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domingo, 12 de marzo de 2017

Poemas de DIMITRIS LYACOS

Poemas de Dimitris Lyacos
Dimitris Lyacos


Fragmento de POENA DAMNI. Ζ213: EXIT de Dimitris Lyacos


Traducción de pasajes selectos 
por Javier Aldabalde y Marcelo de Maio 






I

El sol deja la estación te persigue, sube, se mueve frente a ti, encuentra dónde habías estado, busca, allí o en otro lugar, en las fachadas grises que no te reconocen, qué recuerdas del camino que se perdió, vuelve a una esquina siéntate un rato, y una vez más, los caminos que estás cambiando, horas que vagaste, ancianas que te miran a través de la ventana se agrandan achican caminas sin salir a ningún lado, los caminos se ensanchan estrechan tuercen bajo tus pies se elevan suben otra vez, te levantas sientas avanzas un poco más, preguntas a alguien, entras, iglesia llena, habrá muerto alguien, descansas un poco, rodillas cerradas, ojos cerrados, recuerdas algo sales otra vez, otros contigo, la campana, el botones que abre la puerta, entras detrás de ellos hasta el final del corredor, luego en la derecha y subiendo las escaleras, lentes gruesos, y una mancha roja bajo su nariz, él no te prestó atención ni te tomó por otra persona, cómo haría para reconocerte mirando desde la luz a la oscuridad, o no ve bien, sube las escaleras, hasta arriba, acuéstate, cúbrete, es demasiado temprano para dormir. Tienes frío, cúbrete, te acurrucas, tiemblas, te tiras, de pies a cuerpo a manos un líquido pegajoso te cubre, te tomó por alguien más y te dejó entrar, quién más vive aquí, te cubre, te despiertas en un sueño, vacío, ojos que se abren y nos separan otra vez, no puedes tirarla hacia ti, te levantas, te caes, tienes sed, te despiertas por agua, siempre la misma historia, qué hora es, las luces afuera, cuenta cuántas encendidas cuántas apagadas, el yeso cansado arriba esperando, como una cucaracha, solo y quieto como una cucaracha, buscando aquí y allá un lugar tibio para esconderse, sudas, del calor, el techo baja hasta tus pies la ventana baja hasta tus pies, desde allí qué puedes ver, solo cielo, cielo sin nada, nada sobre los techos, de tus pies hasta tus rodillas, te levantas sales al corredor, las otras habitaciones vacías también, salvo donde se escucha el dormir, vuelves a tu cama ojos abiertos hacia la oscuridad esperas en la oscuridad para dormir.

(…)



  
II


Subimos. Una escalera detrás de los baños, verticales casi, apenas si podía ver algo más, seguía casi a ciegas. Como una ola alzándose, un suspiro. Como si no hubiera sido real hasta que entramos y ella cerró la puerta. Silla, cama, no veía nada más, se apiñaron alrededor mío. Ella corrió la cortina, la cama cedió, la silla para sostener mis pantalones por un momento. Boca entreabierta. Boca entreabierta sobre mí. Ella me tomó me senté a su lado me recliné ella se subió arriba abrió tomó mi mano y la metió para tocarse entre sus pechos. Su mano en el medio separando los pelos. Me levanté un poco para tocarla, caí de nuevo, su boca en mí. Ella chupaba demasiado fuerte, la silla, dondequiera que podía, cerraba los ojos, todo se nublaba y disolvía, no podía aguantar, yo cerraba los ojos para calmarme por dentro, ni siquiera ahí dentro, ella chupaba demasiado fuerte, demasiado rápido, nada, yo no podía, nada salía. Ella jadeaba, su aliento entre mis piernas. No podía ver para afuera. La cortina que había tapado la luz del cielo. Ola parada. Ella se sentó, me tocó hacia arriba y abajo. Pensé que había visto un dedo de más en la palma de su mano. Fuerte, demasiado fuerte. Me lastimaba. Intenté fijar mis ojos en su boca. No pude más, me paré. Su mano sobre mí, me senté de nuevo a su lado, ella empezó otra vez, con su mano batiendo y apretando, mi mano tendida sobre sus pechos pesados sin pezones estómago sin ombligo. Labios en los que fijaba mi mirada, me recliné nuestras lenguas se tocaron. Algo estaba punto de salir, después nada. Ola parada. Una sombra detrás, la sombra de él, el terror de que me hubiera seguido hasta aquí. Golpeará la puerta, la abrirá, me encontrará semi-desnudo, erguido en frente de la cama. Ella seguía tocándome de arriba a abajo. La campana que se escuchaba afuera, que repicaba por nosotros. Vacío entre sus caricias, nada salía de adentro. Sin que ella pudiera sacar nada de adentro mío. Se levantó, corrió la cortina. Nadie. Bajé de nuevo hacia la calle. Después de eso ya no recuerdo.

(…)

¿De dónde vine? ¿Mi nombre? ¿Hacia dónde me dirigía? Siéntate, si quisiera sentarme por un momento. Relájate, había estado caminando largo tiempo sin sentido antes de entrar, me asustaba volver a intentar. ¿Debería ella atenuar la luz o mejor así? No quitarle la ropa. Yo acostarme y ella sentarse en mi falda para que pueda mirarla. Como yo la había imaginado la noche anterior cuando se había acercado a la ventana. La quise entonces. Voces de la calle o los otros cuartos, risas. Pantalones cuidadosamente en la silla. ¿Por qué habría de necesitarlo, el pañuelo? Me recosté con mis piernas estiradas juntas, brazos pegados a mi cuerpo. Como en un ataúd. Y dejé de respirar por un momento. Pero mejor si seguía respirando, con calma y un poco más despacio. Ella comenzó, levanté mis ojos al techo. Blanco, una sábana blanca dos metros arriba nuestro. Me preguntó si quería lento o más rápido, yo no podía sentir, dije un poco más lento. Se sentía como si un miembro ajeno estuviera atascado a mi cuerpo. Un miembro ajeno saliendo de mi cuerpo. De atrás a adelante, como limpiando el cañón de un arma. De adelante a atrás, ahora más lento apenas. Sus pechos continuaban avanzando. Enderecé mi espalda y me recliné de nuevo, así mejor, lento, luego un poco más rápido. Ella bajó su mirada a su mano, esperando atenta. Podía sentir que me apretaba y luego soltaba y relajaba. Sentía cómo me exprimía la sangre en las venas, más y más fuerte, no entendía cómo. Yo solo quería verla moverse arriba mío. No, todavía no, por un momento, solo el espejo, la pared blanca de nuevo, el duro cuerpo sobre mí. Por un momento no miras a ninguna parte, solo sientes, el cuerpo se desborda, saliva en la boca, el animal razguña dentro y quiere salir, tú quieres salir, el sediento animal empuja dentro para salir de tu mente desbordada. Desbordándose entre sus dedos y creciendo y te mueves hacia sus pechos. Y luego, luego como si no existieras, como si el animal muriera y yo que acabé entero dentro de ella. Si pudiera permanecer así, vacío, vacío y limpio. Luego el mundo aparece calmo, en paz, simple, limpio bajo tus ojos. Luego no importaría qué tan solo pueda estar. Sonrió como si supiera, me iría, volvería, la querría de nuevo, ahora estoy pensando en ella, si tan solo de nuevo. Tomó el pañuelo me limpió. Y lo apretó por encima por un momento, como sobre un grano que reventó.
(…)

                                          
III


Él habló                                  Te perseguiré te superaré
Saciaré mi alma       de la carne       derritieron a todos.
Montado en olas sangrientas
las cubrió

suspiro.

Antes de          que se haga la noche        cantemos a
en la entrega

dan frutos            como escarcha en el suelo
ladridos de sabuesos al acecho

Madera, y la habían arrojado al agua
y fue dulcificada
pero la dejaron hasta la mañana. Y
engendró gusanos y apestó               en el fondo

vasijas llenas y ellos no podían beber

y se disolvieron todas salvo una. Y los huesos bajo el sol
como yeso

y él partió del desierto

pasajes                        y acamparon ahí.
Danos                          brazos extendidos hacia el agua

danos dioses que vayan delante de nosotros

naufragio                      bajo el monte.

(…)




IV


Duermes de noche. De noche te despiertas. Ni siquiera la sombra de un árbol, una señal, algo erguido. Desierto. Arena. Como tú ellos están durmiendo. Noche. Cada vez que te levantas esperas el alba, es de noche, duermes te despiertas es de noche. Eso continúa muchos días mientras que estás viajando. Como si estuvieras persiguiendo una luz que retrocede con la velocidad que tú avanzas. Durante días es así. Luego amanece un poco, un poco. Una línea en el horizonte, luz, cielo o arena o cenizas, más luz, no sabes de dónde, sigue por un par de horas, luego noche otra vez. Y luego todo otra vez, ya no puedes llevar la cuenta cuánto dura el día o la noche o la luz. Al principio, cada día casi igual luego más y más cortos, al final te parece que el sol sale y se pone en cuestión de minutos. Como si el tiempo esfumándose como si nada pereciendo aquí. Día como un tren moviéndose frente al tuyo, espera un poco, luego se escapa hacia adelante. Apenas escuchas el silbido delante como viento que viaja a través del tubo. Y mientras duermes tampoco sabes lo que pasa, lo que podría haberse cambiado mientras dormías. Si las cosas son diferentes cuando acabas de despertar, antes podría haber sido diferente y tú no haberlo recordado. O si es lo mismo, el paisaje, de cualquier manera apenas lo ves. O, podría ser que no recuerdas esto, otra cosa que recuerdas, duermes, despiertas tantas veces, tan seguido, no sabes cuándo estás dormido y cuándo estás despierto, por qué estar despierto, ahora podrías estar dormido, lo que recuerdas lo puedes recordar en el sueño, despertar en un sueño, recordar dentro de un sueño, memoria distinta otras cosas que recuerdas cuando estás en un sueño, y puedes tener una vida propia en el sueño, recuerdas quién eres qué hiciste, y aunque puedas no ser la persona que fuiste cuando volviste a despertar no dudas quién eres en el sueño, incluso cuando estás cambiando y cambiando continuamente, no te cuestionas, las cosas son así por naturaleza, no es extraño, estás cambiando continuamente, tu cuerpo, a tu alrededor, todo en todas partes, eres otra persona, pero eres el mismo, eres él. Esto es continuidad, viajas, quizás en tu mente, un verdadero mundo de papel, Dios se precipita por paisajes y edificios, derriba, abre nuevos caminos, no le gusta, cambia otra vez, pero no hay división, Su mundo es uno, y no percibes ni división ni contradicción, solo continuidad. Una inyección que olvidaste enseguida, una piel cubriendo lentamente lo que recordabas, cambian, todas las cosas, la memoria cambia, tú mismo cambias, alguna mujer que buscas, no sabes si estabas buscando otra, si tenías alguna otra esperanza, alguna otra meta. Quizás mañana algo más pueda borrar esas cosas también,  el nuevo velo del mundo, pero jamás lo sabrás, no serás capaz de saberlo. Qué has hecho, si en verdad es lo que recuerdas. Quién habrá de decírtelo. O siquiera saber tu historia. O si el nombre, el que escondes, si es un nombre al final de una serie de nombres.

De todos modos, si puedo pensarme a mí mismo aquí, debe haber algo más afuera, un lugar distinto. Ahora bien, si este afuera es parte de mi mente, entonces mi mente no está hecha de una sola pieza, no es una, está el aquí y el allá, fuera y dentro, es decir, de cierta manera, hay algo en ella que está por fuera de mí. Algo por fuera de mí. En otra parte. Aunque no sepa dónde resulte ser esto, dónde estoy yo, dónde resulto estar en el mapa, qué lugar es aquí, qué lugar es otro. El pensamiento por sí mismo te lo dice. Incluso si todo es de otra manera y no recuerdo correctamente, incluso si todo lo que me rodea es falso. Estoy aquí, no estoy aquí: dos mundos ajenos entre sí. Y luego, el espacio, la distancia, el camino, aunque no sea yo quien viaje. El camino existe.

(…)



  
V


No escribe correctamente, casi agotado.
Línea que comienza y se esfuma.
Un color, ni tierra, ni horizonte, ni cielo.
Mirando adentro de una botella vacía.
Una línea recta, sin giro alguno, constante.
Quieta en los círculos de las ruedas en las que vas tú.
La noche llegará.
Arbustos, muy esparcidos.
Como nieve o sal, no tan blancos, más como arena.
Detente, huye.
Nadie más ni delante ni detrás.
Tren detenido en un agujero en el mapa.
Lo que recuerdas ya no es, ahora olvídalo. Lo que escribiste.
U otras marcas, o sus propias partes que has estado leyendo.
Ni las Escrituras se destacan, muy dispersas, como los arbustos.
Llama, para ver si alguien te escucha.
Y si me encontraran qué harían de mí.
No me importará, no tengo miedo como antes.
El motor apagado también, nada se escucha.
Tengo hambre y el frío me está afectando.
Periódico adentro por todo calor que pueda mantener.
Presiono y juego con mi dedo en mi estómago y cruje.
Estaba escribiendo cuándo duermo y cuándo me despierto para ayudarme a distinguir los días.
Aquí nadie duerme ni despierta, ni la luz entra por ningún lado.
No puedes saber cúanto dura todo eso.
Sigues escribiendo porque aún tienes esperanzas,
casi.
Algo que siga viviendo.
Aparte de ti.
Lugar.
Lugar donde se vacía el mundo.
Una apertura o lugar o casa de Dios en la tierra,
una apertura o Portal sin lado interior
sin entrada.
Mientras siga estando delante de ti no hables y
no pienses.
Es el fin de la línea pero no estás listo, te
irás y volverás otra vez.
Da la vuelta y toma el tren.
Y calla y escribe solo lo que veas y lo que oigas.
De aquí en más solo lo que veas y lo que oigas.
Sobre ti nada más, haz silencio sobre ti.
El dolor se irá por fin, lograrás salir.
Cáete y alaba pero no pienses nada.
Cae de rodillas y vacíate.
Y espera solo a oír.
Empezó, el motor otra vez.

(…)


miércoles, 10 de junio de 2015

Revista Ómnibus n. 50: Especial poesía griega contemporánea


Selección de Virginia López Recio y Dimitris Angelís
Prólogo, traducción y dirección de Virginia López Recio
Edición y dirección de M. Ángeles Vázquez

SUMARIO
Ómnibus n. 50, año XI, junio 2015
Antología poesía griega contemporánea:
   - Prólogo
   - Bibliografía
   - Antología
Pintura
   - Kostas Siafakas
   - Alekos Kyrarinnis
Fotografía
   - Vasilis Gonis
   - Jorge Guizaris

Literatura

  • Detrás estoy yo: la ocultación del sujeto poético en la obra de Delmira Agustini. Por Mirta Fernández
  • Realidad y literatura en la novela El círculo de los escritores asesinos de Diego Trelles Paz. Por Mario Wong
  • Ricardo Bellveser: Cuando canta el Mediterráneo. Por Pedro García Cueto
  • Reseña al poemario De madrugada de Irma Verolin. Por Jorge Paolantonio | Selección de poemas


miércoles, 22 de octubre de 2014

Dimitris Angelís: Poemas

Dimitris Angelís (Atenas, Grecia, 1973). Poeta y ensayista, Doctor en Filosofía y Director de la revista literaria Nea Efthini (2010-2013: núm. 1-16) y actualmente de la revista Frear (Pozo). Libros: Sobre la escritura (ensayo, 1998), Filomila (poesía, 1998), Una muerte más (poesía, 2000), Último verano (relatos, 2002), Aguas míticas (poesía, 2003), Estética bizantina (estudio, 2004), Corrientes ideológicas en la Antigüedad Tardía (estudio, 2005), En las fuentes de la filosofía bizantina (estudio, 2007), Aniversario (poesía, 2008), Con el revólver de Mayakovski (conversación sobre la poesía con D. Eleftherakis y S. Polenakis, 2010), Confirmando la noche (poesía, 2011). Su libro Aniversario ha sido premiado por la Academia de Atenas (Premio Porfyras) y fue finalista del Premio Nacional de Poesía.



Poemas de Dimitris Angelís
Traducción al español de Virginia López Recio




SIN TU FUEGO

Pesado el invierno en el corazón por la falta
de tu fuego
y el lobo que pasó de puntillas por la nieve del cuerpo
dejó poco antes de irse a los cedros
huellas tremendas de una incursión y de un amor indestructible
que últimamente solo encuentras en aquellos extraños
lugares:
en las flores muertas del bosque al amanecer y en las capas
vacías
que de vez en cuando pasean sombrías por la niebla de tu pensamiento
llevando en su mano oculta una espada
vengativa por tus continuas traiciones.
Cuando tu figura se refleja en las aguas,
los remordimientos te rodean con bocas ensangrentadas por cuanto
no hiciste
y, como mujeres vestidas de negro, llorando los cadáveres
sin sepelio en la orilla,
arrojan piedras al mar agitando tu frente serena. Y
no intentas en absoluto
dar explicaciones.

Sin el fuego que me prometiste, ahora yago sobre la
arena, cerca
de los despojos de mi caballo, miro las estrellas
aguardando impaciente que tus ojos incendiarios
brillen también esta noche
como faros gemelos adornando
mi siempre despierto duelo.




SEPTIEMBRE EN NUEVA YORK

«Y se hicieron sangre»
Apocal. 16,4.

Nunca más me niegues en septiembre
y apagues la luz antes de cumplir tus promesas.
Nombres de hombres siete mil, el resto asustados
en medio de la polvareda. Vi
a un hombre que caía quemado. «Un ángel de Aquerusia», dije,
tú me mostraste el río.
Y después al primogénito de los muertos, hermano en la paciencia
y en nuestra pena.
Y después a una mujer a un lado, labios pintados de sangre que
apostaban por la luna
que no volvería a dormir y que no olvidaría.
Porque cada piedra blanca que encuentras en el polvo
esconde grabado en una de sus caras un apellido
que nadie realmente sabe cómo lo arrastró el tiempo
a esta orilla y sobre esta concha
que te expulsa exiliado de tu propia ciudad.

Así, antes de irme
acepta también mi oscuridad. Porque ahora
son siempre en septiembre las despedidas más largas,
mas nunca hay perdón
solo velas encendidas, misas de difunto y ceremonias
y en la distancia, entre nuestras sábanas, montones
de nubes invertebradas, todo palabras
palabras conmovedoras y, sin embargo, innecesarias, condenadas
al olvido; palabras incoherentes.
Puesto que todos saben que tras el fuego
jamás hay perdón.

11/09/2002



PERSÉPOLIS
Fuerza y Violencia

«en todas partes pesadumbre y rumores varios»
Jueves, 1 de septiembre de 1922.

Destinado a una oscuridad más profunda, os esperaba para que me condujerais con látigos y vuestras espadas damasquinas al país de mi nueva morada. Murallas ciclópeas. Banderas hechas jirones y enormes huesos de antepasados esparcidos alrededor del lecho en el que por las noches duerme mi Enemigo. Madre Asia, tus ojos abiertos de par en par –
Se abre una puerta de bronce de la época de los sultanes:
Enfrente los dientes negros de las rocas e inmensas olas deshabitadas. El extremo del mundo, ciudad edificada con poder y con piedras, sobre los cimientos de miles de llantos infantiles. A entrar, pues, con honra: Señor y legislador mío, te doy las gracias por despojarme de la esperanza de vivir. ¡Que todo en tus actos sea sangriento, para siempre!
Insolencia de la voz. Gog y Magog, ¡no me despedacéis…! ¡Mi vida, una farsa, un destino inconcebible! Destinado a una oscuridad más ciega os esperaba: Tranquilo me bebí la leche de mi noche, apoyé con cuidado en la silla la corona de espinas y me tumbé con la vela encendida sobre mi pastel funerario, ya preparado. Seguro de lo fatídico, que se presenta en cualquier momento.
Señor y padre mío, nombre impronunciable, te lo ruego: Ahora que he llegado hasta aquí

siégame.




REGRESO

Lugares de mi lengua más verdaderos
en los musgos y en la verde sementera del pecho.
Bendición en mi pecho la gran herida. El
lago. El río.
Con esperanzas navegan las embarcaciones
río adentro
buscando en tus desembocaduras la fuente primera.

Así, devuelvo a la casa tu madera sagrada,
tu donación
pero ahora yo llevo los clavos, digo
tus palabras;
leo en las cartas cuanto me ocultabas durante años
con tinta invisible, jazmín y toneladas de tierra.

¿Acaso no ves cómo sangro? Ahora es tu turno
de llamarme «padre».



[Poemas del libro Aguas míticas, 2003]