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miércoles, 19 de marzo de 2025

Ni se compra ni se vende. Reflexiones sobre el mundo actual

 


Nuevo libro de Mirada Malva

NI SE COMPRA NI SE VENDE. REFLEXIONES SOBRE EL MUNDO ACTUAL

Elviro Queda Todo

Colección Mirada Ensayo Digital n. 10

 ISBN-13: 978-84-124343-9-2

Que occidente está en decadencia lo llevan analizando pensadores como Spengler, Michel Onfray y otros desde hace tiempo. Y cada vez más filósofos, sociólogos y científicos nos describen una civilización (la nuestra) que va camino del colapso. Cómo hemos llegado hasta aquí, qué valores tenemos y cuáles hemos perdido, qué problemas existenciales nos plantea nuestro modo de vida y qué futuro nos espera por ese camino y, por fin, qué podemos hacer para tener una vida más armoniosa y feliz son preguntas a las que se enfrenta este ensayo, intentando buscar respuestas que nos permitan vivir mejor y enfrentar un futuro que puede ser distópico y difícil.

Descarga digital gratuita

viernes, 25 de octubre de 2024

Revista Ómnibus n. 75


Queridos amigos:

Ya ha salido nuestro número 75 de la revista Ómnibus con artículos sobre Literatura y Lengua, Reseñas y Novedades, Cine y Creación. Esperamos que disfrutéis de su lectura. 

Gracias a nuestros colaboradores y lectores por acompañarnos en este viaje cultural durante estos 20 años de vida de la revista.

 Equipo Editorial




lunes, 6 de noviembre de 2023

La lengua de viaje de Esther Andradi


Presentación en Barcelona del último libro de Esther Andradi: 


La lengua de viaje.  Ensayos fronterizos y otros textos en tránsito 


Buena Vista Editorial, Córdoba, Argentina, 2023
248 pp. Contrataportada de Nora Domínguez




Viernes, 10 de noviembre de 2023 a las 18:30 horas en c/de la Verge nº 10, Barcelona, España.

«En La lengua de viaje, Esther Andradi presenta un conjunto de textos autónomos que hacen del pulso de lo viviente una agitación de la escritura.

La lengua es eso que resta después del terror político, según las palabras de Hannah Arendt y a la que Derrida le añadió, la posibilidad de volverse loca como la madre. Locas de miedo y locas de atar, lenguas y madres, mareadas entre las idas y vueltas por países, tiempos, traducciones y acentos, resultan la ofrenda literaria de una escritora que fue y volvió de viaje, que va y viene muchas veces..

En este libro de ensayos, escritos en diferentes épocas,  vibran los avatares de  las vidas de escritoras y escritores migrantes, anécdotas singulares, los diferentes tejidos que probaron y fueron conformando bastidores de memoria. Así aparecen caminantes y viajantes; Herta Muller, Juana Manuela Gorriti, Helena Araujo, Sebald o Flora Tristán junto a los recorridos autobiográficos de la misma autora..

Andradi recoge experiencias, relatos, crónicas, pensamientos que marcaron su desarrollo vital e intelectual, y delimitaron, abultaron y le dibujaron huecos y grietas a su historia nómade, que vive inmersa en una lengua extranjera y escribe y publica en otra.

Un “vivir entre lenguas” como lo llama Sylvia Molloy, una bifurcación potenciadora. El tema nos interpela con fuerza por su radiación contemporánea. Las capas de la memoria se hojaldran, se vuelven foco expansivo o detalle y se recrean en las escenas  maravillosas del baile de una vieja traductora o en el grito de una niña afro-alemana, futura poeta, en la puerta de un orfelinato. Sí, un libro donde la escritura es protagonista. El sistema metafórico y su sintaxis se despliegan con rigor, maestría e intensidad afectiva. Muestran que la lengua nace allí en el grito doloroso del abandono, en su evocación, en la traición que sufre la paria, o en el músculo atento por seguir nombrándolos.» (De la contratapa Nora Domínguez. Colección Agalma). 

Los ensayos reunidos en La lengua de viaje completan su trilogía berlinesa, junto con la novela Berlín es un cuento y el reportaje literario Mi Berlín. Crónicas de una ciudad mutante.

miércoles, 28 de junio de 2023

Neodramatismo de Nicolás Lisardo


 Nuevo título de Mirada Malva:

Neodramatismo

Aequinoctium pater noster

Nicolás Lisardo

PÁGINAS: 330 
PVP: 22.5 € 
ISBN: 9788412434330 

[…]Nicolás Lisardo es un artista que no vive de certezas, sino que está constantemente interrogándose o, para ser más preciso, está sometido a un abismal auto-cuestionamiento trágico. […] Ensaya e incorpora, tanto en sus obras artísticas como en sus meditaciones filosófico-existenciales, el exorcismo, consciente de que hay que despertar al sueño, sin buscar la sublimación apolínea, entregándose a la turbulencia dionisíaca. En muchas páginas de este libro y, especialmente, en su capítulo final, aparece un tono de inculpación y, al mismo tiempo, una concepción aberrante del mundo. “Es el eco –escribe Lisardo– de la necesaria renuncia la única salvación para el mundo como promulgó Zaratrusta y aunque parezca que intente dar sentido a la catástrofe desde una visión introspectiva es realmente la muerte y el fracaso mi única escapatoria para poderme mostrarme límpido ante el pecado”. […] Neodramatismo es un ensayo que está atravesado por una suerte de Bildungsroman en la que podríamos jugar con la idea de que la “novela de formación” también implica cierta deformación.  Este creador intenta liberarse de ese “maldito yo” lo que le conduce a las cimas de la desesperación. No es, aunque en algunos momentos pueda parecerlo, un nihilista. Al contrario, rinde testimonio de cómo ha superado la demolición y ha dejado de lado el “carácter destructivo” […] Fernando Castro Flórez

domingo, 28 de noviembre de 2021

El imaginario de Lima y la ciudad moderna en los poetas vanguardistas peruanos


Publicamos con gran gusto esta nota de prensa de la excelente escritora e investigadora peruana Sylvia Miranda. 

Tengo el placer de invitarl@s a la presentación de mi libro El imaginario de Lima y la ciudad moderna en los poetas vanguardistas peruanos, publicado por la Editorial de la Universidad Ricardo Palma.

Participarán en la presentación el Dr. Ramón León Donayre y el Dr. Roberto Reyes Tarazona. Yo tendré la oportunidad de estar también de manera virtual.

El acto se realizará dentro del marco de la Feria del libro del Bicentenario. Parque Kennedy de Miraflores, el día martes 30 de noviembre, a las 18:00 horas en el Auditorio Chabuca Granda.

Les agradezco, de antemano, su presencia en este acto tan significativo para mí, así como toda la difusión que puedan dar al mismo.


 

martes, 23 de abril de 2019

Historia de la poesía argentina de Luis Benítez

Historia de la poesía argentina. Luis Benítez
Portada Historia de la poesía argentina. Luis Benítez
Acerca del ensayo Historia de la Poesía Argentina. De Luis de Tejeda al siglo XX

Por el Prof. Lic. Pablo Dema 
Universidad  Nacional de Río Cuarto 
Córdoba, Argentina

Historia de la poesía argentina. De Luis de Tejeda al siglo XX, de Luis Benítez. 

Córdoba, Argentina. Editorial Buena Vista, Colección Agalma (Dir. Alejandro Schmidt), 227 páginas.

Una brújula para encontrar un mapa o las coordenadas para llegar a la casa de un guía muy particular, algo así podría ser esta reseña. La causa es que la Historia de la poesía argentina que propone Luis Benítez  se anuncia como una “guía” (en la Introducción del libro) y como un “esbozo muy general y aproximado al fenómeno” de la poesía argentina (en la Coda) pero es un instrumento de observación al que haríamos bien en historizar a su vez ya que su lente, lejos de ser transparente, está confeccionada con el misma material que describe. Un acápite inicial echa por tierra la posibilidad de un descriptivismo neutral. La cita en cuestión recupera un comentario de Javier Magistris que denuncia la existencia de una historia “hegemónica” de la poesía argentina, la cual silencia y excluye voces no oficializadas. Ya estamos preparados, por lo tanto, para leer un trabajo crítico destinado a brindar una visión alternativa que habilite voces poéticas marginadas. Hay que tener en cuenta, además, que ese propósito no es formulado por un académico sino por un poeta que pronto define con claridad su perspectiva, fuertemente marcada por su pertenencia generacional (la de los poetas emergentes alrededor de 1980). Hechas estas salvedades preliminares y antes de ver en qué términos funciona la tensión entre historia hegemónica y alternativa de la poesía argentina, cumplamos con el rito de seguir los capítulos de esta historia propuesta, la cual tiene, por supuesto, un origen preciso pero bastante remoto.
Justamente, la primera elección que hace Benítez a la hora de historizar la poesía nacional es  separarla de la fundación jurídica del Estado y unirla al devenir de la historia cultural e idiomática de la Nación, privilegiando la cuestión territorial. Así, en el siglo XVI tendríamos ya a algunos “precursores” de la poesía argentina en autores como Luis Miranda de Villafañe y Martín del Barco Centenera (nacidos fuera del territorio de la futura República Argentina) y en el siglo XVII al fundador de una poesía “protonacional” argentina en la figura de Luis de Tejeda, nacido en Córdoba en 1604. Hay un consenso en considerar al autor de El peregrino en Babilonia como nuestro primer poeta y también lo hay en relación con el hecho de que nuestras letras estuvieron regidas inicialmente por los modelos españoles: el influjo de las figuras dominantes del Siglo de Oro durante la época virreinal primero y, seguidamente, las formas neoclásicas que rigieron las producciones del siglo XVIII y principios del XIX atadas temáticamente a las vicisitudes políticas, de las que nuestro Himno nacional es ejemplo privilegiado.
Seguidamente, en los concisos y ordenados capítulos que se suceden, Benítez repasa, apoyándose en estudios y antologías que ya son clásicas, los períodos de la historia cultural y poética argentina: la generación del ‘37 y la incorporación del Romanticismo en el Río de la Plata, la gauchesca (con su raíz popular y el antecedente de los cielitos patrióticos) y el Modernismo. Para referirse a la figura de Leopoldo Lugones como representante principal de esa corriente en Argentina, Benítez tiene que reponer la trayectoria del nicaragüense Rubén Darío y describir el complejo influjo de los parnasianos y los simbolistas franceses sobre su obra para mostrar cómo es que por primera vez un movimiento poético americano influyó sobre la poesía española. Esta operación deja en evidencia uno de los supuestos no enunciados del libro: la condición de posibilidad de la historización de un género en las fronteras de un país requiere su puesta en relación con lo que una autora llamó la “República mundial de la  letras”, cuestión que vuelve a quedar de manifiesto en los sucesivos capítulos en lo que Benítez describe el asentamiento de las vanguardias en el Río de la Plata. La palabra asentamiento busca reflejar la idea de que se trató de un fenómeno progresivo, primero preparado por una temprana visita de Vicente Huidobro en 1916 (el chileno presentó su manifiesto Creacionista en el Ateneo Hispano-Argentino) y después con el regreso a Argentina de Borges en 1923, luego de su periplo europeo y, particularmente, de la adopción de los lineamientos del Ultraísmo [...]

Fragmento de la reseña a Historia de la poesía argentina de Luis Benítez. El texto completo se publicará en el número nº 60 de la revista ómnibus, de próxima aparición.


lunes, 11 de marzo de 2019

El otro laberinto de Julio Carrasco Bretón




Primera aproximación crítica a El Otro laberinto [1], libro de ensayo del artista mexicano Julio Carrasco Bretón

Por Mario Wong
Escritor peruano

« L’hétérogénéité constitutive du réel se donne à nous sous le masque de l’unité, de l’unité homogène. Pour la perception superficielle, le masque est le réel même. Tomber le masque, c’est prendre le risque du vertige  (…) »
Moses Dobruska (*)
« Cuando llegamos a examinar las nociones fundamentales de nuestros políticos, descubrimos que esas nociones son, en gran parte, ilusiones. Se deduce de esto que la unión no es  si misma una buena cosa como tampoco lo es en si la separación. Es también absurdo tomar partido en favor de la unión  y/o de la separación, como estar a favor de subir una escalera o de bajarla ».
G. Keith Chesterton

El otro laberinto, Julio Carrasco Bretón
Portada El otro laberinto
I
El sugestivo título del ensayo de Julio Carrasco Bretón me  remitió a mis lecturas, allá en Lima (años 70-80s), de Octavio Paz. Me dije, Julio Carrasco se propone actualizar, de alguna manera, la problemática de lo que es el « carácter del mexicano » en el nuevo siglo, en esta otra etapa de la globalización, marcada por la quiebra de las identidades  y las tradiciones que acompañaron la formación de los estados-naciones.
A una pregunta que le hiciese, a Octavio Paz, Claude Fell sobre si podía « concebirse El laberinto de la soledad como un « décryptage » de los mitos mexicanos », él respondió: « … Yo creo que El laberinto de la soledad fue una tentativa por describir y comprender ciertos mitos; al mismo tiempo, en la medida en que es una obra de literatura, se ha convertido a su vez en otro mito » [2].
Bien, quiero abordar la problemática de la psicología del mexicano, en el siglo presente, a partir de uno de los « événement-mitos » que han marcado a la generación de Julio Carrasco, una generación rupturista, el del « 2 de octubre del 68 » ; sobre ésto Paz escribió:

« El carácter de México, como el de cualquier otro pueblo es una ilusión, una máscara; al mismo tiempo es un rostro real. Nunca es el mismo y siempre es el mismo. Es una contradicción perpetua: cada vez que afirmamos una parte de nosotros mismos, negamos otra. Lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue, simultáneamente, la negación de aquello que hemos querido ser desde la Revolución y la afirmación de aquello que somos desde la Conquista y aún antes. Puede decirse que la aparición del otro México o, más exactamente, de uno de sus aspectos. Apenas si debo repetir que el otro México no está fuera sino en nosotros: no podríamos extirparlo sin mutilarnos. Es un México que si sabemos nombrarlo y reconocerlo, un día acabaremos por transfigurar: cesará de ser ese fantasma que se desliza en la realidad y la convierte en pesadilla de sangre. Doble realidad del 2 de octubre de 1968: ser un hecho histórico y ser una representación simbólica de nuestra historia subterránea o invisible. (…) » [3]

Me interesa esto de la historia subterránea e invisible y subrayo también, en la cita (las itálicas son mías), lo del otro México que si sabemos nombrarlo y reconocerlo… ; en ese événement, traumático, que fue la matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco, se entrecruzaron los dos Méxicos: el México pretendidamente « moderno », desarrollado, y el México tradicional, « arcaico » (para utilizar el término, sesgadamente ideológico, al que recurre Mario Vargas Llosa, en su libro sobre el escritor peruano José María Arguedas). ¿Cómo interviene el « sincronismo », de esas dos historias (de esos dos Méxicos) en el presente siglo ? ¿Continúa a determinar, con las atingencias que hace Paz (sobre la máscara y lo real), el carácter de México, lo mexicano en nuestro mundo fragmentado ?

II
Sobre esto de la nación y la identidad, sobre la « fractura histórica », comienzo citando, in extensius (del capítulo intitulado « Dicotomía de la identidad nacional »): 

« …, en la identidad nacional del mexicano perdura un tajo histórico, que divide en dos su identidad y al mismo tiempo separa esas dos mitades, que deberían estar juntas para dar unidad al « ser mexicano » y por ende identificarse plenamente con su axiología de nación. Lo cierto es que no sucede así desde el mismo nacimiento de la patria, pues lo señala con tino la misma lápida dispuesta en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, plaza también de las tres torturas, de las tres masacres: la prehispánica, la de la Conquista y la del movimiento estudiantil de 1968; lápida en fin, que dice que ahí no hubo ni vencidos ni vencedores, que fue el parto doloroso de una nación.
Ese tajo histórico natal no ha cerrado plenamente, no ha terminado de cicatrizar en el subconsciente colectivo mexicano. La cicatriz no está concluida porque si fuera cicatriz… »[4]

Se requiere,pues, una especie de entendimiento « intespectivo » (Nietzsche), paradójicamente « fuera del tiempo », para entender el « secreto » de ese periodo histórico, la « razón » (de la sin razón) del México de esos años; a partir de descubrirle la fisura, la brecha, la « zona de riesgo », de vértigo, que nos aproxima al abismo, y que desde una « perspectiva oblicua » arroja una mirada única  sobre ese tiempo, esa época [5].
No hay identidad que no sea problemática en el mundo globalizado del capitalismo, neoliberal, distópico; en el que la dinámica de las desterritorializaciones coexisten y/o se apoyan con las intervenciones siempre más autoritarias del poder del Estado y de sus aparatos de dominación. Julio Carrasco, en el Corolario a El otro laberinto, constata: « …México está hoy sumergido en la atopía y la anomia; la utopía al alcance de su consciencia hoy también la tiene secuestrada la Iglesia, entre otras instituciones aliadas al poder. Por ello es que no se contempla un futuro viable para nuestra patria como país de justicia, probidad y equidad » [6]. ¿Qué ocurrió para que esto último no sea posible? Ese es el trabajo de examen de la psicología del mexicano, emprendido por Carrasco en este ensayo, para poder diagnosticar el mal que corroe su país (y en el que encuentro más de una similitud  y/o coincidencia con las realidades de otros países del Hemisferio Sur). En este ensayo escribe, sobre la esquizofrenia social que, como una enfermedad endémica, ha contagiado a todo el país; y cito seguido : « La esquizofrenia social es un padecimiento colectivo en todos los componentes de la sociedad mexicana, sean estos gobernantes o gobernados. Ambos sectores padecen de esta disfunción psicológica, en términos de acciones sociales y políticas; ambas partes no quieren o están incapacitadas para entender, valga la expresión, la verdadera realidad del país. Realidad lamentable, pero susceptible de ser transformada. El común de los mexicanos no quiere ver dicha realidad y mucho menos ser participe de su transformación, tal como si fuera una atmósfera mental permanente de autismo hacia la política de injusticia, inequidad e impugnidad que prevalece » [7].
Esta problemática de la identidad, de la fragmentación du réel (de la no-cohesión, de la antropofagia social), está marcada por el estigma racial que impera en México desde la Conquista. Retengo la opinión de Julio Carrasco Bretón, sobre un cuadro de Alfaro Siqueiros, cuya imagen para él sintetiza « la condición existencial del ser mexicano »; cito, otra vez, in extensius:

 « Cada vez que contemplo el cuadro del rostro de Siqueiros me estremezco, por la fuerza pictórica de este genio del muralismo mexicano y maestro nuestro. Ese cuadro que tiene un rostro de piedra y dos manos en perspectiva, que visualmente reclaman a quien contempla la pintura la ausencia metafórica de la identidad, nos ilustra el drama del rostro de piedra, del no rostro, de la ausencia de identidad, o de asumirla con conocimiento de causa, o por qué no decirlo, de aceptación de nuestro pasado de parto sangriento de nación para considerarnos como mexicanos. Rostro de piedra, frío, informe, sin vida, herencia volcánica. « Rostro no rostro » por ser cabeza de piedra que no obstante, gesticula con los brazos y las manos abiertas pidiendo…, esperando recibir algo» [8].

… y el párrafo antepenúltimo - a esta parte (de los inicios de este libro), intitulada « Herencia de vicios coloniales »- sobre el verbo « chingar », considerando la hipocresía y la tolerancia, que se entremezclan, y la relatividad del respeto y las consideraciones sociales, cita a Paz: « … Extremadamente lúcido, Octavio Paz nos brindó las coordenadas gramaticales de un mapa psicológico del mexicano, donde existía una poliangularidad del verbo chingar. México se caracteriza por tener una población que se chinga mutuamente: el jefe medio le paga al empleado (o sea que se lo chinga), y el empleado simula que trabaja (o sea que se chinga al jefe, « trabajando a medias »). Por ello, podemos concluir que en el fondo no sólo todos se chingan, sino que han chingado a la nación en su conjunto, permitiendo a su vez que de afuera los imperios modernos nos chingen como nación »[9]. Y debería concluir yo, (mi lectura de) esta parte señalando que lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 fue « una verdadera chingadera », y (pero…, antes) me atrevería a preguntarle (…, con una cierta aprensión) a Carrasco, si es que podríamos decir que en ese ritual sangriento de la plaza de Tlatelolco, una tragedia (y no hay que olvidar que Paz renunció a su cargo de embajador en la India [10], el gobierno de turno, de Díaz Ordaz, del PRI chingó al pueblo mexicano.

III
Recurro aquí, en esta parte final, a la reflexión que Julio Echeverría, compatriota de Carrasco, hace sobre la fórmula « dialéctica negativa » o « dialéctica en suspenso » de Teodoro Adorno, uno de los grandes teóricos de la Escuela de Frankfurt; se trata de mantener el espacio de la crítica, como forma de conocimiento, al mismo tiempo que se denuncian las síntesis en términos, valga la redundancia, de « totalidades totalitarias » (no está demás mencionar, que para Adorno se trataba de pensar después de Auschwitz; « hay que pensar, decía Adorno, de manera que Auschwitz no se repita »).
« La humanidad -escribía Adorno- ha debido someterse a un tratamiento espantoso para que naciese y se consolidase el yo, el carácter idéntico, práctico, viril del hombre, y algo de todo esto se repite en cada infancia. El esfuerzo por mantener unido el Yo pertenece al yo en todos sus estadios, y la tentación de perderlo ha estado siempre asociada a la ciega decisión de conservarlo… La angustia de perder el Yo, anulando así la frontera entre éste y el resto de la vida, el temor de la muerte y de la destrucción, está estrechamente ligado a una promesa de felicidad que ha amenazado constantemente a la civilización ». « Por detrás -y esto corresponde a la reflexión de Echeverría- surge entonces una doble denuncia del carácter « total », diríamos « fuerte », de la dialéctica. Por un lado, la dialéctica como razón cumple la función de sustituir o compensar la debilidad del yo; por otro, el pensamiento y la primacía lógica de la identidad no son sino la otra cara de la subordinación que la sociedad exige a « cada quien ». Un poder de unificación y de cohesión que termina por sacrificar a la individualidad, por « deteriorarla », en cuanto supone la expulsión de todos aquellos elementos que están demás en la propia economía  identificatoria del sujeto ».
Julio Carrasco Bretón
Julio Carrasco Bretón
Y concluyo esta nota crítica, ya bastante extensa, con el siguiente párrafo de la reflexión de Echeverría, por lo que concierne al común, al individuo y a la problemática de la identidad (en referencia al proceso cultural y civilizatorio, en México), sujetos de los cuales he tratado de ocuparme en esta mi primera aproximación a El otro laberinto:

« La dialéctica en Adorno se revuelve contra si misma. La « vida deteriorada » del individuo se opone a la sobrepotencia del Sistema. Pero a su vez, el poder del Sistema se asienta en la debilidad del individuo, que es vista como incesante búsqueda de socialización, de comunidad. Pero en la débilidad y en el « deterioro » está la capacidad de resistencia y de modificación del Sistema. Solo el individuo o pequeñas agregaciones, pueden oponerse al poder y a sus formas en una dinámica en la cual su reducido peso cuantitativo se compensa con la enorme carga simbólica de su impugnación. Impugnación que es tal justamente porque alude a otras posibilidades de agregación que no están presentes en el programa sistémico, o que en su defecto no logran ser « integradas » o introducidas en él, y cuya presencia implica de todas maneras la posibilidad de « modificarlo » (11). Y esto me permite reconocer el carácter transgresor, de impugnación del Sistema, y también de transformación social y política que tuvo el 2 de octubre del 68 en México (y los otros movimientos événementiels como el mayo francés, del mismo año, y la « Primavera de Praga »)[11].

París-Montmartre, 19 de febrero del 2019.
.

(*) Prefacio al libro Fragmenter le monde, del psicólogo y psicoterapeuta Josep Rafanell i Orra.
P.S., esta nota crítica la escribí para la presentación de El otro laberinto, en el Centre Culturel du Méxique, París, el 6 de marzo último; por cuestiones de tiempo sólo fue posible que mi exposición se limitase a la primera parte, y a algunas menciones rápidas de la segunda. Es esto lo que me lleva a publicarla completa. 


[1] Julio Carrasco Bretón, El otro laberinto. Ensayo sobre la psicología del mexicano en el nuevo siglo, México DF, Grupo Editorial Canzontle, 2018.
[2] Claude Fell, « Vuelta a El laberinto de la soledad (Conversación con Octavio Paz) »; In: Octavio Paz, Pasión Crítica, Barcelona, Ed. Seix Barral, 1985, 1990, p. 110.
[3] Octavio Paz, El laberinto de la soledad, Madrid, Eds. Cátedra, 1993, 2012, p. 391.    
[4] Julio Carrasco Bretón, Ob. Cit., pp. 121-122.
[5] Véase Ilan Stavan/Juan Villoro, El ojo en la nuca, Barcelona, Anagrama, 2014, p. 40. Y agrego yo que Peter Sloterdijk, en uno de sus libros, sobre un cuadro de un artista coreano, en que el yin y el yan, aparecía atravesado, de derecha a izquierda, por una cuña, la que rompía las viejas armonías asiáticas (el tao), sostenía que testimoniaba, así, una experiencia catastrófica del mundo, en la cual no se puede adicionar l’Un et l’Autre en una unidad superior. Y que resultaba inquietante y reconfortante, al mismo tiempo, ver como el artista coreano había llegado al límite de la mentira holística: la fractura atravesaba la imagen del Tao mismo. Ciertamente, el círculo y la cuña formaban una nueva estructura, « pero esta estructura se hallaba delante de nosotros, como algo que se había -¿acaso para siempre ?- fragmentado, dislocado, mutilado. En la pintura, ni el círculo del tao, en otro tiempo armonioso, no podía integrar la cuña gris que lo atravesaba, agresivamente, ni la cuña llegaba a alienar, desde luego, las mitades del círculo, la una respecto de la otra, volviendo, así, irreconocibles los antiguos ajustes. Sin embargo, aunque separadas violentamente, ellas podían recordarnos que una comunidad partida podría expresarse, también, en un mundo que se deteriora. (…)  » (P. Sloterdijk; la traducción es mía).
[6] Ob. Cit., p. 169.
[7] Ob. Cit., p. 79.
[8] Ob. Cit., pp. 57-58.
[9] p. 58.
[10]  « …En 1968, después de la matanza de Tlatelolco -dice el escritor mexicano Juan Villorro- hubo una ruptura entre los intelectuales y el poder, pero un par de años después el presidente Echeverría lanzó la «apertura democrática» y muchos escritores se precipitaron a apoyarlo con Fuentes a la cabeza. Lo que me interesa destacar es que nunca ha quedado muy claro cual es el sitio de la independencia. Lo único que le faltó al PRI fue fundar un fideicomiso de apoyo a la disidencia, para controlarla desde dentro ». (Véase Ilan Stavan/Juan Villoro, Ob. Cit., p. 69). 
[11]  (11) Julio Echeverría, « Las rupturas postmodernas y la temática de la identidad »; In: N. Lechner, W. Schmidt, B. Echeverría, J. Hernandez, G. Vattimo, G.E. Rusconi, M. Ferraris, J. Echeverría, Debates sobre Modernidad y postmodernidad,  Quito, Editores Unidos Nariz del Diablo, 1991, pp. 180-181. Solo añado, a esta nota final a pie de página, por lo que concierne a la impugnación, de la revuelta (y el jugement del sujeto), el primer epígrafe (de un capítulo inacabado con el que debía concluir La Vie de l’esprit, libro póstumo de Hannah Arendt, sobre el análisis de la actividad de juzgar), que es un verso de Lucain, de La Pharsale (I, 128): « La cause victorieuse plaît aux dieux mais la cause vaincue plaît à Caton. » (el segundo epígrafe es un citación del Fausto de Goethe. Ver « Endurance du thaumazein et carence de jugement », Cap. VI del libro de Jacques Taminiaux La fille de Thrace et le penseur professionnel. Arendt et Heidegger, Paris, Éds. Payot, 1992, p. 212). 

domingo, 17 de diciembre de 2017

Ayllu Orkopata vs. Ayllu Trilce

Ayllu Orkopata vs. Ayllu Trilce

Por Pedro Granados


En principio, este breve ensayo nace como una reseña al libro de Elizabeth Monasterios Pérez, La vanguardia plebeya del Titikaka.  Gamaliel Churata y otras beligerancias estéticas en los Andes (La Paz, Bolivia: IFEA/ Plural, 2015).  En específico, nos ocupamos de la polémica entre Gamaliel Churata (Grupo Orkopata) y la poesía de César Vallejo ventilada allí por Monasterios –la “Introducción”, el “Capítulo III” titulado “La diferencia vanguardista del Boletín Titikaka” y referencias o alusiones desperdigadas en varios otros pasajes de su libro–.  Debate bien documentado y formateado, el que establece Monasterios, aunque para nada simple o transparente; sino, por el contrario, demorado, complejo y sinuoso.  Lo cual, precisamente, nos llevó a pasar de la reseña a la elaboración de un texto algo más amplio.  En general, la autora intenta llevar de modo un tanto apresurado agua para su molino el cual, entre otros sugestivos argumentos, consiste en exponer las bondades –o, más bien, “beligerancias” descolonizadoras– e incluso preeminencia –a nivel regional– de la “poética” de Gamaliel Churata sobre la de César Vallejo o, de lo que hemos denominando aquí: Ayllu Orkopata vs. Ayllu Trilce.


jueves, 7 de diciembre de 2017

La distancia que nos separa de Renato Cisneros

La « leyenda » del padre (*) en La distancia que nos separa (1)


Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.
Juan Rulfo

Muchas cosas sabe la zorra, pero el herizo sabe una sola y grande.
Arquíloco

A Carlos Quiroga, « Che Calito »
& también a Hernán Rivera, mi « cousin »

Por Mario Wong
Escritor peruano

La distancia que nos separa, novela « no-ficcional » del escritor peruano Renato Cisneros, por su propio carácter de búsqueda, de investigación sobre el « lado oscuro familiar » (podría decir del árbol genealógico de los Cisneros), en forma más precisa del Gral. E.P. Cisneros Vizquerra, el « Gaucho », uno de los militares más controvertidos (quien fuese ministro del Interior, durante la dictadura del Gral. Morales Bermúdez y de Guerra, en el 2° gobierno del arquitecto F. Belaunde) de las últimas décadas de la historia política del Perú, al comenzar a leerla hizo que, inmediatamente, recordase de otras novelas, para distinguirla, cuya temática es la presencia (o ausencia) del padre ; por sólo mencionar dos de ellas, que me vinieron a la mente, Pedro Páramo de Rulfo y Los ríos profundos de J.M. Arguedas. Me pongo a pensar, ahora que escribo, que le encuentro más de una cercanía, (con todas las distancias que las separan) con esa « novela total », de M. Vargas Llosa, que es Conversación en la Catedral, en los sombríos tiempos de la dictadura de Gral. Odría: las líneas de la historia peruana del militarismo y de persecuciones políticas se entrecruzan y…
La intranquilidad del hijo, es parte de la « carga » (aunque hablé, él, de una « vida libre »; en la presentación de la Ed. de la novela al francés, en la Maison de l’Am. Lat.)-después de la muerte del padre, en 1995- se respira en la voz narrativa ; y determina, también, su proyecto escritural de exilio. Cito : « ¿Cómo sé que lo que mi padre me transfirió no le fue transferido? ¿Su hosquedad y hermetismo eran propios o le fueron implantados antes que naciera? ¿Su melancolía era realmente suya o era el rastro de algo superior y anterior a él? ¿De qué subsuelo ancestral salía su coraje? ¿De dónde provenía su arrogancia? A menudo culpamos a nuestros padres por defectos que creemos suyos sin pensar que quizá sean fallas geológicas, fallas de origen: úlceras que han estado durante siglos y generaciones sin que nadie haya hecho nada por curarlas, podridas estrellas de mar que llevan centurias… » (2). Y el « secreto del mal » (R. Bolaño) -como la historia de « yo, hijo de Eichmann »- podría ser una mise en abîsme, de nunca acabar (para dar cuenta del caos de la realidad; como si lo que encontrásemos nos condujese, siempre a otra cosa y otra cosa, y constatásemos que el infinito es cierto, tan cierto como puede ser el infierno que…). Pero, no, el narrador se fija límites:
« Si quiero entender a mi padre debo identificar nuestros puntos de intersección, iluminar las zonas oscuras, buscar el contraste, resolver los acertijos que con el tiempo fui abandonando. Si consigo entender quién fue él antes que yo naciera, quizá podré entender quién soy ahora que está muerto. En esas dos titánicas preguntas que se sostiene el enigma que me obsesiona. Quién era él antes de mí. Quién soy yo después de él. Ese es mi objetivo sumario : reunir a esos hombres intermedios » (3)

Entre Escilla y Caribdis (de la leyenda y la desmitificación del padre), pregunta en medio de la devastación por su desaparición
Pueden haber pasado veinte años (veinte años no son nada, como en el tango) desde el entierro de tu padre, sin que sientas los estragos de su ausencia, de pronto el malestar irrumpe y te lleva a preguntarte, a buscar información, y captas, poco a poco, « que eso que te han dicho durante tantos años respecto de la biografía de tu padre no te convence más. O peor: captas que lo que tu propio padre decía sobre su biografía ha dejado de parecerte confiable. Las mismas versiones que siempre sonaron certeras, suficientes, se vuelven confusas, contradictorias, no encajan, colisionan estrepitosamente con las ideas que la muerte de tu padre ha ido fraguando en tu interior en el transcurso del tiempo, y que una vez puestas de manifiesto son como un sólido islote que tiene en ti a su único naufrago » (4) Así, pues, sólo « la muerte -inflamando tu inquietud, incrementando tus dudas- te ayuda a corregir las mentiras que escuchaste desde siempre, a canjearlas, no por verdades, sino por otras mentiras, pero mentiras más tuyas, más privadas, más portátiles… » (5) Pero, es imposible que dichas mentiras (« ficciones » para si mismo) quepan, por decirlo, en una de las « valises portatives » de Duchamp.
En medio de la devastación que ha producido la desaparición del padre, el narrador recurre a una fotografía y a las ficciones literarias; ahí aparece La invención de la soledad, novela de Paul Auster; el azar de la aparición de la foto (de él, niño, y su padre, empinado sobre sus hombros, al pie de la piscina de su casa en Piura, en 1981) entre las páginas de dicha novela, mientras la leía el 2006. Cito in extensius
« …, reparé en la foto. Estaba allí, dentro de la órbita de mi mirada. En dos pasajes de la novela –volúmenes siete y ocho de la sección Libro de la memoria-, Auster relata las proezas marinas de dos personajes que llevan a cabo una íntima búsqueda del padre: Jonás y Pinocho. Uno bíblico, otro literario. A ambos ya les guardaba una simpatía anterior : aplaudía que se rebelaran contra su naturaleza, que aspiraran a ser más de lo que estaban llamados a ser. Jonás no quería convertirse en un profeta cualquiera. A Pinocho no le bastaba con encarnar a un muñeco solamente. Jonás reniega de la misión que Dios le encomienda -ir ha predicar entre los paganos de Nínive- y huye de su presencia embarcándose en una nave. En medio de la travesía se desata una gran tormenta. Jonás sabe que la tempestad es cosa de Dios y pide a los marineros que lo arrojen al mar para que cese la crispación de las aguas. Así lo hacen. La tormenta se detiene y Jonás se hunde, yendo a parar al vientre de una ballena donde permanece tres días. En medio de los ecos ululantes de esa soledad Jonás reza por su vida. Dios oye sus oraciones, perdona su desobediencia y ordena que el pez lo vomite en una playa. Se salva. Otro tanto ocurre con Pinocho. En la novela de Carlo Collodi, la barca de Gepetto es volcada por una ola enorme. Casi ahogado, el viejo carpintero es arrastrado por la corriente en dirección a un gran tiburón asmático que lo traga « como un fideo ». El valiente Pinocho busca a Gepetto sin desmayo. Una vez que lo encuentra, lo carga sobre sus hombros y espera a que el tiburón abra la boca para escapar nadando en medio de la oscuridad de la noche. Jonás es rescatado de las aguas por su padre. Pinocho rescata a su padre de las aguas. Auster se pregunta o yo me pregunto: ¿Es verdad que uno debe sumergirse en las profundidades y salvar a su padre para convertirse en un hombre real? Desde que leí La invención de la soledad, la foto de Piura ya no es solo la foto de Piura. Es una foto fetiche, de esas que son tomadas en una época, pero cuyo verdadero significado nos llega mucho después. Ahora comprendo mejor el ritual de ese niño de cinco o seis años que se sumergía de aquel modo extraordinario. Cada vez que observo la foto, ese niño me da la misma misión ineludible. Lánzate al agua. Busca a tu padre » (6)

La distancia que nos separa, o ¿de la « banalidad del mal(7) »? Ver « lo que más de las veces no se quiere ni mirar » (R.B.)
Hay una historia de la monstruosidad, de la infamia del horror, que las más de las veces no se quiere ni mirar. Así ha ocurrido con el nazismo -sobre todo, después de la derrota de Alemania en la 2a Guerra Mundial- y de los nazis en fuga (a través de las redes creadas por miembros del Vaticano), principalmente hacia los países del Cono Sur; y ahí están las sangrientas dictaduras militares en Chile (1973) y en Argentina (1976), que convirtieron dichos países en verdaderos campos de concentración. Eso ocurrió, también, con la « guerra sucia » para enfrentar a las huestes armadas de Sendero Luminoso, en el Perú de los 80s. Las líneas europeas de la historia del horror se entrecruzan con la de los países de Latinoamérica (sin que exista un tiempo compartido, en común, y continuidad en su transcurrir que permita el « ensamblaje » de esas distintas historias, dispersas y específicas a cada país, pueden encontrarse, en forma precaria, en una especie de juxtaposición -como si de un puzzle por armar, o de varios se tratase, y siempre han de faltar piezas- de experiencias, y de cierta confluencia de los pasados de cada uno de ellos).
El Gral. EP Cisneros Vizquerra estuvo directamente involucrado -en los cargos oficiales que ocupó- en la brutal represión de los movimientos políticos-sociales del año 77, en el secuestro y desaparición del militante Montonero Carlos Alberto Maguid (perseguido, en su país, por los grupos paramilitares de la « triple A »), dentro de la aplicación del « Plan Cóndor », esto durante el régimen de Morales Bermúdez, y años después, ya en el segundo gobierno de Belaunde, representó la línea dura -que fomentó la denominada guerra sucia- para enfrentar a la subversión. Nada de esto, que es parte de la historia de la infamia, se oculta en La distancia que nos separa; Renato Cisneros, el autor, ha investigado los pormenores de los actos en que su padre jugó el rol del villano (ahí esta la mención de fotos en que aparece con Videla, Viola, Bordaberry, Kissinger u otros; algunos de ellos miembros de su promoción, en la Escuela Militar en Argentina; y también se menciona sus relaciones con los secuestradores posteriormente a la visita de Videla a Lima; la captura y desaparición de Maguid que ocurre en ese periodo, casi al mes de la visita del presidente Argentino).
… Y es también parte del horror (« Hotel California (666) », The Eagles, 1977,y ahí estaba la presencia de la guerra del Vietnam -el « Nixoncidio », Apocalipsis Now-, …I hear the mission bell / And I was thinking to…, y aquí tú eres prisionero / de tu propia invención…, tú puedes salir cada vez que quieras, / pero nunca puedes irte!…; ocurre, y ha ocurrido, no sólo en países como el Perú, sino…), que mientras todo eso sucedía (y ese es el lado oscuro de la historia, de…) la vida de su familia, era el propósito del Gral. Cisneros, que transcurriese como si ella estuviese « protegida » (de la violencia del mundo y de sus vanas y locas pasiones) por una urna de cristal. Y es su muerte, lo que hace que « ésta » -ocurre (y lo creo)- se requebraje en mil pedazos…; « tardíamente » (las comillas son porque nunca es tarde, y las cosas ocurren cuándo y cómo deben de…) ; pero, en relación a esa « modernidad tardía » peruana, en relación a…, al desastre, a la desvastación de una generación…, ahí están mayo del 68, el asesinato de estudiantes en México, plaza de Tlatelolco, también ese año, y la represión en los mismos países del Cono Sur, en los 70s… y como si fuesen (fuésemos) astillas a la deriva, después de la tormenta desatada,…
 « Hay algo peligroso en descaminar el tramo ya cubierto para regresar sobre aquellos años de estructura y mansedumbre familiar. Años en que dábamos por sentado que, al menos dentro del reino insular que parecía ser la casa de Monterrico, nada cambiaría lo suficiente como para amedrentarnos. Años en los que uno hasta podía soñar con ser poeta » (8) –escribe Renato Cisneros, y la literatura, después de todo, de la desvastación que pueda haber significado la muerte de su padre (9), ha sido más que un simple recurso -« ad mortem, inimicus! », lapsus verbal, fatal, mío (contra el espectro del padre, que no es el de Hamlet)-, pienso, para « reconstruir » al padre desaparecido. Cito: « Cuánto del predicamento de mi padre se ha desvanecido desde el 15 de julio de 1995. Cuánto puedo realmente recuperar en este ejercicio ansioso y quizá improductivo de ir preguntándole a los demás lo que saben o recuerdan. Ese material jamás alcanzará para reconstruir a mi padre y, sin embargo, sigo buscando las piezas desperdigadas, como si fuese posible restituir el modelo original. Aunque más que restituir, la palabra sería engendrar. Aquí he engendrado al Gaucho, dándole su nombre a una criatura imaginada para convertirme en su padre literario. La literatura es la biología que me ha permitido traerlo al mundo, a mi mundo, provocando su nacimiento en la ficción » (10). Me pregunto, para concluir este « artículo-reseña », si la « verdad de las mentiras » (M. V.Ll.), la ficción, para dar cuenta de lo monstruoso (y el Perú de las últimas tres décadas del S. XX lo ha sido; y la « memoria » de lo qué ocurrió no es el propósito de Renato Cisneros), y entonces dudo,… Y me digo que la literatura no está para hacer que nos acordemos de nada, y que ya el escritor ha tenido el coraje de…

París-Montmartre, 27-29 de septiembre del 2017.

(*) He recurrido al título de la primera novela de mi amigo « Clark-Chimbote », el escritor Miguel Rodríguez Liñán.

Notas :

(1) Renato Cisneros, La distancia que nos separa, Lima, Ed. Planeta, 2015.
(2) Ob. Cit., p. 36.
(3) Idem.
(4) Ob. Cit., p. 35.
(5) Ob. Cit., p. 36.
(6) Ob. Cit., p. 49; sobre la foto véase pp. 48-49.
(7) Sobre la « banalidad del mal » -las « ideas fijas » y prejuicios ideológicos, en tiempos de crisis (cuando lo que se requiere es una visión y una respuesta política innovadora), la filósofa política, judía-alemana, Hannah Arendt sostenía que « Una crisis se vuelve catastrófica cuando nosotros respondemos con ideas fijas (preformed judgements), esto es con prejuicios. » (La crise de la culture, París, Éds Gallimard, 1972, p. 225; traducc. mía); sobre esta frase Annabel Herzog escribe: « Qu’est-ce qu’un préjugé ? C’est une réponse qui a été pensée indépendamment des conditions particulières dans lesquelles on se trouve, c’est-a-dire qui a été élaborée dans d’autre contextes, ou même, dans aucun contexte. Une réponse ancienne, dit Arendt, peut parfois être adéquate à une crise nouvelle. Un préjugée, en revanche, est une réponse formulée dans l’absolu -ou dans le vide- sans rapport avec la réalité, sur la base d’axiomes idéologiques, des superstitions, de peurs, de normes intuitivament établies en lois, etc. Lorsqu’on se trouve dans un situation politique, c’est-à-dire une situation dans laquelle il faut innover, et que l’on réponds au besoin d’innovation par des préjugées, on détruit la politique. La crise est donc un moment qui peut basculer dans l’action politique, ou dans la catastrophe. » (Véase, Annabel Herzog (Coord.), « Arendt et la banalité de la crise »; In : Hannah Arendt. Totalitarisme et banalité du mal, Pari, Presses Universitaires de France, Débats philosophiques, 2011, p. 112).
(8) Ob. Cit., inicio del Cap. 10, p. 165.
(9) « …Mi padre se había encargado que todos orbitemos alrededor de él, y esa dependencia era tan absoluta y crucial que nadie… el desastre que…Yo asociaba mi futuro con su presencia física y tenía asumido que seguiría viviendo con mis padres y hermanos en la casa de Monterrico hasta el fin de los siglos. Su muerte marcó el fin de los siglos, y cuando sucedió, cuando nos cayo el mazazo sin que estuviésemos preparados, el dolor fue posterior al desconcierto. Bastó con mirarnos al regreso del entierro, cuando todos los parientes y amigos ya habían desaparecido, para descubrir… El mundo desapareció, llevándose todo su sedimento de certezas… » (Ob. Cit., véase las pp. 194-195).
(10) Párrafo final del Cap. 11; Ob. Cit., p. 195-196. Y continúa: « Hoy no eres un recuerdo, sino el fragmento de un recuerdo que me ataca en suaves ráfagas. Que graniza sobre mí. » (Inicio del último Cap., p. 96).