de 2015

La geografía creativa de una diáspora: Sobre Los Viajes de la música

Los Viajes de la Música de Fabio Martínez:

La Geografía Creativa de  una Diáspora


Crítico literario colombiano

Fiel compañera de toda empresa humana,  en la música han viajado  los versos canónigos, las letanías religiosas,  los cantos tribales y los lenguajes del cosmos.  Desde  el rugido gutural que celebraba la presa en manos del primate y se iluminó con la tea en el paleolítico; hasta el canto melismático y  las danzas medievales;  pasando por el  jadeo incesante de los hombres montaraces de estas tierras equinocciales;  ya sea con el laúd o el tambor, en la música  se han reinventado los alfabetos para feliz ventura del ingenio humano.

En El Odio a la Música, Pascal Quinard, en uno de sus  luminosos  fragmentos,  afirma que su propósito es interrogar los lazos que tiene el arte de Euterpe con el sufrir sonoro. Si la música es un testimonio de época, y al igual que las otras artes se nutre de lo adverso y aciago que ha padecido la especie humana; hemos de ver ella algo más que un divertimento.  El aforismo del escritor francés, parece haber obrado como divisa en las búsquedas esenciales del ensayo de Fabio Martínez.

Viajar implica mudanza, cambio de piel y transmutación de códigos. Fueron once millones de  esclavos, nos recuerda el autor, los que llegaron al nuevo mundo.  Un arribo impelido por el látigo y bañado por la sangre que  en las ancestrales ceremonias de la tradición Yoruba solo era vertida como  tributo y regocijo;  nunca como sojuzgamiento y genuflexión. La llaga más lacerante, la del alma, se cicatrizaría con el canto lastimero y un acezante golpe en el tambor Batá que provocaría en las nuevas tierras la invención de las músicas del Caribe.

Las resonancias secretas de los rituales africanos, la readaptación instrumental y una inescrutable mixtura de saberes y universos sensoriales, catalizarían un sincretismo bañado de asombro en los parajes tropicales de la nueva tierra.

Los Viajes de la Música (Editorial La Mirada Malva, 1ª edic., 2015) de Fabio Martínez explora las coordenadas  en las que se  engendraron las fusiones musicales. De estos fértiles encuentros eclosiona, entre muchos otros ritmos, el son cubano, que en palabras del autor, es una síntesis maravillosa del romance español, los areítos indígenas y el tambor africano.

Las pieles musicales que irán a cubrir los cuerpos vejados de los esclavos que arribaron a esta parte del mundo, no sólo contaron con la  frenética expresión instrumental. El romancero español, profundo legado de la lírica ibérica, condimentó con las formas sonoras de los versos de Jorge Manrique, Lope de Vega y Luis de Góngora y Argote, los sones, guarachas y montunos.  De esta manera surge una singular poética en quienes se aventuraban a componer y cantar.

Fabio Martínez celebra con este libro el periplo de  la música que ya sea como canto de vida, de trabajo, de muerte, de carnaval y rumba, ha hecho parte del torrente sanguíneo de los hombres de América.  En las fiestas del San Pacho del Pacífico Colombiano, en el santoral de la Regla de Ocha de Cuba o en los ritos de festejo en cualquier latitud,  la poesía de Afroamérica restaña el dolor y esfuma las penas.


El Viaje ensayístico de Fabio Martínez, es también una indagación a los nuevas vertientes del hispanismo. El español, esa lengua que se rehace en cada hablante y que hoy configura una fraterna comunidad de hombres itinerantes, bebe de la savia de las músicas populares que se crean en los barrios de latinos en Nueva York  y en las estribaciones andinas de Suramérica.  Es la lengua de inmigrantes que guardan en sus entrañas los rescoldos del África negra, las endechas de la guitarra española y los frenéticos ritmos de litoral.  Los géneros urbanos como el calipso, el reggae, el zouk, y lo que de manera genérica se denomina salsa,  se escuchan en las calles de cualquier capital Latinoamericana,  y dan cuenta, lo explica el autor, de la apertura del firmamento musical de un continente que no sólo ha revestido de policromía un idioma, sino que lo ha hecho música y celebración. 

miércoles, 25 de febrero de 2015

Las voces que no callan. Poesía de Omar Ortiz

Las voces que no callan



Jaime Priede, el traductor de ese extraordinario libro, titulado: Antología de Spoon River, afirmaba que Edgar Lee Master inventaba sus personajes a partir de los nombres que leía en las lápidas de los cementerios.

Parafraseando a Priede, podemos decir que el poeta Ómar Ortiz Forero, en su exquisito libro, titulado: Diario de los seres anónimos (Editorial La Mirada Malva, 2015) recrea sus personajes a partir de los nombres enigmáticos que deambulan en su pueblo.

Son hombres y mujeres de carne y hueso que nunca han tenido voz, y les ha tocado vivir en el limbo de la vida; en aquella línea de sombra donde se confunden la vida y la muerte.

Por el Diario, que podría ser, así mismo, el teatro de nuestras vidas, discurren unos cincuenta personajes maravillosos, llenos de humor y patetismo, que en medio de una violencia crónica, están sedientos de amor y hambrientos de vida.

Por allí deambula Lino Mora, el propietario de circos de pájaros y nubes; Ifigenia Franco, la dibujante de corazones, golondrinas y sueños livianos; José David López, el voceador de periódicos; María Luisa de la Espada, la exterminadora de indios; Agobardo Potes, el padre de una docena de hijos naturales; Evangelino Zuluaga, el músico celestial; Jaime Lázaro, el dueño de una destilería de güisqui que resucitó dos veces; el loco Ceballos, jefe de policía, de traficantes y bandidos, a quien no le entraban las balas; el negro Marín, que siempre lo confundían con Jorge Isaacs; Dulima Mondragón, que casó con Walter, el fabricante de condones inútiles; Florita Franco, la modista que con su máquina Singer (como en el poema “Una carta rumbo a Gales” de Juan Manuel Roca), quería viajar al fin del mundo; Enrique Uribe, lotero de profesión y bisnieto de Rafael Uribe Uribe, a quien lo mataron de hachazos subiendo las escalas del Capitolio Nacional; Marcial Gardeazábal, el librero de un pueblo de analfabetos, que espera desde ultratumba que su nieto, Gustavo, termine con éxito la saga literaria que prometió; Nilsa Polanía, la hotelera que fornicaba con la clientela; Julio César Patiño, el sepulturero que vivía colmado de trabajo; y Edgar Lee Master; a quien el poeta Ortiz Forero invita a participar en el libro.

Diario de los seres anónimos es un poemario lleno de imágenes ricas y con referencias claves a aquellos poetas infernales, que como Dante, Rulfo y Lee Master, se han aventurado por las tierras del Hades, que no siempre están en el más allá, sino aquí, entre nosotros.

Omar Ortiz
Con Diario de los seres anónimos, Ortiz Forero ha inventado su Comala, pero a diferencia de Pedro Páramo donde Rulfo describe un mundo de muertos, el poeta colombiano dibuja el mundo de los vivos con sus tragedias y sus pasiones.
En el texto introductorio del Diario, titulado: “El curioso compilador” el poeta, que figura como narrador y fisgón de la vida, advierte al lector que este breviario es fruto de su “ociosidad y de su ingenio”. Y arriesga tres cualidades tempranas que debe tener todo escritor: una obstinada pasión por la belleza, un exagerado apego a sí mismo y un notable apetito por la desmesura y el engaño.

Estas tres cualidades del escritor están presentes en el poemario de Ortiz Forero. Diario de los seres anónimos es un libro de una belleza extraordinaria; una obsesión del poeta por esculcar su propia vida a través de la vida de los otros; y un notable  deseo por resaltar la vida exagerada y engañosa de sus personajes.

En estos tiempos donde abunda tanto poeta y muy poca poesía, vale la pena que el lector se acerque a este breviario, a este teatro de la vida que hoy nos presenta el poeta Ómar Ortiz, donde desfilan vivos y muertos, y se estila el licor a borbotones, la risa y el encanto.




domingo, 8 de febrero de 2015

Los viajes de la música. Música y poesía afroamericana, ensayo de Fabio Martínez

NUEVO TÍTULO DE MIRADA MALVA

Próximamente anunciaremos las presentaciones del libro:

Los viajes de la música. Música y poesía afroamericana, ensayo
 del escritor colombiano Fabio Martínez


EL LIBRO
El presente ensayo nació gracias al deseo que siempre he tenido por la música popular Afroamericana: aquella diáspora cultural que se ha extendido desde el legendario barrio de Harlem, en Nueva York, hasta el Río de La Plata, en Uruguay y Argentina, pasando, por supuesto, por el mar Caribe y el mar Pacífico. Recorre desde el viaje del tambor, que se inicia en el año 1500, hasta llegar a las músicas contemporáneas, como el Rap y el Hip Hop, que hoy surgen en las calles y suburbios de las principales ciudades de América, gracias a la pujanza de la juventud latina.

Desde sus orígenes, la poesía Afroamericana tuvo su marcada influencia del romance español, que viene del Siglo de Oro, a través de autores como Jorge Manrique, Lope de Vega, Luis de Góngora y Argote y Vicente Espinel, entre otros.

Los viajes de la música es un trabajo que se despliega a lo largo de nuestras costas; desde el delta del río Mississippi hasta el delta del río Paraná. Es, así mismo, un homenaje a la Memoria poética y musical americana. Es un ensayo para ser leído; pero ante todo, para ser escuchado.

EL AUTOR


Fabio Martínez. Santiago de Cali, Colombia, 1955.  Es autor de las novelas: Un habitante del séptimo cielo, 1988; Club social Monterrey, 1992; Pablo Baal y los hombres invisibles, 2003; Balboa, el polizón del Pacífico, 2007; El fantasma de Íngrid Balanta, 2008; El tumbao de Beethoven, 2012 y El desmemoriado, 2014.
En 2003 publicó la biografía novelada sobre Jorge Isaacs: La búsqueda del paraíso. Es autor del libro de ensayo: El viajero y la memoria. Un ensayo sobre la literatura de viaje en Colombia, 2000; y de los libros de cuentos: Fantasio, 1992; Del amor inconcluso, 2006; y El escritor y la bailarina, 2012. Ha compilado y prologado el libro Carlos Arturo Truque. Valoración crítica, 2014.
Ha sido Mención Especial en la Beca Ernesto Sábato, 1987. Primer Premio de Ensayo Latinoamericano René Uribe Ferrer, 1999 y Primer Premio Jorge Isaacs, 1999.
Fue el Director fundador del periódico La Palabra.
En la actualidad es profesor titular de la Universidad del Valle adscrito a la Escuela de Estudios Literarios, y columnista de El Tiempo.

Ver el índice y el prólogo en NTC Narrativa

Toda la información sobre su obra puedes consultarla en su página personal: Fabio Martínez, escritor


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Nueva página web del escritor Fabio Martínez

Os invito a visitar la página web y blog del académico y escritor colombiano Fabio Martínez, profesor y director del programa de Literatura de la Universidad del Valle. Crítico literario, novelista, cuentista y antólogo, ha publicado una larga lista de títulos que podéis consultar en su web, así como sus agudos artículos sobre literatura latinoamericana y su trabajo como columnista en el diario El Tiempo.



domingo, 8 de junio de 2014

Fabio Martínez, ciencia ficción en el espacio hispánico


FABIO MARTÍNEZ, CIENCIA FICCIÓN EN EL ESPACIO HISPÁNICO

Por ConsueloTriviño Anzola
Escritora y ensayista colombiana

Consuelo Triviño
En El desmemoriado, Fabio Martínez (Cali, Colombia, 1955)  incursiona de nuevo en la literatura de ciencia ficción y lo hace con el humor que lo caracteriza desde Pablo Baal y los hombres invisibles que publicó en 2003. Es curiosa la trayectoria de este escritor polifacético que se mueve con soltura entre la novela histórica con títulos como La búsqueda del paraíso, biografía novelada sobre Jorge Isaacs, autor de la más bella novela del Romanticismo hispanoamericano, María. Asimismo es autor de Balboa, el polizón del Pacífico, relato sobre el descubridor del océano Pacífico. Es como si su escritura necesitara desplazarse desde el tiempo histórico hasta el imaginario futuro, como una forma de perderse en la búsqueda de sentido y en la necesidad de entender el presente. 
Pero Fabio Martínez, el autor, no está perdido en el tiempo, todo lo contrario, anclado en el presente, ejerce la cátedra como profesor de literatura de la Universidad del Valle, a la vez que dirige su sede del Pacífico en Buenaventura. Además, es columnista del diario El Tiempo donde nos ofrece su punto de vista no solo sobre la actualidad política, sino sobre diversos temas de candente vigencia. De modo que estos dos polos a tierra como son el periodismo y la docencia le impiden desviarse de la cronología que sin duda rige su vida.
Consuelo Triviño

Pero tal rigor solo puede darse a medias en un escritor dominado por una vocación literaria que se le impone, ya sabemos que la escritura es un desvío de la prosa del mundo, esta llanura prosaica, a la montaña mágica de la imaginación y la ciencia ficción es en este caso una vía de escape para conjurar cierto malestar que nos asalta debido a los acelerados y sorpresivos cambios que la tecnología ha introducido en nuestras vidas. Nos inquieta sobremanera que cambie nuestra percepción del tiempo y del espacio, que hurgue en la intimidad del ser humano, no sabemos si con la intención de deshumanizarlo o de despellejarlo vivo. De hecho, el esfuerzo de los personajes de El desmemoriado consiste en una simbólica resistencia a cambiar sus hábitos, convencidos como están de que lo importante es mantener los lazos que los unen y aferrarse tenazmente a los símbolos constitutivos de su identidad.
Este es uno de los temas que se abordan en El desmemoriado donde dos personajes son condenados a la marginalidad y a la clandestinidad por haber quedado fuera del sistema, es decir, por no haber llegado a tiempo para recibir una tarjeta electrónica y un pin que los conecte a un sistema central, igual que al resto de los ciudadanos.
Consuelo Triviño y Fabio Martínez
Nos instalamos en una Bogotá ultramoderna el 6 de agosto de 2068 en que se celebra el 530 aniversario de su fundación y Pitty Caballero, profesor universitario, junto con su esposa Manzana Siachoque intentan sobrevivir sin el pin recurriendo a tretas para escamotear las medidas del gobierno. Encontramos una ciudad llena de pantallas que vigilan, con una marquesina que la atraviesa de oriente a occidente para proteger a los ciudadanos de los sorpresivos aguaceros torrenciales, un guiño al sabio loco, el profesor Goyeneche que nutrió de anécdotas el imaginario de los estudiantes de la Universidad Nacional.
Por la ciudad transitan clones y mutantes y gentes orgullosas de mantener a raya a los pobres ciudadanos que viven en los márgenes, pues el centralismo ha triunfado sobre las regiones apartadas. El funcionamiento del cerebro es modificado para que las personas se adapten a las nuevas realidades: a cambiar los alimentos por cápsulas, a solicitar los bienes y servicios a través de la red y a obedecer sin cuestionarse las órdenes del jefe supremo, que solo desea perpetuarse en el poder. Es preciso, por tanto, prolongar la vida de los individuos e intentar incluso que alcancen la inmortalidad.
Mesa presentación: Triviño, Martínez y Vázquez

Literatura y ciencia van de la mano aquí y este procedimiento propio de la literatura de ciencia ficción, como sugiere Arturo García Ramos, «lleva las teorías racionales más allá de sus posibilidades mediante la imaginación» (García Ramos, El cuento fantástico en el Río de la Plata, Mirada Malva, 2010:306). 
Y es que a medida que se avanza en la narración nos vamos dando cuenta de que ese futuro no es de ninguna manera ajeno al presente. Entendemos que se cuestionan el totalitarismo, el aislamiento e incomunicación entre las personas debido a la avasalladora presencia de las tecnologías, como dice el protagonista: «En el siglo XX, el hombre mató a Dios; en el siglo XXI el hombre mató al hombre».
Hay que celebrar, por tanto, esta reflexión sobre el presente desde un futuro no muy lejano, lo que se da en medio de la atmósfera inquietante del relato, aunque todo ocurra dentro de una aparente normalidad, procedimiento que inserta esta novela en nuestra tradición fantástica de ciencia ficción, que se remonta a Leopoldo Lugones, autor de ese conjunto de relatos que son Las fuerzas extrañas (1906), hasta llegar a la paradigmática novela de Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel (1940). Con ellos la ciencia ficción en nuestro entorno hispánico se ha abierto camino entre lo fantástico, alimentándose no solo de los adelantos científicos, sino también del cine, de los dibujos animados, tanto como de los clásicos. No cabe duda de Fabio Martínez es un apasionado lector de las novelas de Julio Verne que nos iniciaron en la lectura, pero sobre todo de obras como La máquina del tiempo de Wells, El fin de la eternidad de Isaac Asimov o Farenheit 451 de Bradbury que nos permiten reflexionar en lo que le espera a la humanidad bajo los regímenes totalitarios y sobre lo que le queda del ser humano cuando se manipula su cerebro. También de sus predecesores en Colombia como Antonio Mora Vélez (1942), Glitza (1979) e incluso José Félix Fuenmayor con Una triste aventura de catorce sabios, (1928) y José Antonio Osorio Lizarazo con su novela Barranquilla 2132 (1932). Pero no olvidemos que El desmemoriado es ficción dentro de la ficción, ya que Pitty, el protagonista, nos deja al final sus complacientes opiniones sobre el relato que acaba de escribir.

Un "desmemoriado" en la globalizada sociedad de la información

Un “desmemoriado” en la globalizada sociedad de la información:
Texto de presentación en Casa de América de Madrid, junio 2014

Por M. Ángeles Vázquez
M. Ángeles Vázquez, copyright foto Marta Menoyo
Editora de Mirada Malva


Publicar El desmemoriado, la última novela de Fabio Martínez ha sido para Mirada Malva un auténtico placer, no solo por nuestro interés en su autor y amigo Fabio, también lo es por el vínculo afectivo que nos une a la narrativa latinoamericana en general y a la colombiana en particular. 

Sin entrar en un análisis profundo, del que se ocupará nuestra querida colega Consuelo Triviño, quisiera apuntar que dentro de la variedad y riqueza de temas y estilos, de la polifonía hispanoamericana, surge esta novela, diríamos que en tono apocalíptico, donde el autor colombiano da por hecho que la sagacidad del lector forma parte de su semántica estructural y de su poética narrativa. 

Mesa presentación, copyright Marta Menoyo

La globalización del Planeta sirve de excusa y recurso a Fabio Martínez para realizar una crítica feroz contra el sistema, contra el “desconocimiento” –y por tanto, un supuesto retroceso intelectual- al que nos podría lleva el reto constante que implica la sostenibilidad de la sociedad de la información en nuestras vidas. Martínez la estigmatiza sin piedad, porque los significados no son lo que son, sino lo que unas máquinas diabólicas interpretan que son. Y en este sentido, quiero recalcar una frase genial que ejemplifica este tema: “para qué leer un libro si todo está sintetizado en Wikipedia” dice Pitty Caballero, uno de los protagonistas de la novela. 

Su léxico, que claramenente interactúa con el lector, sus guiños literarios, por ejemplo a la literatura anglosajona, o a sus autores fetiche como Cervantes y las referencias lúdicas a escritores colombianos como Juan Pablo Rocky, Piedad Revlon o Harold Almorranas, posibilitan que la novela discurra, con un sentido de la parodia y del humor extraordinarios, por un horizonte inteligente e inmediato. 

La trasmutada ciudad de Bogotá forma parte del eje central de la temática novelística de El desmemoriado, pero su estrategia narrativa se condensa, dentro de su irreverencia, en una sátira social profunda que se ve edulcorada a través de esa clave de humor de la que hablábamos, y que no deja de ser un recurso casi indisoluble en gran parte de la obra creativa de Martínez. 
Fabio Martínez, copyright Marta Menoyo

Dirá de ella Gustavo Reyes en una excelente reseña que le ha hecho a la obra: “Esta quinta novela de Fabio Martínez, perteneciente al universo de la anticipación o ciencia ficción, es también una protesta, un manifiesto, un desquite, una diatriba y una advertencia construida en el habla llana de la calle para darnos el anticipo de un futuro alucinante que, quizá, ya no estaríamos a tiempo de evitar, a menos que espejos como el que se propone ser esta obra actuaran como freno de emergencia”.

Finalmente, animarles a que la lean porque nos induce a la reflexión y a una posible reformulación de nuestro tiempo. 



domingo, 18 de mayo de 2014

El desmemoriado, una novela entre las redes de las redes

El desmemoriado, una novela entre las redes de las redes

Por Gustavo Reyes


Portada El desmemoriado
El desmemoriado podría ser algo tan imposible como una novela dentro de un cuento. Una ostra dentro de la perla. Se presenta como una novela explícitamente y desde el principio y, aparte de que nadie se atrevería a proponer como cuento un relato de 174 páginas, tiene forma e intención de novela. Sin embargo, el sabor residual que queda tras la lectura de El desmemoriado es el de un sueño, y los sueños son relatos instantáneos y no novelas.

Cuando Pitty Caballero termina de leer con nosotros la novela de su vida, descubrimos que hemos sido timados por el personaje y, como en una trama de thriller perfecta, el asesino es uno, y la víctima el planeta Tierra.

Esta quinta novela de Fabio Martínez, perteneciente al universo de la anticipación o ciencia ficción, es también una protesta, un manifiesto, un desquite, una diatriba y una advertencia construida en el habla llana de la calle para darnos el anticipo de un futuro alucinante que, quizá, ya no estaríamos a tiempo de evitar, a menos que espejos como el que se propone ser esta obra actuaran como  freno de emergencia.

La historia de El desmemoriado es una parábola esperpéntica que comienza dos veces y en diferentes fechas. La primera la noche del 19 de diciembre de 2012, y la segunda 56 años después, el amanecer del 6 de agosto de 2068, el día en que la ciudad se apresta a celebrar su aniversario número 530.

La obra, dedicada a la memoria del escritor y periodista Ignacio Ramírez,  se desarrolla en la geografía física y psíquica de una Bogotá que el autor conoce y que ahora, al retroceder al futuro, desconoce y lo vulnera.

Al lado de Pitty Caballero y Manzana Siachoque, la ciudad es coprotagonista. Es en sus entrañas donde ocurre la historia de esta curiosa pareja que con su postura alternativa funge a lo largo del libro como una especie de conciencia que, de alguna manera, subsiste gracias a que logra respirar un aire menos viciado que el que intoxica a los millones de habitantes del Distrito Capital, una megaciudad transformada en el sueño pesadillesco de la tecnocracia y la automatización a ultranza.

Mediante un lenguaje desabrochado que recuerda la prosa generacional de Andrés Caicedo, el autor contrasta y matiza una ciudad que respira y transpira a “2.600 metros sobre el nivel del mal” mediante cientos de miles de pantallas encargadas de suplantar la presencia humana. Martínez aprovecha para ajustar cuentas con el stablishmen, con Obama, con los narcos y los paramilitares, la guerrilla y la burocracia, las relaciones virtuales y el terrible progreso de la humanidad, e incluso con la masa inmensa de lectores que, como una pandemia, desertan de la literatura para digerir las pastillas deslactosadas del párrafo virtual.

El hecho fortuito de que Pitty Caballero y su esposa Manzana Siachoque lleguen tarde a registrarse como habitantes de la ciudad desata la acción que se desarrollará en adelante. Un adelante a partir del cual El desmemoriado establece un puente en el que conviven presente y futuro con el objeto de remarcar aún más las divergencias entre los siglos XX y XXI y, de esta manera, lograr que el ajiaco y los alimentos encapsulados compartan mesa con la misma naturalidad que los ciudadanos toman taxis aéreos para ir a comprar computadores robados en Patio Bonito.

La novela es una fuga constante para escapar no solo de las asfixiantes autoridades que, al igual que en 1984 de George Orwell o el Mundo Feliz, de Aldous Huxley, gobiernan como una entidad invisible que decide el destino de la Ciudad - Estado creada por Martínez.

Para él la escritura de ficción siempre ha sido un hecho lúdico, una oportunidad excepcional de desacralizar y cuestionar lo establecido, de modo que El desmemoriado, fiel a esa postura irreverente se viene con todo desde la primera hasta la última línea. Los mismos nombres de sus personajes le advierten al lector acerca de su comicidad: Harold Almorranas, Manzana Siachoque, Pitty Caballero son una muestra de la actitud bromista del escritor. El humor en medio del delirio paranoico es una constante a lo largo de la vida, y sirve para escamotear una cotidianidad en la que los robots y los clones ganan terreno merced al desplazamiento de los propios humanos, con su suicida complicidad.

En la Bogotá de 2068 los ciudadanos mediante un harakiri absurdo admiten su propia destrucción a cambio de un confort y una seguridad cuyo precio es la vida “humana”  a cambio de la robotización. De la libertad  solo van quedando las versiones virtuales prefabricadas de una sociedad en la que incluso la intimidad se transforma en representación virtual.

Los personajes de Martínez tienen un el aspecto y la actitud que conviene a seres destinados a llevar la ironía hasta sus últimas consecuencias. El epígrafe elegido por el escritor para su novela: “El presente está en peligro. El planeta vive, titubea, rueda, eructa, tiene hipo, ventosea día a día. Todo se hace, se vive a corto plazo. El futuro se borra tanto o más en cuanto depende, no solo de azares y bifurcaciones, sino también de un eventual todo o nada”, de Edgar Morin, nos anuncia un mundo globalizado que se comporta como un nuevo rico de la ciencia y la rebaja al  servicio de la automatización humana.

Esta novela funciona como un revulsivo que a la vez que replantea el desafío de saber administrar los avances de la ciencia en beneficio de la humanidad y la absurda miopía de esos mismos seres humanos que juegan a la ruleta rusa con ella.

La Bogotá de Martínez está llena de guiños para el nativo y el adoptado, para quienes han crecido o vivido en la capital.  Interpretar la burla que entraña el apellido Goyeneche es algo casi mecánico. El científico transformador de la ciudad, el creador de una inverosímil cubierta de plástico corrediza  con la que se protege la metrópoli de las lluvias ácidas o del sol sin filtros, así como la canalización del río Bogotá, ahora convertida en autopista, y otros avances igualmente desopilantes, es un loco.

El desmemoriado nos plantea la solución como problema, capturándonos en las redes de las redes, de las que necesariamente solo cabe esperar que podamos escapara a tiempo.

sábado, 26 de abril de 2014

Presentación en Cali de El desmemoriado. Reseñas

Presentación de la novela El desmemoriado de Fabio Martínez.
Santiago de Cali, 23 de abril de 2014


Textos de presentación de Medardo Arias y Omar Ortíz

Omar Ortíz, Fabio Martínez y Medardo Arias. copyright foto Gabriel Ruiz (NTC)



Estamos en el año 2068
      Por Medardo Arias Satizábal

La primera sorpresa al leer El desmemoriado, tuvo que ver con el intento del autor, -valiente y de muchísimo riesgo-, de situar la literatura colombiana en el campo de una ciencia ficción hasta hoy inexistente en nuestras letras.
Fabio Martínez de manera juvenil y risueña, asume el reto de imaginar un mundo bogotano que transcurre en el año 2068, con taxis urbanos que cruzan el cielo de Monserrate, gentes que se afanan por ir a Marte, entonces un destino común, y vidas que él conoce bien, la de profesores enamorados, una pareja inserta en la aridez de una ciudad, Pitty y Manzana quienes, como en el resto de la tierra, se defienden de los riesgos de la lluvia ácida.
El paisaje de aquella ciudad nos hace pensar de todos modos en esos mundos desolados que imaginaron Ray Bradbury, el creador de las Crónicas Marcianas, Isaac Asimov, Herbert Georges Wells, -autor de La Máquina del Tiempo y de El Hombre Invisible-, o  George Orwell con su “1984”, novela que prefiguró la atroz realidad de hoy. Si alguien quiere leer hoy “1984”, encontrará esta presentación entre comillas: “Tres grandes potencias se dividen el mundo y luchan entre ellas, en un conflicto que parece no acabar nunca. Todo está controlado por la sombría y omnipresente figura del Gran Hermano, el jefe  que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo dispone. La historia reciente se falsea alterando los registros escritos, la policía del Gran Hermano vigila incluso en el interior de las casas, gracias a una televisión en dos sentidos; el amor está prohibido y el sexo es un acto político. La opinión personal se neutraliza con lavados de cerebro y la vida es un infierno del que no se puede escapar…”
En El desmemoriado abundan, todavía en el 2068, las referencias a un pasado que comparte las ternezas de la vida campirana, el chocolate espumoso, los roscones dulces, las changüas, ciertos parques del pasado, las liturgias del ayer expresadas en el deseo del abrazo en lugares que ya no existen. Bogotá tiene un techo que la protege de la lluvia ácida, el río Bogotá ha sido pavimentado por un tal Goyeneche, y desde Monserrate se emite la voz unánime de  un dictador que ha logrado uniformar el pensamiento y las costumbres. Gentes que ahora logran vivir más de 150 años, gracias a las dietas elaboradas por una avanzada tecnología médica que ha reemplazado los “steaks” por pastillas de colores, recuerdan, por ejemplo al Goce Pagano, y a las viejas luchas de obreros y estudiantes, cuando el mundo era ese amasijo de humanidad que  pervive todavía, en la novela, en la llanura prosaica.
El desmemoriado copyright Gabriel Ruiz (NTC)
En El desmemoriado abundan los homenajes literarios; Bogotá es la montaña mágica, centro del poder que ha visto pasar las guerras de la coca, del petróleo, del agua, y el resto de la república es una amalgama de pueblos atrasados, aferrados al pasado, reconocidos por  Fabio Martínez como “la llanura prosaica”. Thomas Mann, Cervantes, Schopenhauer, hablan desde la intertextualidad, así como Foucault, desde su péndulo, pionero también de una modernidad literaria que insertó en el imaginario el nuevo lenguaje de los computadores.
Y con los clásicos, el autor emplea el humor y coexiste en la novela con personajes literarios como los poetas Juan Pablo Rocky, un antiguo boxeador, campeón del Caribe, y Harold Almorranas, así como una enigmática portalira, por él llamada Piedad Revlon.
Es claro que esta novela sólo pudo ser escrita por quien habitó la urbe capitalina, y reconoce sus rincones, calles, costumbres. A través de esta apretada narración que nos lleva por las avenidas del futuro, el autor nos advierte acerca de una realidad que se expresa ya en nuestros días: la pérdida de la memoria, el desánimo por los apoyos humanísticos que hicieron la vida hasta hoy, la dependencia extrema de la tecnología cibernética, el olvido de los libros y la lectura, la conformación de un mundo de nuevos esclavos prosternados ante la voz única de Wikipedia. Para Fabio Martínez, esa voz que engulle todo el conocimiento humano, se llama Babel, metáfora de aquella torre que pintara sobre roble Pieter Brueghel El Viejo en el siglo XVI. Cada ser humano tiene un chip inserto debajo de la piel, un número de contraseña, que lo identifica como amigo del Amo y del Estado; no pertenecer a ese rebaño ahora vigilado por el Gran Ojo del poder, es sinónimo de disidencia, de guerrillerismo. Ese el drama de Pitty y de Manzana, protagonistas de la novela. Se quedan por fuera del sistema que ordena las mentes, las costumbres y el destino de millones, por una razón que se comprende; Pitty es en estas páginas un reducto de las viejas guardias humanísticas, un romántico perdido, un marihuano irredento que continúa en el 2068 adicto a la sativa congolesa, ahora sintética. Familia y amigos huyen de ellos como de la peste; están en la mira de ese gran ojo vigilante que hoy para imperceptible, pero que fue avizorado por Orwell en “1984”, como arúspice de lo que hoy se llama NSA, la  misma organización que acaba de ser denunciada, la que conoce en detalles tus fondos bancarios, tus gustos gastronómicos, tus preferencias sexuales y musicales, a través de Facebook y Twitter, los Grandes Hermanos que atisban desde las avenidas cibernéticas, desde los chips y deltas de espionaje agazapados en los Iphones. Babel sabe dónde estás, qué piensas, para dónde vas.
Estar por fuera de esos circuitos en el 2068, es como no tener cédula o pasaporte; para entonces ya la dependencia informática es obligatoria. Se han extinguido los supermercados, la comida llega a casa vía internet, tanto como el sexo, el orgasmo, el conocimiento y los sueños.
El desmemoriado nos describe el paisaje humano de un mundo que de pronto estalla en su diseño tecnológico y se enfrenta al desastre; trenes paralizados, aviones que no pueden despegar, ciudades apagadas. En el espacio se han confundido las lenguas, todos los códigos y contraseñas. Pitty, como otros, entregó parte de su vida a ese nuevo diseño universal, y su memoria, otro día rica y fecunda, se ve de pronto supeditada al breve misterio de una USB; vivimos un mundo, el de ahora, en el que Google todo lo sabe; Martínez se pregunta para qué leer grandes clásicos, poesía, si todas las preguntas guardan ahí una respuesta. Para qué husmear en los huesos de los de los muertos de Pompeya, en el harem de Topkapi, en los remos de las viejas barcas de Samos, o en el polvo que corre detrás de las pirámides; todo esfuerzo parece vano. Se acabaron las bibliotecas; a tiro de click, todo se sabe, llega a casa, en una pantalla que viene el envoltorio de imágenes e información,  referencias que comparadas con el pasado siglo, hacen de la investigación un juego de niños. Cortar, pegar, distraer, fusionar, empobrecer, enriquecer un texto, hace sabios a los tunantes y banaliza a quienes otro día fraguaban en su cerebro parte de la historia humana.
Manzana recibe la lección en Patio Bonito, un barrio del sur de Bogotá: “Usted señora sabe que hoy en día el mundo se mueve gracias a la memoria de Babel. En la ciudad no cae al suelo una pepa de eucalipto si no es accionada por la diosa de Babel. Es la tragedia global del siglo...”
Para entonces, en ese orbe donde Harold Almorranas es Director de la Biblioteca Nacional y su imagen es repetida en grandes pantallas, existe ya un museo de antiguallas cubierto por el polvo indulgente del pasado: (Lectura de la Página 45).
Mutantes que bailan boleros en salones iluminados por la luz verdes que emana del poder de Monserrate, muchachas del servicio clonadas, ecos de un mundo extinto expresado por indias de trenza y ojos rasgados que todavía sirven sopas calientes entre montañas azules que guardan  la visión del mar, serán recordados quizá dentro de 54 años en esta primera saga colombiana de ciencia ficción. Muchos de los tópicos aquí descritos por Fabio Martínez, serán, sin duda, una irrevocable realidad. Celebremos pues  este arrojo de la imaginación, esta suerte de privilegio, desde esta, nuestra llanura prosaica.

   

lunes, 7 de abril de 2014

Reseña a El desmemoriado: Distopía colombiana


El desmemoriado: Distopía colombiana


Por Sonia Nadezhda Truque


La literatura de ciencia ficción no es nueva en Colombia, hay obras publicadas desde finales del siglo XIX donde se dieron atisbos, historias que apropiaban descubrimientos tecnológicos, resultados de la Revolución Industrial. Autores como José Feliz Fuenmayor que publicó en 1928 la novela Una triste aventura de catorce sabios y José Antonio Osorio Lizarazo, Barranquilla 2132, intuyeron que esa literatura que parecía alejada de la realidad, que podría remitir a meras fantasías cobrarían gran importancia en años posteriores e intentaría abrirse paso en el devenir de la literatura colombiana, que ha sido atravesada por muchos momentos y movimientos, estudiados desde la academia. En este caso, su dificultad de afirmación ha tenido que ver con el desarrollo intelectual del país que durante décadas prefirió aceptar como obras nacionales solo aquellas que daban cuenta del regionalismo, de la violencia, del realismo mágico, del sicariato, de ciudades en crecimiento, con personajes inmersos en conflictos sociales o interiores, que logran captar la atención de lectores y estudiosos. Quizás, René Rebetez y Antonio Mora Vélez son los autores colombianos que han incursionado en este atractivo género, siendo más reconocidos en el exterior que en el país.

Portada de El desmemoriado
La novela de Fabio Martínez es otro logro y se suma a su posicionamiento literario. El desmemoriado (Editorial La Mirada Malva, España), su sexta novela, es heredera del grupo de autores de los 50, en Europa y Estados Unidos, como Arthur C Clarke, Paul Anderson, Isaac Asimov, Ray Bradbury, Aldoux Huxley y George Orwell, quienes con distintos recursos narrativos anunciaron la deshumanización, la irrupción de la tecnología en la vida cotidiana, el poder omnipresente de un mundo sin valores, una gran mente dirigente donde la abrumadora información aturde, desespera y alarma, por que, qué hacer con tantos datos que no se alcanzan a digerir. El tema que ha sido tratado por Noam Chomsky en sus ensayos sobre el control de nuestras vidas, cuando habla de que “La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la  granja como los otros animales” (cita tomada del libro de Chomski, Armas silenciosas para guerras tranquilas).

El argumento de El desmemoriado es posible leerlo desde esa perspectiva: El profesor Pitty Caballero Santos, está casado hace más de veinte años con Manzana Siachoque Tibaduiza. En ese momento él trabaja en la memoria Babel, “la compañía virtual más grande y próspera del planeta.” (...) “Para descansar del estrés que le demandaba su trabajo, Pitty quiso hacer una novela autobiográfica y futurista, situada en Bogotá, en el año 2068. Metió en el programa “Novel” las palabras claves: “Pitty” “Manzana” y “Memoria” y a los pocos fue apareciendo en su pantalla esta novela, que hoy, bajo la autorización de la gran matriz del mundo, nos permitimos reproducir íntegramente para los escasos lectores que quedan”.

La Bogotá de 2068 es una megalópolis que la protege de la lluvia ácida la gran marquesina de acrílico, creación del científico Goyeneche. La ciudad del futuro está claramente estratificada en dos zonas: la montaña mágica y zona llamada la Llanura prosaica donde habitan los desplazados, los indigentes, los que se descolgaron del sistema y los que huyen del sistema. Por lo demás, en sus calles se observan la gran masa de clones que desplazaron a los humanos, y grandes pantallas controlan los movimientos de todos. Los alimentos preparados son parte de la historia; ahora el Estado provee a los que acataron la orden de retirar su laptop y su código de acceso, de pastillas de diferentes sabores que contienen los distintos sabores de la gastronomía de la ciudad. Las relaciones interpersonales son cosa del recuerdo, todo hasta las relaciones sexuales responden a un programa controlado, es virtual.

Para el profesor Pitty el asunto es desconsolador: un profesor universitario que ha logrado muchos méritos académicos, publicado infinidad de artículos, libros, es impelido a guardar todo su saber en la memoria Babel y poco a poco su memoria se va perdiendo en ese esfuerzo. El Quijote es el único libro impreso que logra salvar del tsunami bibliográfico. Su mujer Manzana vende productos de belleza por catálogo (virtual) y es el polo a tierra de su marido que vive despistado por tantos baretos diarios de marihuana. La pareja es perseguida por no haber retirado sus equipos y ahora deben usar los que compraron ilegalmente; es un computador de un muerto. Hasta que son descubiertos y los condenan por suplantación indebida de identidad en la red; pero al final, los salva el gran apagón cibernético que se produce en la ciudad.

El desmemoriado es una bella distopía del tiempo que anunciara Aldoux Huxley y George Orwell, ambos anticipadores de un planeta tomado por el ciberespacio, dominado por lo mediático, controlado por los grandes grupos G7-G8, desesperanzador. El aprovechamiento que hace Fabio Martínez de su gran formación académica y sus búsquedas como autor, donde arriesga, se atreve y juega con la palabra, en esta novela es el resultado optimizado de otros de sus libros como Pablo Baal y los hombres invisibles (2003) y El fantasma de Ingrid Balanta (2008) donde evidencia que ha bebido en las fuentes de los fundacionales de la literatura fantástica y maravillosa que unen sus vasos comunicantes en la ciencia ficción.

La Calera 4 de abril de 2014

viernes, 28 de marzo de 2014

Cuando la imaginación nos acusa

Cuando la imaginación nos acusa. 
Sobre El desmemoriado de Fabio Martínez

Por Marcos Fabián Herrera

A Ray Bradbury  debemos que acuarelas  de fantasía nos hayan hecho reflexionar sobre la deshumanización de la ciencia  y el desvanecimiento de las fronteras éticas. El desenfreno  en la experimentación científica y la hegemonía de la técnica, nos ha recordado  vaticinios gestados en la fecundidad literaria: Un mundo panóptico controlado por un ojo ciclópeo que escudriña a los humanos sin empacho; urbes narcotizadas y sometidas al culto frívolo que imponen humanoides; y cuadrillas de hombres empecinados en incinerar todo vestigio libresco en la tierra, son apenas algunos de los atisbos que  la literatura ha osado en dibujar sobre los inciertos días del futuro.

Pero también los ensayistas han diseccionado el tema. Quizás una de las nostalgias más enquistadas en la reflexión contemporánea de los pensadores de la cultura sea la del acervo letrado que se diluye en medio del barullo de esta época sin asidero;  la supremacía del fragmento, la fugacidad del dato y la eclosión de alfabetos torpes y formatos multidimensionales, dejan perplejos a los cofrades de Gutenberg.

El Desmemoriado de Fabio Martínez, ficción de sangre Braudburiana, ha tenido como umbral un señuelo propio de la lúdica literaria: Una caja de pandora que se abre la noche del 19 de diciembre del 2012 cuando Pitty introduce en el programa Novel las palabras “memoria”, “Manzana” y “Pitty”.  Así,  obtiene la novela que la agobiante vida de empleado de la multinacional  memoria Babel le ha impedido escribir, y  surgen las 174 páginas de este artilugio  apocalíptico y crudo, premonitorio  y futurista.

Pitty Caballero Santos es un profesor de la universidad Nacional, que por sus habituales jornadas licenciosas, no llega a tiempo al lugar en el que se entregan las tabletas electrónicas que permiten el ingreso a la nueva sociedad virtual. Sometidos a las privaciones que genera  el carecer de este artefacto, él y su esposa, Manzana Siachoque, deberán sortear dificultades por ser seres confinados al ostracismo  y desterrados de la legalidad digital.

Si el pensamiento se extingue y la información se ensancha en las múltiples formas que posibilita los atavíos de la virtualidad, tendrá pertinencia preguntar, ante la desazón del profesor Pitty que pierde su bagaje cultivado con la pertinacia propia del intelectual decimonónico:
Para qué leer un libro si todo está sintetizado en Wikipedia; para qué pergeñar un buen verso si ya todo está escrito en la memoria de Babel y circula en la red; para qué dibujar un plano, una figura o un paisaje si existen miles de programas que hacen esto mejor tú; para qué traducir un libro si ya tienes miles de softwares que te lo traducen y lo  hacen mejor que tú; para qué crear una composición musical si la puedes bajar por internet; para qué pensar si existen miles de programas virtuales que piensan por ti, ahorrándote el camello intelectual de pensar. El pensar es un camello, que para poder atravesar el desierto de la ignorancia, tiene para ello dos gibas en su cuerpo llenas de agua.
Pero aún hay más: en esta novela de Fabio Martínez, escrita en clave de humor, rasgo característico de su narrativa, la urbe poblada de clones y escindida de la llanura prosaica, comarca marginal destinada a los pobres desprovistos de la sofisticación imperante, es el escenario en el que el amor deja de ser el sentimiento de mayor hondura humana para reemplazar el jadeo amatorio por el azogue de la pantalla del laptop. Si la máquina se ve empoderada de tal manera que hasta el contacto corporal se vuelve anacrónico, los Alfas, etnia virtual que propugna la extinción de los humanos y el triunfo de la inteligencia virtual, simbolizan los seres deshumanizados que ya se advierten en nuestros días. Por su parte los Betas, son hombres que pregonan el retorno a lo natural y sencillo, para así derrotar aquel mundo quimérico y ficcional, que un día se habían inventado para fortalecer, supuestamente, las comunicaciones interhumanas. 

Tendrá que sucumbir el omnímodo sistema virtual, retornar la primigenia  penumbra en la que un abrazo y un verso se permitan erizar de nuevo la piel, para que Bogotá, urbe controlada por el presidente desde su tótem de Monserrate, redescubra la gracia de lo elemental. Es por todo  ello que debemos leer esta novela, para reafirmar que de la literatura siempre sale el efluvio que anuncia los malestares del hombre, y que los raudos tiempos que corren nos convierten en marionetas de una orquestada comedia virtual.
Fabio Martínez


Si las buenas novelas han de llevar a los lectores a los entresijos del caos para develar los  espejismos, y los libros son el último refugio de quienes desdeñan la estolidez, El Desmemoriado de Fabio Martínez puede ser la primera pócima para beber antes de caer el embotamiento mental que enajenó a Pitty y lo condenó al automatismo de los zombis.